Descubre en ellos la gracia y también su humanidad muchas veces frágil... Un iluminador escrito de Claudio de Castro
Dominio público |
«Todos los
sacerdotes somos Cristo»
San Josemaría
Escrivá
-Padre -le
pedí-. ¿Bendice usted nuestros alimentos?
Sonrió
contento.
-Por supuesto-
exclamó.
Y bendijo la
comida.
-Qué sabrosa
está la sopa.
-Mi esposa Vida
se esmeró en prepararla para usted. No todos los días tenemos el honor de un
sacerdote en casa.
Mientras
comíamos aquellos deliciosos platillos, yo pensaba emocionado casi sin
creérmelo:
-Tengo a Cristo
en casa.
No podía creer
tanta bendición.
¿Has tenido,
amable lector, alguna vez la alegría de un sacerdote en tu casa?
No una visita
«oficial» para ver un familiar tuyo enfermo, sino como un invitado de honor al
que acompañas y atiendes y compartes su vida, y sus simpáticas historias con
alegría.
Compartir la
vida
A veces se
sienten solos.
Es inevitable,
son seres humanos. Termina la misa, todos parten a sus casa o trabajos y él se
queda allí… en sus oraciones, rodeado por el silencio.
Las personas se
les acercan por un breve instante.
-Padre, ¿me
puede confesar?
-¿Me bendice
esta medalla?
No forman parte
de sus vidas. Llegan y se marchan sin intercambiar muchas palabras.
En mis escritos
he contado que recibimos correspondencia de lectores de todas partes del mundo.
Me encanta
cuando ustedes nos comentan cómo van sus vidas en esta maravillosa búsqueda de
Dios.
En diciembre hice
una pequeña campaña: «Invita a un sacerdote en esta Navidad a cenar en tu casa.
No les dejemos solos».
Recibimos
unos emails maravillosos. Te los iremos compartiendo a lo largo del
año.
La bendición
sacerdotal
Voy a
confesarte algo. Sé perfectamente cómo enriquece nuestras vidas la
presencia de un sacerdote en tu casa. Y conozco también el valor sobrenatural,
infinito, de una bendición sacerdotal.
Por eso siempre
les pido cuando están en mi casa, antes de que se marchen, luego de una
agradable conversación o de tomar un delicioso café: «¿Podrías bendecirnos?».
Su bendición va
más allá de lo que puedes ver. Por algo el sacerdote te bendice al terminar
cada Eucaristía.
«La bendición
de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo».
Si lees
el Catecismo de la Iglesia Católica (1078) verás que es algo
extraordinario:
Bendecir es una
acción divina que da la vida y cuya fuente es el Padre. Su bendición es a la
vez palabra y don («bene-dictio«, «eu-logia«).
Invita a un
sacerdote a tu casa
Un lector me
escribió contándome que vivía en un agradable y sencillo pueblo alejado de la
ciudad, con una iglesia pequeña cerca del parque.
Él, su esposa y
los fieles de la parroquia se turnaban para invitar el párroco a almorzar con
ellos, alternando las casas al menos una vez a la semana.
Querían que
sintiera calor de hogar, afecto, cariño. ¿Te animas a hacer igual en tu
ciudad, pueblo, país?
¿Qué tienen los
sacerdotes de especial?
Cuando era niño
veía a los sacerdotes como personas diferentes a nosotros, y no
estaba tan equivocado.
Los miraba a
distancia con respeto y admiración. Sabía que Cristo habitaba en
ellos y cuando los veía consagrar, de pronto no sabía si estaba en la
tierra o en el cielo.
De grande he
conocido algunos sacerdotes y cultivado su amistad. Enriquecen mi vida.
Procuro dar más que recibir.
Imagina por un
momento que todas las personas se te acercan por cierta conveniencia para
pedirte algo y ninguna se preocupa realmente por tu bienestar.
No saben cuándo
es tu cumpleaños, que música, libros o postres te gustan. Ignoran todo de ti. Y
a todos los recibes con una sonrisa y una palabra amable. Ese es el sacerdote.
Me reí a gusto
cuando en vísperas de Navidad leí el tuit jocoso de un sacerdote alegre
diciendo: «Por favor en esta Navidad no nos regalen medias».
He descubierto
en ellos la gracia y también su humanidad muchas veces
frágil porque poco rezamos por su santidad y bienestar físico y
espiritual.
Santos
sacerdotes
Me gusta leer
los escritos de nuestros santos, sobre todo los que fueron sacerdotes. Aprendes
mucho con ellos.
Me sorprendí al
leer esta anécdota de san Josemaría porque me ocurrió algo similar que merece
todo un artículo.
«Nada me
extrañó lo que, hace unos días, me comentaba una persona hablando de un
sacerdote ejemplar, fallecido recientemente: ¡qué santo era!
—¿Le trató
usted mucho?, le pregunté.
—No —me
contestó—, pero le vi una vez celebrar la Santa Misa».
Forja
Dijo el papa
Benedicto XVI en mayo del 2005 sobre los sacerdotes:
«Nuestra misión
no consiste en decir muchas palabras, sino en hacernos eco y portavoces de una
sola «Palabra», que es el verbo de Dios hecho carne por nuestra salvación».
Interésate,
invítale
Cuando apaciguó
la pandemia, abrieron las iglesias y empezamos a ir a misa presencial, me
sorprendí con una de las primeras homilías. El sacerdote muy emocionado nos
dijo:
“Quiero
agradecer a los miembros de esta maravillosa comunidad que se preocuparon por
nosotros los sacerdotes. Nunca nos faltó comida, gestos de aprecio, llamadas
telefónicas preguntando cómo estábamos, si necesitábamos algo. Gracias a todos
nuestros hermanos en Cristo».
Cuidemos a
nuestros sacerdotes, que sepan que los apreciamos y nos sentimos agradecidos.
¿Has invitado
un sacerdote a comer en tu casa alguna vez?
Amable lector,
un sacerdote en casa es una bendición que jamás podrás pagar.
Hazlo, invítalos como un gesto de gratitud y cuéntanos cómo fue esa gratificante experiencia que siempre enriquece nuestras vidas.
Patricia Navas
Fuente: Aleteia