Capítulo 9: QUE DEBEMOS OFRECERNOS A DIOS CON TODAS NUESTRAS COSAS Y ROGARLE POR TODOS.
1. Señor, tuyo es todo lo que está en el cielo
y en la tierra. Yo deseo ofrecérteme de mi voluntad y quedar tuyo para siempre.
Señor, con sencillez de corazón me ofrezco hoy a Ti por siervo perpetuo, en
obsequio y sacrificio de eterna alabanza. Recíbeme con este santo sacrificio de
tu precioso Cuerpo que te ofrezco hoy en presencia de los ángeles que están
asistiendo invisiblemente, para que los recibas por mi salud y la de todo el
pueblo.
2. Señor, yo te presento en el altar de tu
misericordia todos mis pecados y delitos, cuantos he cometidos en tu presencia
y de tus Santos ángeles desde el día que commence a pecar hasta hoy, para que
tu los abrases todos juntos y los quemes con el fuego de tu caridad, quites
todas las manchas de ellos, limpies mi conciencia de todo delito, y me vuelvas
a tu gracia que perdí por el pecado, perdonándomelos todos enteramente, y
admitiéndome misericordiosamente al ósculo de tu paz y amistad.
3. ¿Que puedo yo hacer por mis pecados, sino
confesarlos humildemente, llorando e implorando tu misericordia sin cesar? Yo
imploro, pues, en tu divino acatamiento; óyeme propicio, Dios mío. Aborrezco
mucho todos mis pecados, y no quiero yo cometerlos jamás; antes, arrepentido y
pesaroso de ellos mientras viviré, estoy dispuesto para hacer penitencia, y
satisfacer según mis fuerzas. ¡Perdona, oh Dios, perdona mis pecados por tu
santo nombre! Salva mi alma que redimiste con tu preciosa sangre.
Vesme aquí que me encomiendo a tu misericordia, me
entrego en tus manos. Haz conmigo según tu bondad, y no según mi malicia e
iniquidad.
4. También te ofrezco, Señor todos mis bienes,
aunque muy pocos e imperfectos, para que tú los enmiendes y santifiques, para
que los hagas agradables y aceptos a Ti, y siempre los mejores; y a mí,
hombrezuelo inútil y perezoso, me lleves a un santo y bienaventurado fin.
5. También te ofrezco todos los santos deseos
de los devotos, y las necesidades de mis parientes, amigos, hermanos y de todos
los conocidos, y de cuantos me han hecho bien a mí y a otros por tu amor; Y de
todos los que desearon y pidieron que yo orase, o dijese Misa por ellos, y por
todos los suyos vivos y difuntos; Para que todos sientan el fervor de tu
gracia, el auxilio de tu consolación, la protección en los peligros y en el
alivio en los trabajos; para que, libres de todos los males, te den muy alegres
y cordialísimas gracias.
6. También te ofrezco mis oraciones y el
sacrificio de propiciación, especialmente por los que en algo me han enojado o
vituperado, o me han hecho algún daño o agravio; Y por todos los que yo enojé,
turbé, agravié y escandalicé, por palabra, por obra, por ignorancia o
advertidamente; para que Tú nos perdones a todos nuestros pecados y ofensas
recíprocas. Aparta, Señor, de nuestros corazones toda mala sospecha, toda ira,
indignación y contienda, y cuanto pueda estorbar la caridad, y disminuir el
amor del prójimo. Misericordia, Señor, da tu misericordia a los que la piden,
tu gracia a los que la necesitan, y haz que vivamos de tal modo, que seamos
dignos de gozar de tu gracia, y que aprovechemos para la vida eterna. Amén.
Fuente: Catholic.net