Capítulo 1: DE LA CONVERSIÓN INTERIOR.
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Dominio público |
Aprende a menospreciar las cosas exteriores y
darte a las interiores, y verás que se vienen a ti el reino de Dios.
Pues el reino de Dios es paz y gozo en el Espíritu
Santo, que no se da a los malos.
Si preparas digna morada interiormente a
Jesucristo, vendrá a ti, y te mostrará su consolación.
Toda su gloria y hermosura está en lo interior, y
allí se está complaciendo.
Su continua visitación es con el hombre interior;
con él habla dulcemente, tiene agradable consolación, mucha paz y admirable
familiaridad.
2. Ea, pues, alma fiel, prepara tu corazón a
este Esposo para que quiera venirse a ti, y hablar contigo.
Porque él dice así: Si alguno me ama, guardará mi
palabra, y vendremos a él y haremos en él nuestra morada.
Da, pues, lugar a Cristo, y a todo lo demás cierra
la puerta.
Si a Cristo tuvieres, estarás rico, y te bastará.
El será tu fiel procurador, y te proveerá de todo, de manera que no tendrás necesidad
de esperar en los hombres.
Porque los hombres se mudan fácilmente, y
desfallecen en breve; pero Jesucristo permanece para siempre, y está firme
hasta el fin.
3. No hay que poner mucha confianza en el hombre
frágil y mortal, aunque sea útil y bien querido, ni has de tomar mucha pena si
alguna vez fuere contrario o no te atiende.
Los que hoy son contigo, mañana te pueden
contradecir, y al contrario; porque muchas veces se vuelven como viento.
Pon en Dios toda tu esperanza, y sea El tu temor y
tu amor. El responderá por ti, y lo hará bien, como mejor convenga.
No tienes aquí domicilio permanente: dondequiera
que estuvieres, serás extraño y peregrino, y no tendrás nunca reposo, si no
estuvieres íntimamente unido con Cristo.
4. ¿Qué miras aquí no siendo este lugar de tu
descanso?
En los cielos debe ser tu morada, y como de paso
has de mirar todo lo terrestre.
Todas las cosas pasan, y tú también con ellas.Guárdate de pegarte a ellas, porque no seas preso
y perezcas.
En el Altísimo pon tu pensamiento, y tu oración
sin cesar sea dirigida a Cristo.Si no sabes contemplar las cosas altas y
celestiales, descansa en la pasión de Cristo y habita gustosamente en sus
grandes llagas.
Porque si te acoges devotamente a las llagas y
preciosas heridas de Jesús, gran Consuelo sentirás en la tribulación, y no
harás mucho caso de los desprecios de los hombres, y fácilmente sufrirás las
palabras maldicientes.
5. Cristo fue también en el mundo despreciado
de los hombres, y entre grandes afrentas, desamparado de amigos y conocidos, y
en suma necesidad.
Cristo quiso padecer y ser despreciado, y tú ¿te
atreves a quejarte de alguna cosa?Cristo tuvo adversarios y murmuradores, y tú
¿quieres tener a todos por amigos y bienhechores?
¿Con qué se coronará tu paciencia, sin ninguna
adversidad se te ofrece?
Si no quieres sufrir ninguna adversidad, ¿cómo
serás amigo de Cristo?
Sufre con Cristo y por Cristo, si quieres reinar
con Cristo.
6. Si una vez entrases perfectamente en lo
secreto de Jesús, y gustases un poco de su encendido amor, entonces no tendrías
cuidado de tu propio provecho o daño; antes te holgarías más de las injurias
que te hiciesen; porque el amor de Jesús hace al hombre despreciarse a sí mismo.
El amante de Jesús y de la verdad, y el hombre
verdaderamente interior y libre de las aflicciones desordenadas, se puede
volver fácilmente a Dios, y levantarse sobre sí mismo en el espíritu, y
descansar gozosamente.
7. Aquel a quien gustan todas las cosas como
son, no como se dicen o estiman, es verdaderamente sabio y enseñado más de Dios
que de los hombres.
El que sabe andar dentro de sí, y tener en poco
las cosas exteriores, no busca lugares, ni espera tiempos para darse a
ejercicios devotos.
El hombre interior presto se recoge; porque nunca
se entrega todo a las cosas exteriores.
No le estorba el trabajo exterior, ni la ocupación
necesaria a tiempos; sino que así como suceden las cosas, se acomoda a ellas.
El que está interiormente bien dispuesto y
ordenado, no cuida de los hechos famosos y perversos de los hombres.
Tanto se estorba el hombre y se distrae, cuando
atrae a sí las cosas de fuera.
8. Si fueses recto y puro, todo te sucedería bien y
con provecho.
Por eso te descontentan y conturban muchas cosas
frecuentemente, porque aún no has muerto a ti, del todo, ni apartado de todas
las cosas terrenas.
Nada mancilla ni embaraza tanto el corazón del
hombre cuanto el amor desordenado de las criaturas.
Si desprecias las consolaciones de fuera, podrás
contemplar las cosas celestiales, y gozarte muchas veces dentro de ti.
Fuente: Catholic.net