Jesús y
la amistad
Dominio público |
¿Qué hombre o mujer no ha hecho en su vida la experiencia de la amistad? La amistad es una experiencia humana hermosa, enriquecedora, humanizante y digna de los mayores elogios. Si Cristo fue verdadero hombre, ¿acaso se quiso privar en su vida de esta noble experiencia?
La amistad es un valor entre los humanos
y uno de los dones más altos de Dios. El mismo Dios se presenta como amigo de
los hombres: un pacto de amistad sella con Abraham, con Moisés, con los
profetas. Al enviar a Cristo se mostró como amigo de los hombres.
Por los Evangelios sabemos que Jesús dio a esta amistad de Dios un rostro de carne viniendo a ser amigo de los hombres. Pero tuvo, evidentemente, amigos especiales e hizo la experiencia gratificante de la amistad, por ser verdadero hombre.
Por los Evangelios sabemos que Jesús dio a esta amistad de Dios un rostro de carne viniendo a ser amigo de los hombres. Pero tuvo, evidentemente, amigos especiales e hizo la experiencia gratificante de la amistad, por ser verdadero hombre.
¿Qué es la amistad?
El mundo en que vivimos está menesteroso
de amistad. Hemos avanzado tanto en tantas cosas, vivimos tan deprisa y tan
ocupados, que, al fin, nos olvidamos de lo más importante. El ruido y la
velocidad se están comiendo el diálogo entre los humanos y cada vez tenemos más
conocidos y menos amigos.
El filósofo griego Sócrates aseguraba
que prefería un amigo a todos los tesoros del rey Darío. Para el poeta latino
Horacio, un amigo era la mitad de su alma. San Agustín no vacilaba en afirmar
que lo único que nos puede consolar en esta sociedad humana tan llena de
trabajos y errores es la fe no fingida y el amor que se profesan unos a otros
los verdaderos amigos. El ensayista español Ortega y Gasset escribía que una
amistad delicadamente cincelada, cuidada como se cuida una obra de arte, es la
cima del universo. Y el propio Cristo, ¿no usó, como supremo piropo y expresión
de su cariño a sus apóstoles, el que eran sus amigos porque todo lo que ha oído
a su Padre se lo dio a conocer?
Pero la amistad, al mismo tiempo que
importante y maravillosa, es algo difícil, raro y delicado. Difícil, porque no
es una moneda que se encuentra por la calle y hay que buscarla tan
apasionadamente como un tesoro. Rara porque no abunda: se pueden tener muchos
compañeros, abundantes camaradas, pero nunca pueden ser muchos los amigos. Y
delicada porque precisa de determinados ambientes para nacer, especiales
cuidados para ser cultivada, minuciosas atenciones para que crezca y nunca se
degrade.
¿Qué es la amistad? ¿Simple simpatía,
compañerismo, camaradería? La amistad es una de las más altas facetas del amor.
Aristóteles definía la amistad como querer y procurar el bien del amigo por el
amigo mismo. Laín Entralgo la definía así: "La comunicación llena de amor
entre dos personas, en la cual, para el bien mutuo de éstas, se realiza y
perfecciona la naturaleza humana".
Por tanto, en la amistad el uno y el
otro dan lo que tienen, lo que hacen y, sobre todo, lo que son. Esto supone la
renuncia a dos egoísmos y la suma de dos generosidades. Supone, además, un
doble respeto a la libertad del otro. La amistad verdadera consiste en dejar
que el amigo sea lo que él es y quiere ser, ayudándole delicadamente a que sea
lo que debe ser.
Seis pilares sostienen la verdadera
amistad, según Martín Descalzo en su libro “Razones para el amor”:
El respeto a lo que el amigo es y como
el amigo es.
La franqueza, que está a media distancia entre la simple confianza y el absurdo descaro. Franqueza como confidencia o intimidad espiritual compartida.
La franqueza, que está a media distancia entre la simple confianza y el absurdo descaro. Franqueza como confidencia o intimidad espiritual compartida.
La generosidad como don de sí, no como compra del amigo con regalos.
Aceptación de fallos.
Imaginación, para superar el
aburrimiento y hacer fecunda la amistad.
La apertura.
¿Qué se experimenta cuando se pierde un
amigo? Dejo que hable san Agustín, cuando murió
su amigo íntimo: "Suspiraba, lloraba, me conturbaba y no hallaba
descanso ni consejo. Llevaba yo el alma rota y ensangrentada, como rebelándose
de ir dentro de mí, y no hallaba dónde ponerla. Ni en los bosques amenos, ni en
los juegos y los cantos, ni en los lugares aromáticos, ni en los banquetes
espléndidos, ni en los deleites del lecho y del hogar, ni siquiera en los
libros y en los versos descansaba yo. Todo me causaba horror, hasta la misma luz;
y todo cuanto no era lo que él era, aparte el gemir y el llorar, porque sólo en
esto encontraba algún descanso, me parecía insoportable y odioso".
Termino este apartado con una cita
bíblica: "Un amigo fiel es poderoso protector; el que lo encuentra
halla un tesoro. Nada vale tanto como un amigo fiel; su precio es
incalculable" (Si 6, 14-17).
Jesús experimentó la amistad
Es verdad que Jesús ama a todos por
igual, sin condicionamientos sociales, económicos o nacionales. Incluso ama a
sus enemigos. Y los ama hasta la muerte.
Y su amor por todos los hombres no es un
amor de sentimiento pasajero ni de expresiones exteriores tiernas y afectadas.
Su amor es de caridad, que encierra estas características ricas y valiosas:
Se dirige hacia los demás con un corazón
abierto, sin aislarse o evadir el trato; va al encuentro de todos los que ama
(cf Mt 11, 28).
Cura, consuela, perdona, da de comer,
procura hacer descansar a sus íntimos.
Se compadece de quien está necesitado
(cf Mt 9, 36).
No discute con sus amigos; los corrige,
pero no choca con disputas hirientes (cf Mt 20, 20-28).
Se alegra con ellos en sus momentos
felices (cf Lc 10, 21).
Rechaza sus intenciones desviadas (cf Mt
16, 23).
No desea nada de los hombres; no busca
dar para recibir. Y cuando una vez busca consuelo en la agonía, no lo encuentra
(cf Mt 26, 40).
Se siente incomprendido por ellos, pero
era parte de su cruz, pues aún no había venido el Espíritu Santo que les
hiciera comprender todo (cf Jn 12, 24).
Los ama sobrenaturalmente, no por sus
cualidades humanas (cf Jn 13, 14).
Pero también mantiene una distancia
entre sus amigos y Él, pues su mundo está mucho más allá del de ellos (cf Jn 2,
25).
¿Ha habido hombre alguno en la tierra
que haya amado a los hombres como Jesús?
Es verdad esto que acabamos de decir:
Jesús ama a todos los hombres, y los considera como amigos. Pero también es
verdad que tuvo amigos especiales. Abramos el Evangelio.
Tiene una especial relación con Juan, el
discípulo amado. En esta amistad descubrimos que Jesús compartió con alguien,
en modo especial, sus experiencias interiores y reservadas. Amistad íntima.
Manifestación de esta amistad íntima es el Evangelio que Juan escribió. En él
se oye palpitar el Corazón de Jesús; ahí descubrimos la profundidad de Dios.
Por eso, a Juan se le representa como a un águila, porque voló alto, hasta el
cenit de Dios.
También tuvo especial relación con tres
apóstoles: Pedro, Santiago y Juan.. En esta amistad descubrimos que busca la
compañía para compartir momentos especiales, sean felices, como en la
transfiguración, o tristes, como en Getsemaní. Amistad compartida.
¿Quién no recuerda la especial relación
con los tres hermanos de Betania, Lázaro, Marta y María? En ellos
descubrimos la amistad de Jesús que corresponde con la misma medida que se le
ofrece. Amistad agradecida. Betania era uno de esos rincones donde Jesús
descansaba y donde abría su corazón de amigo. Allí, Cristo tenía siempre la
puerta abierta, tenía la llave de entrada; se sentía a gusto entre gente
querida y que le estimaba.
Cristo tuvo amigos, claro que sí. No
hubiera sido totalmente hombre si le hubiera faltado esta faceta humanísima.
Tuvo amigos en todas las clases sociales y en todas las profesiones. Desde
personas de gran prestigio social, como Nicodemo o José de Arimatea, hasta
mendigos, como Bartimeo. En la mayor parte de las ciudades y aldeas encontraba
gentes que le querían y que se sentían correspondidas por el Maestro; amigos
que no siempre el Evangelio menciona por sus nombres, pero cuya existencia se
deja entrever.
¿De qué serviría la prosperidad, diría
el orador latino Cicerón, si uno no la comparte con los amigos? ¿Cómo se
soportaría una adversidad y una prueba sin alguien que estuviera a nuestro lado
y que sufra y comparta con nosotros ese contratiempo? ¿A quién hablar de los
anhelos del corazón, si no es al amigo que sintoniza en todo con nosotros? Cito
a san Ambrosio: "Ciertamente consuela mucho en esta vida tener un amigo a
quien abrir el corazón, desvelar la propia intimidad y manifestar las penas del
alma; alivia mucho tener un amigo fiel que se alegre contigo en la prosperidad,
comparta tu dolor en la adversidad y te sostenga en los momentos
difíciles" (San Ambrosio, Sobre los oficios de los ministros, 3, 134).
Jesús, pues, tuvo tiempo para la amistad
y el descanso. Como hombre que era se cansaría de sus fatigas y correrías
apostólicas. Le llegarían al alma los desprecios, las indiferencias, las
calumnias de quienes no le amaban. Al mismo tiempo, Él necesitaba expandir su
corazón, sus secretos, sus ilusiones. "Dejaba escapar toda la suavidad de
su corazón; abría su alma por entero y de ella se esparcía como vapor invisible
el más delicado perfume, el perfume de un alma hermosa, de un corazón generoso
y noble" (San Bernardo, Comentario al Cantar de los Cantares, 31, 7).
Requisitos para ser amigos de Cristo
Habría que preguntarnos qué requisitos
se necesitan para entrar en el círculo de amigos de Jesús.
Jesucristo nos contesta en el Evangelio:
"Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que os mando" (Jn 15, 14). Y
lo que nos ha mandado Jesús es amarnos unos a otros, como Él nos ha amado. Él
nos ha mandado rezar y vigilar. Él nos ha mandado ser mansos y humildes de
corazón. Él nos ha mandado ser santos como su Padre celestial es santo. Él nos
ha mandado cargar con su yugo. Y así podríamos seguir con todo el Evangelio.
Ahí tenemos lo que Jesús nos ha mandado. Si lo cumplimos, seremos sus amigos.
Por tanto, para ser amigos de Jesús no
es suficiente un amor de sentimientos, de emociones. Hay que amar a Jesús con
un amor de entrega, de sacrificio, de fidelidad. Con un amor hecho obras. Obras
son amores y no buenas razones.
Jesús no quiere amigos de conveniencia,
que sólo están con Él hasta el partir el pan, pero que le dejan solo y huyen
cuando se aproxima la sombra de la cruz. Jesús no quiere amigos que se
aprovechen de Él para conseguir los mejores puestos en el cielo
Jesús quiere amigos humildes, pacíficos,
de alma pura y libre de ataduras sensuales. Sólo a éstos acercará Jesús a su
divino corazón.
A todos hay que amar por Jesús. Y a
Jesús hay que amarlo por sí mismo. Sólo a Jesucristo se le debe amor total,
porque está probado que Él es el único amigo totalmente bueno, totalmente leal.
CONCLUSIÓN
Sin Jesús, ¿qué podrá darnos el mundo?
Vida sin amistad con Jesús es infierno horroroso. Vida en amorosa amistad con
Jesucristo es un paraíso lleno de delicias. "Si Jesús está contigo, no
podrá dañarte ni derrotarte ningún enemigo espiritual. Quien halla a Jesús, a
su amistad y enseñanzas, halla el más rico tesoro. El mejor de todos los
bienes. Pero quien pierde a Jesús y a su amistad, sufre la más terrible e
inmensa pérdida. Pierde más que si perdiera el universo entero.
La persona que vive en buena amistad con
Jesús es riquísima. Pero la que no vive en amistad con Jesús es paupérrima y
miserable. El saber vivir en buena amistad con Jesús es una verdadera ciencia y
un gran arte. Si eres humilde y pacífico, Jesús estará contigo. Si eres piadoso
y paciente, Jesús vivirá contigo... Fácilmente puedes hacer que Jesús se
retire, y ahuyentarlo, y perder su gracia y amistad, si te dedicas a dar gusto
a tu sensualidad y a darle importancia exageradamente a lo que es material y
terreno"(Kempis, Imitación de Cristo, II, 8).
Por: P. Antonio Rivero, L.C
Fuente: Libro Jesucristo