La Iglesia Católica considera a San Rafael Arnáiz Barón patrono de los que padecen diabetes.

San Rafael Arnáiz, en diferentes momentos de su vida.
Crédito: Monasterio de San Isidro de Dueñas
Cada 14 de
noviembre se celebra el día mundial de la diabetes, una enfermedad que causa
unos cuatro millones de muertes al año, según la Organización Mundial de la
Salud.

Crédito: Monasterio de San Isidro de Dueñas
San Rafael Arnáiz es considerado uno de los grandes místicos del
siglo XX y, a causa de esta enfermedad no pudo cumplir su deseo de ser monje
trapense, de tal forma que sólo se le permitió ser oblato.
Nacido en Burgos en 1911, se educó en colegios de la Compañía de
Jesús en su ciudad de origen y en Oviedo, donde se trasladó más tarde su
familia por motivos laborales.
Desde pequeño sufrió varias enfermedades. A los 10 años, tras
recuperarse de una pleuresía, su padre lo llevó a Zaragoza para ofrecérselo a
la Virgen del Pilar en agradecimiento por su curación.
Rafael fue admitido en la Escuela de Arquitectura de Madrid en
1930.
Sabedor de su habilidad para el dibujo, su tío Leopoldo Barón Torres, duque de
Maqueda, le encomendó el diseño de la portada de un libro titulado “Del campo
de batalla a la Trapa”.
Se trataba de la traducción de la historia de un militar francés
que había alcanzado fama y honor en el arte de las armas durante la guerra
franco-prusiana (1870-1871). Pese a que pudo aspirar a las más altas
condecoraciones y posiciones, decidió ingresar en la Trapa.
El joven Rafael quedó impactado por la vida de este militar
francés Gabriel Mossier, que acabó sus días como el hermano Gabriel, miembro de
la Orden Cisterciense de la Estricta Observancia.
Así, Rafael hizo su primera visita al Monasterio Cisterciense de
San Isidro de Dueñas en Palencia poco después. Eran los convulsos años 30 del
siglo XX en España que desembocaron en la Guerra Civil.
Tras hacer el servicio militar obligatorio, en 1934 abandonó los
estudios universitarios e ingresó como novicio en el monasterio palentino
durante cuatro meses. Debido a que cayó enfermo de gravedad a causa de la
diabetes, sus superiores lo enviaron a su casa para recuperarse.
Casi dos años después, en 1936, ingresó de nuevo en San Isidro de
Dueñas, ya no como aspirante al monacato, sino como hermano oblato. Allí
permaneció hasta que en el mes de septiembre, es llamado a combatir junto a
otros jóvenes.
Pese a lo decidido que estaba Rafael a combatir contra los
enemigos de Dios y de su Iglesia, volvió al convento dos meses después
declarado inútil para el combate debido a la diabetes.
Ya en 1937, debido a las dificultades especiales para la vida
monástica en tiempo de guerra, los superiores deciden enviarle de nuevo con su
familia. Pero antes de que acabe el año, Rafael retorna al monasterio en el mes
de diciembre.
Apenas cuatro meses después, el 26 de abril de 1938, falleció el
hermano Rafael en su celda a los 27 años. En total, apenas vivió la regla
trapense unos 20 meses sumando todas las etapas.
Un largo proceso de canonización
Ya desde los años 40 algunos de sus hermanos, convencidos de sus
virtudes heroicas, propusieron colocar su tumba en una ala del claustro, sin
éxito.
En 1944, su tío el duque de Maqueda escribió la historia de su
sobrino titulada “Un secreto de la Trapa”, lo que favoreció el interés de
muchos por su figura.
No fue hasta los años 60 cuando se comenzaron los trabajos para
instar el proceso de beatificación y se trasladó su tumba al claustro, como
deseaban sus hermanos veinte años atrás.
Durante la Jornada Mundial de la Juventud celebrada en Santiago de
Compostela en agosto de 1989, el Papa Juan Pablo II propuso al hermano Rafael
como un modelo a seguir. Pocos días después fue declarado Venerable.
Tan sólo un año después se comenzó a estudiar un posible milagro.
En 1992, San Juan Pablo II lo proclama beato en la Plaza de San Pedro en Roma.
Ya bajo el reinado pontificio de Benedicto XVI fue aprobado
el milagro para la canonización de San Rafael Arnáiz que tuvo lugar el 11 de
octubre de 2009.
Dos años más tarde, fue declarado patrono de la Jornada Mundial de
la Juventud celebrada en Madrid junto a otros santos de raigambre española y universal,
como el entonces Beato Juan Pablo II.