PAUL SCHNEIDER, MISIONERO EN ETIOPÍA: «ME CONSIDERO UN AFORTUNADO, ESTOY CUMPLIENDO EL SUEÑO DE MI VIDA»

«Cuando te aman y te acogen es el no va más», dice el joven sacerdote de la diócesis de Getafe, que lleva cinco años en el país

P. Paul Schneider. Dominio público
Es joven, insultantemente joven: 39 años. Pero Paul Schneider, sacerdote de la diócesis de Getafe, lleva ya cinco años en Etiopía, dando rienda suelta a su vocación misionera. «Me considero un afortunado, estoy cumpliendo el sueño de mi vida», confiesa este domingo, 23 de octubre, en que la Iglesia celebra la Jornada del Domund.

Nacido en la localidad estadounidense de Rockford (Estado de Illinois), el Padre Paul creció en España y se ordenó sacerdote en 2007. Tras diez años de ministerio en Getafe, en 2017 marchó a Etiopía, donde hoy está al frente de las misiones de Lagarba y Dhebiti, situadas en una zona montañosa a unos 400 kilómetros de Addis Abeba, la capital del país.

La llama de la misión la prendió su familia. «Mi padre —dice— admiraba a los misioneros y me transmitió una gran sensibilidad hacia la pobreza y a los lugares con necesidad. Me hablaba de Chiapas, de Biafra, etc.». Hoy es él el que trata de llevar esperanza y la buena noticia de Jesús a las gentes de uno de los países más poblados de África, con más de cien millones de habitantes, en el que los católicos apenas representan el 1%.

El Padre Schneider misiona en el vicariato apostólico de Harar, «la cuarta ciudad santa del islam después de La Meca, Medina y Jerusalén», explica. Su parroquia está en el valle Lagarba (palabra que significa «el río del elefante») y la componen 120 familias católicas. «Mi labor consiste en atender a estas familias, visitarlas, administrarles los sacramentos, etc.», relata. En la zona hay también, groso modo, 5.000 familias ortodoxas y unas 10.000 musulmanas. «Estoy tendiendo puentes y lazos también entre las dos etnias presentes, e igualmente he hecho tareas de reconciliación cuando ha habido tensiones».

Etiopía, un país en guerra

Etiopía es actualmente, y desde hace unos años un país en guerra. Una guerra olvidada por la comunidad internacional y desconocida por la opinión pública pero muy sangrienta, hasta el punto de que «en mayo se estimaba que había causado ya medio millón de víctimas», según el Padre Paul. El conflicto armado enfrenta al gobierno central, presidido por el primer ministro y premio Nobel de la Paz Abiy Ahmed, y a la región del Tigray, una de las que integran la federación etíope y de la que la anterior quiere secesionarse.

¿Cómo se está viviendo la guerra en la misión de Lagarba? «Nosotros estamos en la zona de Oromía, el Estado más extenso. Hemos oído bombas lanzadas con drones a cierta distancia. Pero donde más lo estamos notando es en el día a día, con la subida exponencial de los precios, especialmente de algunos productos como los carburantes o el hormigón que utilizamos para construir casas, etc. También hay muchos más controles policiales en las carreteras», explica el sacerdote.

La misión está permitiendo al Padre Paul redescubrise a sí mismo. «Dios me ha ido dando capacidades que desconocía», asegura después de confesar que a él le influyó mucho la película La Misión, de Roland Joffe«En la misión uno se va conociendo a sí mismo. No solo das algo, sino que también te acogen y te aceptan. Y cuando te aman y te aceptan es el no va más».

El joven misionero se confiesa feliz con lo que está haciendo. «Es un placer poder estar ayudando. Quiero llevar ahí la luz del evangelio, presentar a Cristo… también a los musulmanes. ¿A cuántos has convertido?, me preguntan. Pues de momento a nadie, respondo. Pero quiero estar ahí muchos años».

Por JOSÉ IGNACIO RIVARÉS

Fuente: ECCLESIA