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Monica
Petralia dio su testimonio en televisión/Tv2000it | YouTube |
Era una noche de sábado despreocupada y divertida como tantas
otras cuando Mónica Petralia salió a cenar con unos amigos a una pizzería cerca
de la ciudad de Ferrara (Italia). Pidió
lo de siempre: una pizza de champiñones y jamón. Poco sabía
ella que esto la conduciría a una experiencia cercana a la muerte que cambiaría
su vida.
En 2013 apareció en la cadena de televisión católica italiana
TV2000 para hablar sobre su experiencia. Contó cómo, tres horas después de
comer la pizza:
«Empecé a dejar de respirar. Me sentí realmente
asfixiada, mi lengua se retrajo, comencé a ponerme azul por falta de oxígeno
(…) Nunca había tenido ninguna reacción asmática (…) Comía todo tipo de
alimentos (…) Perdí completamente el conocimiento.»
En coma
Sus amigos la llevaron de inmediato a la sala de emergencias en
Ferrara, un viaje de 30 millas. Mónica estaba muy grave y los médicos no
sabían qué hacer. Descubrieron que de repente se había vuelto alérgica a
algunos alimentos cotidianos.
Fue el tomate lo que la puso en coma esa
noche.
«Me encontré en un coma hipercápnico; es decir, no
había más intercambio gaseoso de oxígeno y dióxido de carbono en mis pulmones
(…) Mis posibilidades de salvación eran nulas. Los médicos incluso dijeron que
si sobrevivía estaría en estado vegetativo.»
Su experiencia cercana a la muerte
En un momento de crisis durante el coma que duró tres días, los
médicos estaban decidiendo si mantenerla en soporte vital. Mónica vivió
una experiencia cercana a la muerte dramática y al mismo tiempo maravillosa:
«Estaba muerta pero podía ver y escuchar todo lo
que decían los médicos. Podía escuchar a los médicos decir: ‘No, vamos,
desconecte las máquinas’ y ‘No, vamos, vamos a mantenerla con vida’. Estaba
viendo y escuchando todo y vi y experimenté un maravilloso túnel de
luz. Salí completamente de mi cuerpo. Vi a los médicos luchando
por salvarme, pero yo estaba por encima de mi cuerpo. No sentí el dolor físico,
pero vi todo e hice un signo de ‘bien’ con mis dedos para decir que todo estaba
bien.»
Una luz resplandeciente
Una luz resplandeciente la recibió, brindándole una sensación
de extraordinaria paz y bienestar que nunca antes había sentido:
«Vi este maravilloso túnel de luz, con
maravillosos colores, maravillosas melodías (…) que ni el más hermoso atardecer
de esta tierra puede dar. Yo estaba bien allí, no tenía percepción del dolor,
del juicio (…) Fue hermoso. Personas maravillosas me rodearon, vestidas
normalmente, sonriéndome, dándome la bienvenida.»
Entre estas presencias Mónica reconoció al Padre Pío y al Papa
Juan Pablo II.
Su inesperada recuperación
El médico jefe de la unidad de cuidados intensivos la dio por
muerta. No podía ver ninguna esperanza.
«Los médicos habían dicho que no me recuperaría.
Tenía una hermana en la sala de espera que rezaba mucho a la Virgen por mí (…)
y le pedía si podía vivir un poco más en esta tierra.»
40 días de convalecencia y ganas de
ayudar a los demás
Al poco tiempo, Mónica despertó del coma sin ningún daño
irreversible, contrariamente a todos los pronósticos. Su
convalecencia duró 40 días. Fue un período largo y
complejo, pero en ese desierto Dios inspiró en su corazón el deseo de
estar cerca de los enfermos en el mismo hospital donde fue atendida:
«Poco a poco llegué a sentir que ese era mi
camino; probablemente el Señor hubiera querido darme una fuerte sacudida para
ponerme de nuevo en el camino. (…) Era como si una vocecita me dijera: ‘Te he
resucitado, pero ahora debes trabajar para mí a través de tus hermanos y
hermanas más necesitados’.»
Y así, durante muchos años, Mónica ha sido cuidadora,
apoyando a los pacientes y apoyando a los enfermos en la misma sala donde ella
también estuvo hospitalizada.
Un regalo de Juan Pablo II
Al poco tiempo de recuperar la salud, con el alma llena de
gratitud, decidió
escribir a mano una carta al Papa Juan Pablo II, quien inesperadamente le
contestó. Fue una inmensa alegría para ella recibir la bendición
apostólica del Santo Padre, un regalo precioso que nunca
olvidará.
«Ojalá el Espíritu Santo me diera siempre una sonrisa y la fuerza
para poder decirle a la gente que está (…) peor que yo: ‘¡Vamos! No
tengáis miedo de esta vida terrenal porque aunque estemos de paso, el Señor es
nuestra meta’.»
Silvia Lucchetti
Fuente: Aleteia