Ahora «quiero vivir para amar, para unir mi sufrimiento al de Jesús y así ayudar a otros». «Si puedo animar a que otra oveja condenada a muerte como yo siga viviendo, pues estaré feliz», confesó la joven al sacerdote Santiago Arellano, que acaba de ganar el premio Alter Christus Pastoral Familiar
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Santiago Arellano con el Papa. Foto: Premios Alter Christus. Dominio Público |
He visto milagros de muchos tipos», asegura en conversación
con Alfa y Omega el sacerdote, que ha sido galardonado
con el premio Alter Christus Pastoral
Familiar. Acto seguido relata uno de ellos.
«Recuerdo a un matrimonio que
llevaban cuatro años separado. Tenían tres hijos. Los niños no se cambiaban de
casa, sino que eran ellos los que se iban turnando para atenderlos», dice en un
primer momento Arellano. Todo cambió cuando un día el sacerdote llevó hasta
allí la imagen del Sagrado Corazón de Jesús. «Hicimos la consagración, las
oraciones, estuvimos rezando ante la imagen, me quedé cenando con el
matrimonio, y se hizo tan tarde que él se tuvo que quedar a dormir». Era la
primera noche que los esposos dormían bajo el mismo techo en cuatro años. «Por
la mañana, la mujer se despertó, vio a uno de sus hijos de rodillas ante la
imagen que habían colocado la noche anterior y le preguntó que qué hacía. “No
ves que ha sido Él el que ha arreglado nuestra familia”». La mujer, según el
párroco, se echó a llorar y, cuando se despertó su marido, repitieron las
oraciones del día anterior. Los esposos volvieron a dormir una noche más en la
misma casa y a rezar juntos al día siguiente. «De esto hace 11 años. Ahora son
un matrimonio unidísimo», asegura Santiago Arellano.
La domótica de Dios
Otro de los milagros le acaba de
suceder hace apenas una semana, el día de la exaltación de la cruz. Aquella
jornada, Arellano fue a visitar a una persona enferma que no conocía de nada y
que había solicitado la eutanasia. «Llegué allí a través de una mujer que había
hecho un retiro en la parroquia. Esta, a su vez, tenía un amigo, que es quien
se encargó de la domótica de la casa de la enferma. Resulta que el técnico, que
es un hombre de fe, se hizo amigo de su clienta y cuando esta le contó lo de la
eutanasia, el encargado de la domótica le ofreció que hablara con un
sacerdote», rememora el párroco.
El técnico habló entonces con su
amiga —la mujer que había hecho el retiro en la parroquia— y «ella le dijo que
conocía a un cura, que era yo». Al principio Arellano se resistió. «Qué voy a
hacer yo, si ella pasa de la fe y ya ha firmado la eutanasia». Pero la persona
enferma aceptó que fuera un cura «y allí me planté después de pedir oraciones a
varios compañeros sacerdotes, a las carmelitas y a los fieles de la parroquia
porque no sabía muy bien lo que me iba a encontrar».
La situación no era fácil. «Tengo
tetraplejia desde hace 21 años y unos dolores por todo el cuerpo que no consigo
calmar. Esta situación, y el sentimiento interior de soledad que arrastro desde
hace años, hicieron que cayera en una gran desesperanza. Y cuando se legalizó la eutanasia,
me volví como loca y pensé que esa era la solución a mis males. “Me quito de en
medio y ya está”. De hecho hice la solicitud de la eutanasia, pero por la
objeción de conciencia de mi médico provocó que todo se retrasara. Ahora doy
gracias a Dios [por que todo se retrasara]», subraya la joven a través de un
WhatsApp enviado a Santiago como agradecimiento.
El encuentro duró dos horas, tiempo
durante el que se sucedió el milagro. «En esas dos horas que estuviste conmigo,
se me abrió el cielo», reconoce la enferma (que no quiere que se sepa su
nombre) en ese mismo mensaje. «Sé que fue Jesús mismo el que lo hizo y le
agradezco mucho que viniera a buscarme hasta mi casa, en mi cama. Nunca lo
olvidaré. Soy la oveja perdida que el Señor vino a rescatar. Y ahora solo
quiero que con mi pequeña ofrenda de vida, y con mis torpes palabras, si puedo
ayudar a que otra oveja condenada a muerte como yo siga viviendo, y conozca el
amor de Dios, pues estaré feliz. Cuanta conmigo, Santi, para todos tus
apostolados. Seguiré clavada en la cruz, pero ahora con un sentido de amor».
¿Pero qué pasó en aquella casa?
Santiago empezó a hablar de Jesús en la cruz, del sentido del sufrimiento «y de
que me necesitaba para, con mi ofrenda y testimonio, salvar a otros de la
muerte», recuerda la joven. «Yo notaba el amor de Dios dentro de mí, pero
durante la primera hora luché contra ese amor y me frenaba la tentación de la
muerte». Sin embargo, «después entendí que el mismo Dios me estaba pidiendo
ayuda, que me quería, que contaba conmigo para ayudarle. Sentía que tenía sed
de mi amor. Yo me veía inútil e insignificante», pero «entonces le dije que sí,
que seguiría luchando por vivir, que aunque me costara iba a quitar la demanda
de suicidio», asegura la enferma.
En aquel momento, Arellano le
ofreció la confesión. «Pude descargar toda mi vida y saberme sanada y liberada.
Luego pude abrazar en la comunión al mismo Cristo, que hacía muchos años que no
hacía». Y, finalmente, «me diste la unción de los enfermos, que fuera para mí
consuelo y fortaleza».
Por último, el sacerdote le regaló
su rosario y su cruz «y en estos tres días ya me has escrito varias veces para
que te ayude con mi dolor y ofrenda para llevar este amor y alegría a alguien.
Claro que sí, cuanta conmigo Santi. El Señor me ha devuelto la esperanza.
Quiero vivir para amar y para unir mi sufrimiento al de Jesús y así ayudar a
otros».
Premios Alter Christus
Los premios también han reconocido
la labor de Florencio Roselló, por su dedicación a los presos; Ángel García,
por su atención al clero y a la vida consagrada; y a Javier Siegrist, por la
Nueva Evangelización. Este año, además, se concede un galardón especial al
sacerdote Alberto Hernández, párroco de Todoque, en la isla de La Palma, por su
atención y entrega personal a los damnificados por el volcán de Cumbre Vieja.
La entrega de estos galardones tendrá lugar en la Universidad Francisco de Vitoria, el lunes 17 de octubre, a las 19.00 horas.
José
Calderero de Aldecoa
Fuente:
Alfa y Omega