Una sencilla guía para afrontar los desafíos de los próximos meses y una interesante reflexión del padre Carlos Padilla
Un nuevo año se abre ante mis ojos. Una
oportunidad para crecer, para madurar, para mejorar.Aleteia
El otro día fueron bendecidas las mochilas de
muchos niños que empezaban sus clases. Niños pequeños con mochilas casi más
grandes que ellos.
Niños emocionados al ver su mochila junto
al altar y felices de llevársela a casa y luego a la escuela. Felices de
comenzar un nuevo año,
nuevos desafíos, nuevos retos.
No tenían miedo en sus ojos. No había
angustia ni tristeza. Estaban inquietos pensando en lo que les venía por
delante.
¿Y yo ante lo nuevo?
En ocasiones no me siento como esos niños
ante los nuevos retos. Siento el miedo,
el agobio,
la tristeza.
No voy feliz a buscar mi mochila para
asumir los nuevos desafíos.
Tendría que hacerlo. Dios me invita a ponerme en camino con ojos nuevos, como un niño.
Quiere que no dude, que no me tiemble el
pulso. Quiere que asuma los riesgos sin pestañear, que me pregunte al comenzar
este nuevo año: ¿Qué quieres
de mí, Señor? ¿Qué retos tienes para este nuevo año?
Es la pregunta que resuena en mi alma. ¿Qué
tengo que hacer para ser feliz, para ser más pleno, para hacer felices a los
demás? ¿Qué cosas nuevas puedo emprender, novedosas, llenas de vida?
Decía Albert Einstein: «Si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo«. Miro hacia delante lleno de optimismo.
¿Qué cambiar este curso?
Me pongo ante Dios para saber qué
resultados quiero obtener cuando llegue junio. No es tan sencillo.
Cambiar nunca es fácil.
Tiendo a hacer lo que sé hacer, lo que se me da bien, lo que se adapta mejor a
mi forma de ser, a mis hábitos, a mis capacidades.
Dios da talentos a cada uno según sus
capacidades. Yo tengo los míos, ya los conozco. Hay cosas que ya he aprendido
con el tiempo y en momentos de duda saco del cajón donde guardo todo lo que sé
hacer, mi sabiduría.
¿Estoy contento con los
resultados y metas que alcancé el año anterior? ¿Qué desafíos nuevos se
abren ante mis ojos?
A veces las cosas no resultan como yo
esperaba. Invierto tiempo, esfuerzo, ganas y no consigo lo que quería. En esos
momentos se llena el alma de frustración.
Podría hacerlo mejor aún. Podría llegar al
cielo, a las estrellas. Conseguir mejores resultados en mi trabajo.
Y podría conseguir que mis relaciones familiares crecieran, fueran más hondas, más verdaderas.
Se trata de crecer
Podría hacer que mi vida tuviera nuevos
sueños e ilusiones. ¿Con qué cosas sueño? ¿Qué despierta en mi corazón la alegría?
Los sueños son importantes al empezar el
nuevo año. Sueño con una vida llena de momentos apasionantes. Quiero vivir cada
momento como si fuera único.
Soñar exige tener un alma flexible. Si me vuelvo
rígido no avanzo nada, no me dejo moldear por Dios.
Y si me pongo duro no me dejo hacer como el
barro en las manos del artesano, no dejo que me ayuden a crecer las
circunstancias de la vida.
Si me aferro a mi forma de hacer las cosas
y no estoy dispuesto a cambiarlas no voy a evolucionar. Y la vida consiste en crecer.
No soy igual al que era hace años, ni
siquiera hace un año. Tengo en el corazón el deseo de no conformarme con lo
vivido hasta ahora. No basta lo que ya he conseguido, puedo luchar más, dar más. Leía el otro
día:
«La única forma de avanzar es a base de que
nos hagan reconocer que no sabemos lo suficiente o que no hemos desarrollado
todo nuestro potencial. Si uno se acostumbra a hacer un ejercicio de insistencia, se llegan a
desplegar capacidades y conocimientos antes escondidos».
Toni Nadal Homar, Todo se puede entrenar (Alienta)
En camino para mejorar
No sé lo suficiente. Lo que digo no
convence a todo el mundo, ni siquiera a mí. Puedo mejorar mucho.
Lo que hago se puede hacer
mejor.
Tengo capacidades escondidas que no he desarrollado.
Corro el peligro de acomodarme y no querer
esforzarme en hacer cosas nuevas. Me he quedado en esa zona de confort de la
que tanto me hablan.
Puedo permanecer ahí quieto, inmóvil,
muerto, cansado, agobiado. O puedo pensar que no, que hay nuevos alicientes,
nuevas motivaciones, nuevos retos que mueven mi corazón inquieto. La insatisfacción me pone
en camino:
«La insatisfacción es el alimento de los
objetivos por conseguir. No hay más. Sin la sensación algo desagradable de que
quedan cosas por hacer no se persiguen los retos».
Toni Nadal Homar, Todo se puede entrenar (Alienta)
Tiempo para proyectar
No estoy cansado al comenzar el nuevo año.
Simplemente un poco aturdido ante tantos desafíos que veo ante
mis ojos.
Puedo quedarme quieto sin cambiar, o puedo
darlo todo para ser mejor persona, para cambiar el entorno en el que vivo, para
mejorar en todas las áreas de mi vida.
Pienso en el área en la que mido cómo estoy conmigo mismo,
mis retos personales, me conozco más.
Pienso en mi relación con Dios, ¿estoy
creciendo? ¿Qué cosas me ayudan a mejorar mi relación con
Dios, con María? ¿Cómo puedo mejorar mi vida de oración?
Pienso en el mundo de los vínculos. ¿Cómo
se encuentran mis vínculos familiares y
de amistad?
¿Cómo puedo crecer en ellos? ¿Qué relaciones tengo abandonadas?
Me fijo en el mundo del trabajo. ¿En qué puedo
crecer en el campo laboral?
En todos los aspectos de mi vida se
presentan desafíos. Casi necesitaría parar motores, dejarme un tiempo para meditar, para soñar, para pensar y
proyectar.
Dejar a un lado los miedos y darle el sí a
las circunstancias que rodean mi vida en este nuevo año.
No me asusto, no me relajo, se lo entrego todo a Dios y confío en que la alianza con María es una realidad que me permite crecer.
Carlos Padilla Esteban
Fuente: Aleteia