El continente asiático vive en los últimos tiempos una "oleada" de ejecuciones de condenados a pena de muerte.
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El Papa junto a los obispos japoneses. Dominio público |
En Japón, el Estado acabó con la vida, hace apenas unos
días, de Tomohiro Kato, un hombre que había apuñalado a muerte a siete personas
en 2008. En Singapur, por su parte, la salida de la pandemia coincidió con un dramático número de
ejecuciones: cinco en los últimos cinco meses.
En
este contexto, el Consejo de Justicia y Paz de la Iglesia católica japonesa
difundió una nota proponiendo
una reflexión más amplia sobre el magisterio de la Iglesia respecto a la pena
de muerte.
Enérgica protesta
"Expresamos
nuestro profundo dolor y nuestra enérgica protesta", se lee en el
comunicado, "contra la ejecución de Tomohiro Kato, de 39 años, detenido en
el centro de detención de Tokio, donde fue ejecutado el 26 de julio de 2022. Su preciosa vida fue arrebatada a
manos del Estado".
"Rezamos
por las víctimas y renovamos
nuestra convicción de que nunca hay una vida que no merezca ser vivida",
explica el texto. Dos años después, en 2018, el 26 de julio, seis condenados a
muerte vinculados al grupo terrorista Aum Shinrikyo fueron ejecutados juntos. "Nos horroriza", comentaba la
nota, "que el Estado haya elegido este mismo día y haya eliminado una vez
más a una persona" porque, a su criterio, "es una vida que no es
digna de ser vivida".
"A
la luz del Evangelio revelado por Jesucristo, la Iglesia Católica cree firmemente que la vida de toda persona
es preciosa", continúa el texto del Consejo de Justicia y Paz. "Y
que, por muy grave que sea
el pecado cometido por una persona, su dignidad nunca se ve disminuida. A
la luz de su misión de proteger toda la vida, no sólo enseña que la pena de
muerte es un ataque inaceptable a la inviolabilidad y la dignidad de la
persona, sino que expresa
su determinación de trabajar por su abolición en todo el mundo", comenta.
"En
un momento en que la aplicación rigurosa del sistema penal ha permitido evitar
la reiteración de los delitos y garantizar la seguridad de la sociedad por
medios distintos de la pena de muerte", escribe el órgano de la Iglesia
católica japonesa y, añade, "creemos
que la pena de muerte ha perdido su razón de ser, considerando el valor de la
vida humana".
Barbarie que crea más violencia
El
documento también recuerda cómo en los últimos días "por primera vez en décadas" se ha aplicado la pena de
muerte en Myanmar y cómo este hecho ha sido condenado por la comunidad
internacional. "Tal y como ha declarado el gobierno japonés", escribe
Justicia y Paz, es probable que esto "conduzca a un mayor
aislamiento".
Sin
embargo, estamos "gravemente preocupados" por el hecho de que el
Gobierno japonés siguió el mismo camino y cometió un acto escandaloso de
autodegradación de su posición internacional. La violencia de la pena de muerte nunca podrá construir
una sociedad pacífica. Es una barbarie que atenta contra los tiempos y crea más
violencia", explica.
"Hemos
aprendido de Jesucristo la verdad de que toda vida es preciosa -concluye el
texto-, alimentamos la
esperanza de la conversión, del perdón y de la verdadera reconciliación. Porque
aunque es difícil, no es en absoluto imposible. Al unísono con el Papa
Francisco y la Iglesia católica de todo el mundo, y uniendo nuestros corazones
y mentes con las personas de buena voluntad de todo el mundo que respetan los
derechos humanos, seguiremos
presionando para conseguir la abolición de la pena de muerte -un castigo cruel
y sin compasión- y para una moratoria inmediata de las ejecuciones",
concluye el texto.
Francisco, el primer valedor
La
postura de los obispos japoneses recuerda, una vez más, lo que defiende la Iglesia en este
tema. El Papa Francisco,
desde su nombramiento, ha reiterado en numerosas ocasiones el daño que produce
la pena de muerte y ha defendido su abolición. El ejemplo más
significativo de su pontificado fue el cambio en el Catecismo de la Iglesia
Católica.
Dicho
texto, en su versión del año 1992, permitía la pena de muerte, aunque lo
limitaba a cuando fuese "el único camino" o "absolutamente
necesario" para defender la vida de los ciudadanos. En 2018, el Papa Francisco ordenó
que se cambiara este párrafo de forma que se considerara la
pena de muerte como, directamente, "inadmisible" y que el
texto proclamara el compromiso de la Iglesia por abolir esta práctica penal.
Fuente: ReL