El rosario se convirtió en su "arma diaria" y al fin, tras confesarse, pudo recibir la Eucaristía.
Dominio público |
La joven estaba
"muerta en vida" cuando, sin saber cómo, acabó sufriendo una experiencia mística ante un
antiguo cuadro del Sagrado Corazón de Jesús.
Desde
que su padre se marchó, la
educación de Violeta quedó al cargo de su madre y sus abuelos, católicos
devotos que le proporcionaron una enseñanza cristiana en un nuevo colegio
de religiosas.
"No
encajaba en el estilo del colegio, recibí humillaciones y comentarios crueles de monjas y compañeros",
cuenta Violeta en Mater Mundi. Fueron
los primeros pasos que le llevaron a sacar, inconscientemente, a Dios de su
vida: "Todo esto fue produciendo un rechazo hacia todo lo que tenía que
ver con la Iglesia, y cuando
mi abuela me hablaba de Dios era lejano y justiciero".
Conforme se alejaba de la fe, Violeta
comenzó a trabajar y estudiar frenéticamente para sacar adelante a su
familia, lo que le llevó a buscar tenerlo siempre todo bajo control y evitar
las críticas para no ser, como de pequeña, rechazada otra vez.
Nueva Era, empoderada y sin frenos
"Ese
estilo de vida me fue
empoderando negativamente, era capaz de conseguir todo lo que me proponía y
toda mi vida era sin frenos, centrada en conseguir, vender y obtener",
explica.
Entre
los 16 y los 24 años, Violeta llegó a compaginar tres trabajos, los estudios y
la aparente seguridad que
encontraba consiguiendo "a todos los chicos que quería".
No
tardó en dar el salto al cine y comenzar su carrera como modelo. "Era muy querida, pero a más aplaudida y admirada era,
más grande era también mi vacío, y a más tenía, menos me
llenaba", admite.
Buscando
la paz, comenzó a viajar y profundizar en prácticas esotéricas y en la nueva era hasta que un día, llegó a
su casa y supo que "estaba vacía": "Miré en mi interior y vi que estaba sin
esperanza ni ilusión, todo lo había probado y no me había aportado nada".
La
joven, que durante años se dedicó a negar la existencia de Dios ante sus seres
queridos, al anticlericalismo
e incluso a difundir el aborto entre sus conocidas, se consideraba
"una muerta en vida y llena de oscuridad".
Una experiencia mística con el Sagrado
Corazón
Pero
ese día, sin saber cómo, entró a una iglesia y se quedó mirando un antiguo y
deteriorado cuadro del Sagrado Corazón de Jesús. "Mientras observaba
con la mirada perdida y muerta interiormente escuché la voz de Jesús que me decía: `No tienes nada que temer,
estoy contigo, tengo algo grande para ti´".
En
aquel momento, relata, todo se paró: "Sentí como si se me arrancara el corazón de piedra y un fuego de amor
que no era humano ardiese dentro de mí. De repente entendí todo, que había
sido creada desde el amor para el amor y que el Señor no es un Dios lejano que
condena, sino un Dios de amor que me esperó respetuosamente".
Sin
saber qué hacer ante aquella "experiencia mística", Violeta acudió a
una conocida que siempre había rezado por su conversión y le invitó a visitar
el Sagrario, "donde Jesús está vivo y presente a día de hoy".
Desde
ese día, la joven se dedicó a visitar el Sagrario día y noche y por primera vez
"no tenía que hacer ni decir nada, sentía la paz desde el silencio y Jesús hablaba y transformaba mi
corazón". Cada vez que visitaba el Sagrario, para Violeta era
"como estar en la puerta del Cielo".
Sin
embargo, hacía meses que Violeta asistía a misa y sentía "un deseo muy grande" de comulgar. "Jesús
me invitaba a ello, pero sabía que no podía porque no estaba en gracia. En cada
Eucaristía sentía que rechazaba esa invitación pero la deseaba", confiesa.
Una misión reservada para la Virgen
Sin
embargo, la joven era incapaz de arrepentirse de sus faltas de impureza:
"Yo deseaba comulgar, intenté
vivir en castidad pero humanamente era imposible, por mis propias fuerzas,
no podía".
Cansada,
Violeta decidió encomendarle su propósito a la Virgen. "Poco a poco fue
creciendo el deseo de la pureza y le dije que lo había intentado, pero que no
podía: `Tú eres la más pura de
las mujeres y te voy a pedir que me ayudes. Te encomiendo esta castidad y pureza que el Señor me está
pidiendo´".
"Acudiendo
a los sacramentos, ella me ayudó", confiesa. El rosario se convirtió en su
"arma diaria" y al fin, tras confesarse, pudo recibir la
Eucaristía.
"Sin
los sacramentos es imposible vivir la pureza. Al apoyarme en ellos es cuando
empiezo a entender lo destructivas que habían sido esas relaciones desordenadas, que habían roto mi dignidad de
mujer y cómo había utilizado a los hombres", admite.
"Tengo
momentos difíciles de humillación y rechazo incluso en la familia, siempre hay
una burla, o cuando renuncias a un trabajo o a un chico porque las cosas no son
honradas o porque sabes que el no va a respetar tu castidad. Pero seguir a Cristo no vale la pena,
vale la vida. La vida eterna empieza aquí, porque ya desde aquí se puede
degustar el cielo", concluye.
Violeta
Ferrera ha escrito un libro que pronto verá la luz en Argentina, gracias a la
Editorial Paulinas. Se titula “Hablar de la vida
es hablar del amor” y “no es mi historia -explica
Violeta-, pero tiene que ver conmigo, porque es la historia de una conversión
que lleva a la fuente verdadera del amor”.
Fuente: ReL