Avalancha de obispos auxiliares para renovar el episcopado español
El sacerdote Cristóbal Déniz, nombrado obispo auxiliar de Canarias |
Canarias,
según los últimos datos ofrecidos por la Oficina de Estadística de la
Conferencia Episcopal, tiene una población de 1.128.539, y cuenta con 299
parroquias y con 162 sacerdotes diocesanos. La diócesis de Tenerife, regida por
monseñor Bernardo Álvarez Afonso, cuenta con una población de 1.044.405,
con 312 parroquias y 209 sacerdotes diocesanos. ¿Por qué Canarias tiene un obispo
auxiliar y Tenerife no?, por ejemplo.
Las
respuestas pueden ser varias. Partiendo del supuesto de que, en condiciones
normales, el obispo auxiliar es pedido por el obispo titular “cuando lo
aconsejen las necesidades pastorales de una diócesis”, según el Código de
Derecho Canónico, la clave es por qué y para qué monseñor Mazuelos ha pedido un
auxiliar. ¿Razones personales o razones que trascienden la situación de
Canarias? Enfermedad, imposibilidad en la organización del día a día,
respuestas no convincentes.
El nombramiento de un obispo
auxiliar se realiza según la siguiente normativa: “Canon 377 § 4: Si no se ha
provisto legítimamente de otro modo, el Obispo diocesano que considere que debe
darse un auxiliar a su diócesis propondrá a la Sede Apostólica una lista de al
menos tres de los presbíteros que sean más idóneos para ese oficio”.
El
comentario de la web de los canonistas de Navarra, iuscanonicum.org añade
un interesante nota para este caso: “Si un Obispo diocesano considera que es
necesario el nombramiento de un Obispo auxiliar, propone a la Santa Sede una terna
de candidatos. La propuesta la puede hacer a través del Legado
pontificio”. ¿La puede hacer, la debe hacer, o se puede hacer si el concurso
del Nuncio? ¿Ha sido éste el caso? ¿Cuál puede ser el supuesto del Código sobre
“si no se ha provisto legítimamente de otro modo”?
Según fuentes especializadas
en Derecho Canónico consultadas por Religión
Confidencial, sería extraño que se hubieran saltado al Nuncio
en el desarrollo del proceso. Pero no en la propuesta originaria. El obispo
titular presenta una terna. No sería el primer caso reciente en que Roma
introdujera un nombre en la terna que no estaba en la del obispo y al final
fuere ése el elegido.
Las
fuentes citadas apuntan otra interpretación. No hay que descartar que la
estrategia de nombramiento de obispos en España, propugnada por los cardenales
Juan José Omella y Carlos Osoro, con la ayuda de la famosa “Comisión
de ayuda al Nuncio”, hubiera cambiado. Se trataría ahora de
proveer de obispos auxiliares a una serie de obispos titulares que facilitarían
una renovación del episcopado en unos años.
Esto
supondría que obispos cercanos a la cúpula de la
Conferencia Episcopal, además de aquellos que están en
diócesis que tradicionalmente han contado con obispos auxiliares, se habrían
apresurado a pedir a Roma un obispo auxiliar. Canarias sería por tanto la punta
de lanza de esta nueva vía, entre otras razones para poder encomendar a su
obispo otros trabajos fuera de su diócesis.
En
la agenda próxima de nombramiento de auxiliares estarían los solicitados por
las diócesis
de Getafe, Sevilla, Zaragoza, a los que habría que añadir
algunas más sorprendentes. Muchas de estas diócesis también a expensas de los
cambios o provisión de sus titulares.
La
historia se repite. No es la primera en la historia de la España contemporánea
que se utiliza la figura del obispo auxiliar para hacer un cambio en el
episcopado. Si como señala el historiador Vicente Cárcel Ortí, “a principios
del siglo XX los obispos auxiliares comenzaron a ser el problema para el Estado
español, fundamentalmente por razones económica”, esa estrategia se utilizó
para renovar el episcopado en los mediados de los sesenta y saltarse la
intervención del gobierno de Franco.
En
1966, el 25 por ciento de los obispos residenciales españoles habían sido
auxiliares. En junio de 1970, la prensa del régimen lanzó un duro ataque
a la Santa Sede por burlar el Concordato nombrando obispos auxiliares que luego
pasarían a ser residenciales.
Cárcel
Ortí reproduce en su libro “Pablo VI y España” una carta del arzobispo Pedro
Cantero, al Nuncio Dadaglio, con fecha de octubre de 1972, en la que el
arzobispo de Zaragoza le dice que él se opuso a que le nombraran auxiliares,
que no quería: “Faltaría la verdad si no manifestara a V. E. que su carta me ha
sorprendido y dolido, tanto por su contenido como por el procedimiento que V.
E. me propone para el nombramiento de Obispo Auxiliares en esta
Archidiócesis...”
Al final de la carta, monseñor
Cantero Cuadrado escribe: “Le suplico que en defensa de esta mi actitud no se
me obligue a observar el “Secreto Pontifical” porque el derecho natural y la
ética me eximen de esta obligación positiva”.
Fuente: ReligiónConfidencial