En su homilía de la Misa celebrada en el Policlínico Gemelli de Roma, Sede de la Facultad de Medicina de la Universidad Católica del Sagrado Corazón, el Papa destacó tres palabras: “Recuerdo, pasión y consuelo”.
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También pidió que Jesús abra los corazones de los que cuidan a los
enfermos. “A tu Corazón, Señor, encomendamos nuestra vocación de curar: haznos
sentir querida a cada persona que se acerca a nosotros con necesidad”
Tal como estaba previsto, ayer por la mañana poco después de las 10.00 el Santo Padre se dirigió en automóvil desde
la Casa de Santa Marta hasta el Policlínico Agostino Gemelli de Roma para
celebrar la Santa Misa con ocasión del 60º aniversario de la inauguración de
la Facultad de Medicina y
Cirugía de la Universidad Católica del Sagrado Corazón.
En su homilía, el Papa, tras
recordar la conmemoración “con gratitud” del “don de esta sede de la
Universidad Católica”, compartió con los participantes en esta Eucaristía
algunas reflexiones sobre su nombre. Ante todo, destacó que “está dedicado al
Sagrado Corazón de Jesús, al que se dedica este día, el primer viernes del
mes”. Y añadió:
“Al contemplar el Corazón de
Cristo, podemos guiarnos por tres palabras: recuerdo, pasión y consuelo”
Recuerdo
“Recuerdo”, dijo Francisco.
“Recordar significa volver con el corazón". Y explicó que el Corazón de
Cristo nos hace volver a lo que ha hecho por nosotros, “nos muestra a Jesús
ofreciéndose a sí mismo”, lo que significa “el compendio de su misericordia”.
“Mirándolo, como hace Juan en el Evangelio, es natural recordar su bondad, que
es gratuita e incondicional, no depende de nuestras obras. Y nos conmueve”,
afirmó el Papa.
“Con las prisas de hoy, en medio
de mil carreras y preocupaciones continuas, estamos perdiendo la capacidad de
conmovernos y de sentir compasión, porque estamos perdiendo ese retorno al
corazón, a la memoria”
En efecto, el Obispo de Roma
añadió que “sin memoria perdemos nuestras raíces y sin raíces no crecemos”. De
ahí la invitación a alimentar la memoria de quienes nos han amado, nos han
cuidado, nos han criado.
“Hoy quiero renovar mi
agradecimiento por las atenciones y el cariño que he recibido aquí. Creo que,
en esta época de pandemia, es bueno que recordemos incluso los momentos más
dolorosos: no para entristecernos, sino para no olvidar, y para orientar nuestras
decisiones a la luz de un pasado muy reciente”
El arte del
recuerdo
En cuanto a cómo funciona nuestra
memoria, simplificando, Francisco explicó que “podríamos decir que nos
acordamos de alguien o de algo cuando nos toca el corazón, cuando está ligado a
un afecto o a un desamor particular”. Pues bien, el Corazón de Jesús sana
nuestra memoria porque la devuelve al afecto fundacional.
“Nos recuerda que, pase lo que
pase en la vida, somos amados”. “Somos seres amados, hijos a los que el Padre
ama siempre y en todo caso, hermanos por los que late el Corazón de Cristo”.
Por esta razón, “cada vez que miramos ese Corazón nos descubrimos arraigados y
cimentados en el amor, como dijo el apóstol Pablo en la primera lectura”. El
Papa invitó a cultivar esta memoria, “que se fortalece cuando estamos cara a
cara con el Señor, especialmente cuando nos dejamos mirar y amar por Él en la
adoración”. A lo que añadió:
“Pero también podemos cultivar
entre nosotros el arte del recuerdo, atesorando los rostros que encontramos.
Pienso en los días agotadores en el hospital, en la universidad, en el trabajo.
Corremos el riesgo de que todo pase sin dejar rastro, o de que sólo quede el
cansancio y la fatiga. Nos viene bien, por la noche, repasar las caras que
hemos conocido, las sonrisas que hemos recibido, las buenas palabras. Son
recuerdos de amor y ayudan a nuestra memoria a reencontrarse”
De la importancia de estos
recuerdos en los hospitales Francisco manifestó que “pueden dar sentido al día
de un enfermo”. “Una palabra fraternal, una sonrisa, una caricia en la cara:
son recuerdos que curan por dentro, hacen bien al corazón. No olvidemos la
terapia de la memoria”.
Pasión
La pasión, prosiguió el
Pontífice, “es la segunda palabra”. “El Corazón de Cristo no es una devoción
piadosa para sentir un poco de calor en el interior, no es una imagen tierna
que despierte afecto. Es un corazón apasionado, herido de amor, desgarrado por
nosotros en la cruz”.
“El Sagrado Corazón es el icono
de la Pasión: nos muestra la ternura visceral de Dios, su pasión amorosa por
nosotros y, al mismo tiempo, superado por la cruz y rodeado de espinas, nos
muestra cuánto sufrimiento ha costado nuestra salvación. En su ternura y dolor,
ese Corazón revela, en definitiva, lo que es la pasión de Dios: el hombre”
Lo que sugiere además que “si
realmente queremos amar a Dios, debemos apasionarnos por el hombre, por todo
hombre, especialmente por aquellos que viven la condición en la que se
manifestó el Corazón de Jesús: el dolor, el abandono, el descarte”. “Porque el
Corazón desgarrado de Dios es elocuente. Habla sin palabras, porque es
misericordia en estado puro, amor que hiere y da vida. Es Dios”.
“¡Cuántas palabras decimos de
Dios sin mostrar amor! Pero el amor habla por sí mismo, no habla de sí mismo.
Pidamos la gracia de apasionarnos por el hombre que sufre, de apasionarnos por
el servicio, para que la Iglesia, antes de tener palabras que decir, conserve
un corazón que lata con amor”
Consuelo
La tercera palabra que destacó el
Papa es “consuelo”. Y
explicó que “indica una fuerza que no viene de nosotros, sino de los que están
con nosotros. Jesús, el Dios-con-nosotros, nos da esta fuerza, su Corazón nos
da valor en la adversidad”.
Después de aludir a las “tantas
incertidumbres nos asustan”, el Obispo de Roma dijo que “en este tiempo de
pandemia nos hemos descubierto más pequeños y frágiles”. Y que, a pesar de los
tantos avances, “esto también es evidente en el campo de la medicina”, “con
tantas enfermedades raras y desconocidas, cuánto esfuerzo se necesita para
estar al día con las patologías, las estructuras de tratamiento, un servicio de
salud que sea realmente lo que debe ser, para todos”. Podríamos desanimarnos,
dijo el Papa, por eso “necesitamos consuelo”. El Corazón de Jesús late por
nosotros, repitiendo siempre esas palabras:
“Ánimo hermana, ánimo hermano, no
te desanimes, el Señor tu Dios es más grande que tus males, te lleva de la mano
y te acaricia. Él es su consuelo”
Hacia el final de su homilía el
Pontífice dijo que “si miramos la realidad desde la grandeza” del Corazón de
Jesús, “cambia la perspectiva, cambia nuestro conocimiento de la vida porque,
como nos recordaba San Pablo, conocemos el amor de Cristo que supera todo conocimiento".
“[ Animémonos con esta certeza,
con el consuelo de Dios. Y pidamos al Sagrado Corazón la gracia de poder
consolar a su vez. Es una gracia que hay que pedir, mientras nos comprometemos
con valentía a abrirnos, a ayudarnos unos a otros, a llevar las cargas de los
demás. También se aplica al futuro de la sanidad, especialmente de la sanidad
católica: compartir, apoyarse mutuamente, avanzar juntos]”
“Que Jesús – concluyó Francisco –
abra los corazones de los que cuidan a los enfermos a la colaboración y la
cohesión. A tu Corazón, Señor, encomendamos nuestra vocación de curar: haznos
sentir querida a cada persona que se acerca a nosotros con necesidad”.
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