En la Jornada Mundial de la Juventud de Madrid, Benedicto XVI animó a «afrontar las pruebas de la vida» con Cristo. Una década después, Alfa y Omega reúne a cuatro jóvenes participantes
Peregrinos en Cuatro Vientos. Foto: Ángel de Antonio |
«Gracias por
vuestra alegría y resistencia. Vuestra fuerza es mayor que la lluvia». Entre
aclamaciones, el Papa Benedicto XVI se dirigió así a los casi dos millones de
jóvenes concentrados en Cuatro Vientos el 20 de agosto de 2011, después de que
una tormenta de verano le obligara a suspender su intervención en uno de los
actos centrales de la Jornada Mundial de la Juventud de Madrid (JMJ). «Igual
que esta noche, con Cristo podréis siempre afrontar las pruebas de la vida»,
insistió tras el posterior rato de adoración al Santísimo, que se produjo en un
silencio sepulcral ante la espectacular custodia de Arfe.
El sacerdote
jesuita Nubar Hamparzoumian (34 años ahora) recuerda con una sonrisa «el gran
diluvio y el viento que se llevó todo», en un día que había empezado con
calorazo, y valora que, «aun así, la gente supo estar alegre, contenta y en
fiesta». Recién salido del noviciado, vivió durante aquella JMJ «el gran
ejemplo de lo que es la Iglesia», que «con distintas espiritualidades» lleva a
los demás «la alegría del Evangelio» como pide el Papa Francisco. Además,
conoció «a muchas personas» con las que ha seguido «compartiendo vida,
compartiendo camino» –según detalla– y con las que incluso ha trabajado en
iniciativas comunicativas en medios y redes para ayudar a otros a «encontrar a
Dios en todas las cosas».
En términos
parecidos se expresa el periodista Álvaro de Juana (37 años), para el que
«Cuatro Vientos fue sorprendente, imprevisible», y al que la JMJ le hizo
«entender que Dios también está en los imprevistos». Él estuvo en el equipo de
Actos Centrales y, aunque deja caer que a veces le habría gustado vivir las
jornadas «como un peregrino más», es consciente de la suerte de estar «a pocos
metros de Benedicto XVI» y se sabe «testigo directo de la riqueza de la
Iglesia». Ahora ultima una serie de documentales por el décimo aniversario, que
podrán verse en TRECE del 16 al 20 de agosto a las 22:00 horas. En ellos
resuenan, según adelanta, invitaciones del Pontífice aún vigentes como la de
buscar «la verdad y el bien», sin dejarse llevar por «la superficialidad, el
consumismo y el hedonismo», o la de no pasar de largo ante el «sufrimiento
humano».
«Amar es
servir»
Al igual que De
Juana, María Sánchez de Tembleque (35 años y dos hijos de 1 y 2 años y medio)
también pasó gran parte de la JMJ entre bambalinas. Entró en la organización en
verano de 2010, al poco de presentar su proyecto fin de carrera de
Arquitectura, como parte del equipo de Logística y Alojamientos. Primero como
voluntaria y luego contratada, hizo planos de la provincia eclesiástica y de
alojamientos (parroquias, polideportivos, colegios…), en diálogo con la
Administración. «Fue el primer trabajo de mi vida y el mejor. Fue superintenso,
pero muy gratificante», rememora.
Durante la JMJ,
con base de operaciones en Ifema, se dedicó a resolver toda clase de «problemas
y dudas» que llegaban desde los alojamientos y guarda la imagen de los
peregrinos «contentos y educados, viviendo la fe y creando comunidad». Con el
trajín, no pudo detenerse mucho en lo que les decía Benedicto XVI hasta la Misa
de clausura, que fue «preciosa», y el encuentro con los voluntarios, donde vio
que «tenía sentido lo que habíamos hecho». El Papa les dijo que «amar es servir
y el servicio acrecienta el amor», y los animó a custodiar «esta gozosa
experiencia» y a crecer en «la entrega de vosotros mismos a Dios y a los
hombres». Sánchez de Tembleque tomó nota y se dio cuenta de que «como laica
tenía una función en la Iglesia»; hizo «un máster de formación del profesorado»
y, desde entonces, ha dado clases en varios colegios concertados.
Jorge Boada (34 años), ordenado diácono hace poco más de un mes, también estuvo volcado en la organización. Chico de parroquia, de Aluche, entró como voluntario en la Delegación de Jóvenes después de la JMJ de Sídney 2009 y acabó involucrado en todo: desde los aspectos organizativos previos hasta el desmontaje a finales de 2011, pasando por el acompañamiento a «chavales extranjeros» durante la jornada en sí. A las puertas del sacerdocio, se queda con la llamada a buscar la «unidad en la Iglesia» y a la «evangelización» y con que, en medio de la tormenta, «en un momento complicado» como lo es hoy la pandemia, Pedro emergió como «un padre y un pastor», «que nos reúne» y recuerda que el Señor «está en medio de nosotros».
Rodrigo Pinedo
Fuente: Alfa y
Omega