La Conferencia Episcopal Española ha hecho público hoy el documento Fieles al envío misionero aprobado por la Asamblea Plenaria con las orientaciones y las líneas de acción para la CEE en el período 2021-2025
CEE |
La Conferencia
Episcopal Española ofrece en este documento unas orientaciones y líneas de
trabajo especialmente dirigidas a los órganos de la propia Conferencia.
Fieles al envío
misionero es fruto de un ejercicio de discernimiento compartido por los
obispos, los órganos colegiados de la CEE y los colaboradores, para aproximarse
a la realidad social y eclesial y sugerir unas orientaciones pastorales que han
realizado, a lo largo de varios meses de diálogo.
El documento
comienza con una reflexión sobre el modo de realizar el mandato del Señor,
«id y anunciad el Evangelio», en la actual sociedad española, a la luz del
impulso dado por el Papa Francisco para, en modo sinodal, descubrir el paso y
la voluntad de Dios para este tiempo. Se trata de ofrecer, desde la
colegialidad y el discernimiento de la Conferencia Episcopal, a las diócesis
españolas y a sus obispos algunas claves del actual contexto, social y
eclesial, criterios, prioridades y líneas de trabajo para impulsar la
conversión pastoral, personal e institucional que el papa pide.
Ante los
desafíos del cambio de época y el continuo dinamismo de este tiempo, los
obispos proponen una dinámica de salida misionera que brota de la alegría de la
misericordia y exige conversión pastoral y que debe ser, para este tiempo, el
paradigma de toda la obra de la Iglesia.
El momento
presente
El contexto
actual muestra un gran cambio social que ha generado una sociedad desvinculada,
desordenada e insegura en la que crece la desconfianza y el enfrentamiento. En
este momento, las transformaciones tecnológicas, económicas y culturales que
afectan a la existencia de las personas dan un salto adelante con la pretensión
de una transformación antropológica que encaje con el sistema económico
dominante. Se propone para ello un estilo de vida y de organización de la
convivencia que hagan posible esa transformación.
La cultura
relativista dominante abre el camino para un capitalismo moralista que no solo
regula la producción y el consumo, sino que impone valores y estilos de vida.
Los datos entregados por los usuarios digitales dan acceso a los deseos y pensamientos
de la población y a partir de ello, se ofrece una «voluntad artificial» capaz
de «hacer querer» y «hacer decidir» a los usuarios.
El mismo
relativismo disuelve los valores absolutos e impide los juicios universales,
todo está en función de la percepción subjetiva y de los intereses de los
grupos de poder. En este contexto, los compromisos estables y la vivencia de la
fe se hacen difíciles. La vida queda desarraigada de la verdad y el bien
objetivos y pasa a depender del consenso social y, en última instancia, de
quienes pueden imponer su voluntad. Los más débiles y los pobres quedan
excluidos. La comunidad digital no llega a constituir un nosotros, un pueblo,
sino que es una suma de individualidades aisladas.
En el origen
de este proceso transformador está un empobrecimiento espiritual y una pérdida
de sentido que lleva a vivir en un nihilismo sin drama. El olvido de Dios, la
indiferencia religiosa, la despreocupación por las cuestiones fundamentales
sobre el origen y destino trascendente del ser humano, determinan el
comportamiento moral y social de las personas. Incluso quienes se sienten
creyentes viven y organizan su existencia «como si Dios no existiera».
Dos lugares
donde el empobrecimiento espiritual tiene especial arraigo son la familia y la
sociedad. La secularización ha influido notablemente en el deterioro de la
familia llamada tradicional, y este deterioro ha impulsado el declive
religioso, pues se quiebra la institución básica en la transmisión de la fe y
en la configuración de la persona. Si en la familia se recibe la vida y se
inician las experiencias elementales de la vida humana (amar y ser amado, hacer
y colaborar, el descanso, la fiesta y el duelo), con el debilitamiento del
vínculo familiar se provoca la pérdida de vínculos sociales: el elogio de la
autonomía individual y la permanente reclamación del derecho a tener derechos
entroniza al individuo y hace sospechoso cualquier vínculo.
En este
contexto tan transformado, es necesario seguir afirmando que:
- La vivencia
religiosa, la fe en Dios, aporta claridad y firmeza a las valoraciones éticas.
- La experiencia
de ser amados por Dios Padre nos conduce a la caridad fraterna
- Al mismo
tiempo, el amor fraterno nos acerca a Dios.
- El matrimonio
cristiano, un sí para siempre abierto a la vida, como fruto del amor, es la
promesa cumplida de la necesidad y del deseo que todos tenemos de amar y de ser
amados
El contexto
social y eclesial
La pandemia ha
puesto de manifiesto muchos problemas ya existentes personas sin hogar,
ancianos solos y residencias con carencias, temporeros e inmigrantes en
condiciones inhumanas, formas de vida y diversión. También la crisis de la
democracia representativa y los límites del Estado autonómico; populismos
identitarios que tienden a exacerbarse. A la vista de todo ello, los obispos
señalan que esta situación como un momento histórico de fuerte llamada a la
renovación para la humanidad y para la Iglesia.
Para salir al
paso de esta situación es preciso el concurso de todos. La sinodalidad y el
discernimiento deben ser los ejes espirituales y metodológicos del proceso que
permita afrontar los retos señalados. La sinodalidad es caminar juntos, invocar
al Espíritu, escuchar y acompañar. El discernimiento sinodal es la clave de
fondo que sugiere las acciones que realizar, en la doble escucha del Señor y de
los deseos las personas de este tiempo, a los que se sale al paso en salida
misionera.
La sinodalidad
no es un tema para reflexionar, sino un modo de ser y de trabajar en la
Iglesia, que nos lleva a vivir una auténtica comunión y corresponsabilidad
entre pastores, consagrados y laicos. La Iglesia, Pueblo de Dios, está llamada
a vivir la comunión, desde la vocación y para la misión.
Al mismo
tiempo, es preciso acoger el desafío misionero como llamada a dar testimonio:
conversión pastoral para una salida misionera
Fuente: Revista
Ecclesia