Necesitamos leer las Sagradas Escrituras para conocer a Dios, lo que pide de nosotros, el camino que debemos tomar...
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“La
palabra de Dios es viva y eficaz, más penetrante que espada de doble filo, y
penetra hasta donde se dividen el alma y el espíritu…”
Hebreos 4, 12
Últimamente
paso más tiempo leyendo la Palabra de Dios. Es maravilloso pensar que al
leer la Biblia escuchas a Dios quien con una ternura infinita te llama: “HIJO”
y te dice que no temas, que Él camina contigo.
Hace poco me
preguntaba qué quería Dios de mí, cuál era su voluntad en mi vida. Abrí la
Biblia y allí estaba la respuesta. ¡Fue increíble!
«Estén siempre
alegres, oren sin cesar, den gracias a Dios en toda situación, porque esta es
su voluntad para ustedes en Cristo Jesús»
1 Tesalonicenses 5, 16-18
Escrito para ti
A veces
encuentro en la Biblia versículos asombrosos que me dejan de una pieza. Los
pienso y reflexiono en ellos hasta exprimirlos espiritualmente y sacarles
provecho en mi vida.
Es curioso, sé
que los he leído antes, también sé que en las misas los he escuchado cuando el
sacerdote proclama la Palabra. Pero de pronto ocurre que siento algo especial
diferente, como si lo leyera por primera vez.
En esos
momentos, una turbulencia interior me llena el alma, me parece que los
escribieron para mí, justo para el momento difícil que vivo. ¿Te ha pasado
alguna vez?
Un libro para
conocer a Dios
Es hora de leer
nuestras Biblias.
En mis escritos
de Aleteia estoy sugiriendo, insistiendo, invitando a los católicos a
que retomen la lectura reflexionada de la Biblia.
Tomen esas
Biblias que tienen guardadas por años, abiertas, sin ser leídas, reposando
sobre un atril de madera en algún rincón de la casa como un adorno.
Necesitamos
leer las Sagradas Escrituras para conocer a Dios, lo que pide de nosotros, el
camino que debemos tomar. También nos da normas de comportamiento y palabras de
aliento.
De cuando en
cuando te encuentras con palabras poderosas que te estremecen el alma. Así me
pasó hoy.
Busca tu
Biblia, ábrela y ve a Romanos 8, 38-39. Lee por favor, despacio, en voz alta,
reflexionando cada palabra:
“Yo sé que ni
la muerte ni la vida, ni los ángeles ni las fuerzas del universo, ni el
presente ni el futuro, ni las fuerzas espirituales, ya sean del cielo o de los
abismos, ni ninguna otra criatura podrán apartarnos del amor de Dios,
manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor.”
¡Qué belleza! ¡Nada
ni nadie podrá apartarnos del amor eterno de Dios!
Gracias Dios
mío, por amarnos tanto, a pesar de lo que somos y hemos sido. Gracias por ser
nuestro Padre, eterno, Misericordioso y justo.
Claudio de
Castro
Fuente: Aleteia