Iniciadora del Camino Neocatecumenal junto a Kiko Argüello
Carmen Hernández. Dominio público |
«Al
haber transcurrido ya cinco años desde su muerte se pueden dar ya estos
primeros pasos iniciales», explica Carlos Metola,
postulador de la fase diocesana de la causa.
En
este tiempo se han recogido los numerosos escritos personales de Carmen
Hernández, «más de 16.000 páginas, unos 60 o 70 volúmenes», dice Metola. Son,
sobre todo, las transcripciones de catequesis, encuentros y reuniones en las
que intervino Carmen, junto a Kiko Argüello, en su labor de evangelización
itinerante por los cinco continentes durante más de 50 años. Junto a estos
textos también se han recogido sus cartas personales, bocetos de catequesis,
numerosos diarios y otros escritos.
Además, se
han recabado cerca de 1.500 comunicaciones de favores procedentes de más de 70
países distintos. De todas ellas, el 35 % tiene que ver con
problemas de embarazos y partos y otro 30 % con recuperaciones de enfermedades,
«algunas impresionantes, relacionadas con curaciones inexplicables».
Su inédita vida interior
En
esta labor de investigación de sus escritos –«lo hacía todos los días,
normalmente por la noche»– ha aflorado una Carmen Hernández inédita. Metola ha
buscado lo que anotaba en días importantes de encuentros con los Papas, con
obispos, con jóvenes… «La veías feliz, predicando, rodeada de gente –señala–,
pero luego por la noche escribía confidencias a Jesucristo, como «por fin
solos, Amado mío», «estoy en la nada pero te quiero, Amor mío». Sin duda tenía
una gran vida interior, muy profunda».
Emerge
también una mujer «enamorada de la Escritura, siempre con la Biblia a todas
partes», muy metida en la oración –«no salía de su habitación sin haber rezado
los salmos»– y muy estudiosa: «Tenía cerca de 5.000 libros, muchos de ellos
sobre la Eucaristía y la Penitencia, subrayados y muy usados».
Junto
a ello, el postulador destaca su amor a la Iglesia y al Papa. De hecho, a san
Juan Pablo II «le preparaba platos que sabía que le gustaban, como signo de una
gran familiaridad, y tenía con él detalles que no se le ocurrían a nadie más».
También tenía un amor muy grande por las que ella llamaba las «ovejas
perdidas», personas que pasaban por un sufrimiento especial: «Carmen conocía
las situaciones familiares de muchos hermanos de las comunidades, y los llamaba
por teléfono en momentos especialmente difíciles».
Si
el cardenal Osoro lo estima oportuno, es de esperar que se abra en unos meses
la fase diocesana del proceso sobre su vida, virtudes y fama de santidad.
Después daría inicio la declaración de numerosos testigos que la conocieron,
así como el trabajo de una comisión histórica y otra de teólogos que estudiarán
todos sus escritos. Al acabar esta labor se enviaría todo al Vaticano para que
se estudien de nuevo los documentos en la fase romana y avance así el proceso
de canonización.
En
esta labor de divulgación de su fama de santidad cobra especial relevancia la
biografía oficial Carmen Hernández. Notas biográficas,
en la que Kiko Argüello define a Carmen como «una mujer profunda, auténtica y
libre», «importantísima no solo para el Camino, sino para toda la Iglesia».
Fuente:
AyO/InfoCatólica