Tuvo muchos novios y dejó al último con los preparativos de su boda pues eligió al mejor: Jesús de Nazaret
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Gentileza |
Sor
Raquel tiene un rostro, ojos y sonrisa llenas de luz. Se ha convertido en influencer en las redes sociales y trae una historia fascinante,
donde ella reconoce que el don de la belleza no lo es todo en esta vida.
Prepárate, conocerás a esta religiosa que con su carisma evangeliza las redes
sociales del mundo. ¿Te enamoras con facilidad? Esta historia te encantará.
-Sor Raquel, muchas gracias por
concedernos esta entrevista para Aleteia. ¿Nos puede decir su nombre completo,
dónde nació, cuántos años tiene y dónde vive actualmente?
Tengo 26 años. Mi nombre es Raquel Coss Negrete. Nací en la ciudad
de Morelia, Michoacán, y actualmente vivo en Mexicali, Baja California. Pero yo
crecí muy al norte, en la frontera de Chihuahua; en Ciudad Juárez me crié.
-¿Cuáles son los talentos que Dios le dio? ¿Qué
habilidades tiene? ¿Cuáles considera que son sus mayores virtudes?
Yo me he descubierto como una mujer muy espontánea, muy alegre,
que creo que es algo que siempre me ha ayudado en la vocación desde que tomé
esta decisión. Y muy optimista. El optimismo creo que es uno de los dones más
importantes que a mí me ayudan, y me hace sentir plena; ¡creo que es lo más
importante!
“Yo hacía de
todo pero no hacía nada”
-¿Cómo era su vida antes de que se
consagrara? ¿Qué actividades tenía dentro de la Iglesia católica?
Anteriormente yo me dedicaba a estudiar y a trabajar. Tenía una
relación, estaba en un grupo juvenil, era catequista, era monaguilla y también
trabajaba en la radio como locutora. Esa experiencia de estar en la radio
ocurrió unos meses antes de venirme al convento. Era una radio católica y yo
hacía de todo pero no hacía nada; me refiero a que hacía muchas
cosas pero en realidad no hacía algo que trascendiera o dejara huella.
Y estaba en la Universidad. Estaba estudiando literatura, tenía
una pareja y era feliz. Estaba muy cómoda, la mera verdad.
-¿Por cuánto tiempo fue catequista? ¿Y
se podría decir que ése fue un primer llamado a la vocación religiosa?
Yo era catequista de jóvenes. Duré casi 6 años en ello; me
dedicaba a formarlos en la fe pero de una forma espiritual. En la catequesis
siempre está primero la enseñanza o la doctrina de la Iglesia, luego la parte
humana y también la parte espiritual; y a mí siempre me encargaban la parte
espiritual, que era donde yo me enfocaba.
Siempre lo que tú das, lo que tú compartes, como decir “Dios te
ama”, o hablar de la oración y del rezo del Rosario, también te interpela a ti.
Y yo me preguntaba: “¿Me estoy creyendo lo que estoy diciendo?”.
-¿Qué la había llevado a tomar la
decisión de ser catequista?
La mera verdad, mi mamá me obligó. Es que yo hice mi primera
Comunión a los 8 años, y desde los 8 años yo era tremenda, tremenda. Mi hermano
fue el primero en entrar a un grupo juvenil, y yo pensaba: “Yo quiero ser como
mi hermano, yo quiero andar igual que él”. Entonces, tras hacer mi Primera
Comunión, entré a un grupito de perseverancia, donde estuve tres años.
Cuando tenía 13 años yo ya andaba en la edad de la cuerda; yo ya
andaba echando el ojo aquí o echando el ojo allá, y yo ya quería estar entre
los jóvenes; pero aún era muy pequeña para poder entrar. Entonces, esos 2 años
antes de cumplir los 15 años, me dediqué a ser monaguilla, aunque en total fui
monaguilla como por 11 años. Y, cuando cumplí los 15 me confirmé y después pasé
a ser catequista de jóvenes. ¡Y sí fue una experiencia fuerte!
Una
experiencia fuerte al ser catequista
-¿Por qué una experiencia fuerte el
ser catequista?
Porque mi personalidad es muy espontánea, improviso demasiado.
Entonces ahí me decían que no debía improvisar sino que tenía que prepararme, y
yo era muy nerviosa, ¡nada que ver con lo que soy ahora! Era súper nerviosa,
muy tímida, me comía las uñas; no podía mantener una charla delante de alguien
porque me sudaban las manos, o los nervios los canalizaba gritándoles. Así que
sí fue una experiencia muy fuerte.
-Ahora la catequesis ya es un
ministerio dentro de la Iglesia Católica. ¿Qué palabras tiene usted respecto de
esta iniciativa y acción de Francisco?
Justamente el documento que mandó Francisco nos lo mostraron
después de que aquí, en la comunidad parroquial tuvimos Confirmaciones, y yo
veía el trabajo de los catequistas y pensé que debía ser reconocido. Porque
enseñarle a un niño de 5 a 7 años, desde pre–kinder, pre-Eucaristía,
Eucaristía y luego Confirmación; y enseñarles el padrenuestro y el avemaría,
uno puede pensar: “Son cosas súper sencillas”. Pero no es cierto, no es verdad.
O, por ejemplo, enseñarle los Mandamientos, o enseñarle qué es el pecado o el
amor de Dios, no es fácil, y mucho menos si son niños.
O, en el caso de los jóvenes, al menos en Estados Unidos y en
México, en las fronteras, existe un grupo que se llama RICA, que se dedica a
formar a los jóvenes que no tienen ningún sacramento, a esos catecúmenos; y
formar a esos jóvenes, que van apáticos, que van sin ganas, que no te quieren
ni voltear a ver, pues sí es muy complicado.
¡Y luego todavía te piden que te formes tú! Estoy muy feliz de que
se reconozca la labor de los catequistas, porque es una labor increíble. Y
aparte porque es el primer contacto católico que tienen los niños; yo me
acuerdo de mis catequistas viejitos y pienso: “¡Ay, qué bonito!”. Yo tengo
impacto de ellos; y los niños en algún momento van a decir: “Oh, mi catequista
de aquel tiempo…!”. Entonces sí estoy muy feliz de que se les reconozca su
labor.
-¿A qué congregación pertenece, y cuál
es el carisma de ésta?
Soy Dominica de la Doctrina Cristiana. Estamos unidas a la Orden
de los Predicadores, los dominicos, y el carisma es la predicación y
evangelización mediante la labor socioeducativa, misiones y ayuda a los más
pobres. Tenemos guarderías, tenemos escuelas; tenemos dos misiones ad gentes, una
en África y la otra en Perú. Y estamos en Estados Unidos, África, Perú,
Colombia y México.
-¿Usted dónde está y qué está
haciendo?
Actualmente, por la región, pertenezco a la Provincia de
Norteamérica. Entonces estoy casi en la frontera de Estados Unidos; estoy en
Mexicali, trabajando en una parroquia que es una comunidad muy grande y que
tiene 3 capillas; y ahorita, con la situación de la pandemia, estamos tratando
de renovar y reanimar el primer amor.
Y trabajamos con los dominicos; nos dedicamos a la formación de
los catequistas, de los ministros y de todos los grupos parroquiales que
existen; pero también tenemos misiones que tienen que ver con la promoción
vocacional de jóvenes. A eso nos dedicamos.
-La hemos visto muy activa en las
redes sociales, se está volviendo muy viral su sonrisa, su luz, su
espontaneidad. ¿Por qué las redes sociales?
Mucho de esto inició desde la pandemia; fue un punto de partida
muy fuerte. Yo me acuerdo que el año pasado escribí una carta donde solicité
hacer un voluntariado en Corpus Christi, Estados Unidos, porque estaban
solicitando personas para ayudar en los hospitales, para hacer despensas o
colaborar por la situación. Entonces yo hice mi carta a las hermanas, la
entregué, y me dijeron: “No, es que no nada más eres tú, es la comunidad, es tu
familia; tú vas y estás en peligro, te vas a arriesgar y vas a arriesgar a la
comunidad. Lo que tienes que hacer es buscar una forma de llevar el Evangelio,
pero que no sea arriesgándote o arriesgando tu vida; porque no sólo eres tú,
sino también tu comunidad”. Y me dije: “Sí, es cierto”.
Entonces me imaginé lo que podía hacer, y unas hermanas y yo
iniciamos haciendo unos videos en Facebook. Nuestra intención era que la gente
nos preguntara, o que tratara de relacionarse; queríamos que supieran que
estábamos ahí, apoyando, estando con ellos.
Las tres hermanas con las que yo estaba eran medio tímidas; pero a
una se le daba la edición, a otra se le daba como que la estructura, y a la
tercera se le daba también estar editando. Y a mí se me daba el verbo.
Así fue como comenzamos; pero nos separaron, y cuando ya me
asignaron a Mexicali yo decidí continuar; entonces esto siguió, y yo la verdad
no me esperaba esto. No era mi intención, y tampoco sigue siendo mi intención
pegar, como yo veo en otros. No sé si me explico, pero así fue como inició
todo.
Qué ocurrió con el novio
-Regresando a su llamado vocacional,
usted nos comentó que tenía pareja. ¿Era su pareja y vivía con él, o era su
novio? ¿Cómo era eso?
Sí tenía novio. Tuve muchos novios. Yo siempre me he enamorado muy
fácilmente, siempre he sido muy sentimental y eso me ayudaba mucho a poder
relacionarme con el sexo opuesto. Eso me fue ayudando demasiado, al grado de
que a los 15 años, cuando tuve una experiencia con una congregación, dije:
“Esto no es para mí, definitivamente no es para mí”.
Entonces inicié la preparatoria y conocí a alguien que fue mi
relación más larga, de casi 3 años con él. Y ahí ya hubo un compromiso de por
medio.
-Platíquenos, sor Raquel, del vestido de novia y
de todos los preparativos. ¿Dejó “vestido y alborotado” al muchacho?
Nos comprometimos en un octubre, y fue como muy espontáneo. Como
la relación ya tenía 2 años, si no me equivoco, fue como un “hay que ser como
una de esas parejas jóvenes que se casan, se apoyan y emprenden juntos”. Eran
planes, y yo estaba ilusionada, muy emocionada.
Entonces nos comprometimos un octubre, pero nadie supo nada, nada,
nada. Pasó el tiempo y teníamos la fecha para diciembre del otro año, y en ese
proceso fuimos al registro civil para ver lo que necesitábamos, ya teníamos los
papeles; pero mi familia no sabía, y la familia de él tampoco.
Yo ya tenía la idea de qué era lo que me iba a poner. Iba a ser
algo muy sencillo, e iba a ser en secreto, la mera verdad; nadie se iba a
enterar sino hasta ya después.
Pero se da la situación de que conozco a las hermanas, y vienen
las crisis existenciales de que “qué voy a hacer con mi vida” y “no quiero esto
pero sí lo quiero”; es cuando ya empiezo a dudar y a preguntarme: “¿De verdad
quiero compartir la vida con un hombre?”. Él es muy bueno, y yo le estoy muy
agradecida por todos los aprendizajes; pero yo con él me di cuenta de que el
matrimonio… Incluso yo asimilo y digo: “Señor, si tú no me quieres en esta
vida, yo sé que el matrimonio no es una vocación para mí”.
«Entendí que
el matrimonio no era para mí»
Con ello yo entendí que el matrimonio no era para mí. Y no porque
yo dijera: “¡Qué experiencia tan más fea!”, sino porque yo no me veo
compartiendo la vida con alguien, con él, sino que yo me veo compartiendo la
vida con muchas personas desde una perspectiva misionera, teológica,
cristocéntrica.
Cuando yo conozco a las hermanas es cuando le digo: “¿Sabes qué?,
está pasando esto”; y él, súper tierno, me dice: “Ok, ve y haz tu experiencia y
yo te espero”; y yo: “¡Ay, no!”. Es que siempre, en mi manera de ser, porque
tengo TDAH, que es un déficit de atención, soy de “sí” o “no”, de “bien hecho”
o de “mal hecho”, una de dos. Así que yo era de “te dejo y ya no volvemos” o
“no te dejo y nos casamos”.
Entonces le dije: “No. ¿Sabes qué? Hasta aquí. Es que no puedo
yo”. Así fue el proceso.
-¿Le lloró su novio, sor Raquel?
Yo me acuerdo que… No sé, cuando yo se lo dije sí se puso triste,
y yo también me puse muy triste; ¡claro que sí!, porque ya había historia, ya
había comunicación.
Yo me acuerdo que no lloró, pero sí se puso muy triste; incluso
después de que yo entré al convento me buscó una vez. Y la verdad es que
nos volvimos a encontrar 3 años después. Y nunca hemos hablado de eso.
-¿Y ya no siente nada por él?
No. Hay una película que se llama “De dioses y hombres”, que no he
visto, pero el tráiler me gustó. Se trata de unos religiosos, creo que
benedictinos o cistercienses, no sé. El punto es que, en el tráiler, a un
sacerdote muy anciano le pregunta una muchacha: “Padre, ¿por qué usted nunca se
casó, o por qué eligió esta vida?”, y él dice: “Tuve muchos amores; muchos,
muchos amores, de los cuales me enamoré. Pero sólo un Amor me hizo decidirme
por Él”.
Y yo ahí me identifico totalmente. Tuve muchos amores, de los
cuales aprendí, y estoy muy agradecida; pero sólo uno me pudo hacer moverme,
como no estancarme, sino salir de mí misma.
El Amor con mayúsculas
-¿Y quién fue ese amor?
Jesús. Sin duda alguna. Un amor con mayúscula.
-Pero Jesús no la puede besar ni abrazar…
No, para nada. Incluso es un tema complejo, porque no puedes
sentir el afecto físico; pero el afecto de las caricias o del beso o de la
intimidad con alguien no lo es todo, y no lo entendemos hasta que estamos aquí;
porque a lo mejor una sonrisa de mi hermana, o el estar chismeando con mi
hermana, o estar a carcajadas con mi hermana, eso cubre el afecto.
Todos tenemos una necesidad afectiva que tiene que llenarse;
¡todos, todos, todos!; está ese hueco de amor. Pero el apostolado, el convivir
con la gente, la misión, el estudio y el cómo está estructurada nuestra vida
está diseñada para ir viviendo poco a poco esos afectos. Claro que tenemos
nuestros desórdenes; eso es súper natural; pero eso ya es “harina de otro
costal”.
Es un amor en el que no te besan o no te tocan, pero sí te besan y
te tocan el alma o la vida y la propia historia.
-Sor Raquel, ¿se considera una mujer
enamorada de Jesús?
Sí, y de la vida. Definitivamente.
-¿Tiene su anillo de religiosa?
No, nosotras no tenemos anillo. Pero tenemos un escudo [en un
fistol, n.d.l.r.], que es el escudo dominicano, que nos distingue. Nosotras no
usamos anillo por la cuestión de la pobreza, pues ya es algo de nuestra
fundadora.
El accidente y la belleza
-Algo supimos acerca de que usted tuvo
un accidente. ¿Puede hablarnos de eso, como parte de su historia?
Yo tuve un accidente cuando era postulante. Teníamos 3 semanas de
haber llegado a Estados Unidos. Muy poco lo he compartido con las hermanas,
pero espiritualmente ese accidente fue un choque literal, un choque de
emociones espirituales súper fuertes.
Veníamos saliendo de misa; veníamos varias hermanas jóvenes y dos
hermanas mayores. Cuando nos subimos a la camioneta, cuando apenas íbamos a la
misa, yo me senté atrás del piloto y no me puse el cinturón; en realidad nunca
me ha gustado, pero ahora me lo pongo. Entonces no me lo puse y nos fuimos.
Terminando la misa expusieron al Santísimo; era jueves 3 de marzo
de 2017. Entonces salimos y una hermana nos dijo: “Esperen un poquito, voy a
saludar a una persona”. Cinco minutos después ya regresó; era de noche, como
las 8 de la noche. Entonces la hermana que iba manejando arrancó la camioneta,
y cuando íbamos a agarrar el free way, la avenida mayor, estaba en verde el
semáforo e íbamos a empezar a cantar la Salve, porque en las noches siempre
cantamos la Salve para terminar. Entonces yo miré a la derecha y, aunque las
hermanas me corrigen y me dicen que era un carro, yo vi como que venía un
camionetón enorme, con unas luces impresionantes, y pensé: “Nos van a chocar”;
y la hermana que estaba delante de mí efectivamente dijo: “¡Nos van a chocar!”,
y enseguida fue el impacto.
Yo recuerdo que, cuando nos impactaron, yo estiré la mano [el
brazo derecho, n.d.l.r.] porque a mi lado venía una de las hermanas mayores y
la quise detener, pero ella sí llevaba el cinturón de seguridad. Yo fui
empujada hacia adelante, y con la barra que hay detrás del asiento del piloto
yo me estampé literalmente, entonces mi cara se fracturó. Dimos varias vueltas,
y de pronto me sentí muy mojada de la cara, como si me escurriera mucha agua, y
yo trataba de “agarrar la honda” pero me estaba ahogando con mi propia sangre.
«Despierta, no te duermas»
No recuerdo qué más pasó, excepto que una de las hermanas abrió la
puerta y yo me bajé detrás de ella, e inmediatamente me caí por donde está la
llanta; entonces una de las hermanas me decía: “¡Despierta, no te duermas!”.
Pero hubo unos segunditos en que yo ya no podía tragar más sangre, y se me
estaba regresando. Ahí yo ya me estaba quedando “en paz”; a lo mejor estoy
dramatizando un poco, pero ahí es donde sentí el límite de la vida. Y pensé:
“¡Guau! ¿Esto es lo último? ¿Ya no hay nada más qué hacer? ¿Hasta aquí llegué?
¿Qué hice?”. Entonces llegó una hermana y me metió un cachetadón y ya
reaccioné. Después de ahí ya no supe más hasta que me llevaron a urgencias.
-¿Y para qué le dio la hermana el
cachetadón? ¿Era para que no se fuera?
Así es. Luego ya me contó que lo que estaba haciendo era tratando
de despertarme. Pero sí fueron unos segundos bien fuertes.
Me golpeé debajo de la nariz, se me lastimaron los dientes
superiores, se me fracturó la nariz desviándose el tabique, tuve lesiones en
las clavículas y en las costillas, y algo pasó con mi cadera porque recuerdo
que me la acomodaron en el hospital y que fue muy doloroso.
Esa noche duramos hasta la 1 de la mañana en urgencias. Después de
urgencias me mandaron a un cuarto, y se quedó conmigo mi maestra de postulantes.
Me decía: “Tienes que bañarte porque estás llena de sangre”, y yo contestaba:
“No me quiero bañar”; también me indicaban: “Tienes que tomarte esto”, y yo
decía: “No me quiero tomar nada”. Yo estaba muy enojada y le decía al Señor:
“¡Pero si veníamos de salir Contigo! ¿Por qué? ¿Por qué razón?”.
Cuando finalmente me decidí a ir al baño, que eran como las 3 de
la mañana, y me ayudó la hermana, cuando vi mi cara tenía un ojo chiquito, el
otro morado, la nariz hinchada, la boca morada. Y yo llevaba collarín. Al verme
la cara le dije al Señor: “¡Qué apretada tan fuerte me metiste!”. Y duré muchos
días enojada con el Señor, ¡muchos!
-Había perdido el don de la belleza…
Porque hay que reconocer que usted es una mujer bonita y seguramente era
vanidosa. ¿Cierto o no?
Sí, mucho, mucho, mucho. Era muy vanidosa; del 1 al 10 yo creo que
un 8.
-¿Y qué pasó con ese accidente? ¿Le
cambió algo en esa vanidad?
Sí, definitivamente sí. Fue como darme cuenta de que la apariencia
física se va a destruir en cualquier momento; en cualquier momento se puede
terminar o le va a pasar algo y ya. Pero lo que nunca se va a destruir es lo de
adentro. Y muchas veces escuchamos o decimos: “Lo de adentro es lo que
importa”; pero hasta que no tienes una experiencia con tu propio cuerpo y dices
“hasta aquí está el límite”, hasta entonces te das cuenta dónde está realmente
el límite.
Verme fue un “¡Ay, Dios!”. Duré muchos días hinchada, muchos días
llena de moratones en la cara. Incluso cuando me operaron estaba otra vez
toda hinchada. Fue un verme y decir: “Esto se acaba, esto se va a acabar en
cualquier momento. Ahorita tuve suerte; pero, ¿si no la vuelvo a contar en otro
momento, o quedo desfigurada?”. Y fueron ahí unas cachetadas del Señor muy
fuertes, la mera verdad.
-¿Le purificó?
Sí, mucho. Ese accidente fue una experiencia que sí. ¡Y más porque
estábamos en tiempo de Cuaresma!
-¿Cuándo se reconcilió sor Raquel con
Jesús?
En la Pascua. El accidente fue en la segunda semana de Cuaresma, y
hasta la Pascua, ya en la Vigilia Pascual… Yo creo que reprimí muchas cosas,
porque nunca se lo conté a ninguna de las hermanas, nunca les he contado esto,
porque siento que es una experiencia muy profunda y también muy mía, que ellas
la vivieron de una manera diferente y que no la van a poder entender desde mi
punto de vista.
En la Vigilia Pascual, cuando el padre dijo: “Resucitó de veras mi
Amor y mi esperanza. Podemos ir en paz. Aleluya, aleluya”, y que todos
contestamos: “Demos gracias a Dios. Aleluya, aleluya”, después del último
aleluya yo me solté como María Magdalena: lloré, lloré, lloré y lloré.
No había podido ir de misiones por causa del accidente, y se
fueron todas mis hermanas. Me dejaron a mí con dos hermanas más. Por ello esa
Cuaresma y esa Semana Santa fueron para mí muy diferentes. Y hasta la Vigilia
Pascual fue cuando saqué todo.
-¿Parte de esa reconciliación fue una
entrega?
Sí, y un compromiso. Yo creo que ahí fue donde se volvió a renovar
el llamado. Fue un decirle: “Te quiero aun en la vida o en la muerte, aun en
las dificultades o en la alegría”.
-¿Después del accidente decían que
podían quedar secuelas?
Sí. De por sí yo batallaba mucho para respirar, y después
todavía más. Entonces me dijo el médico que había que tener mucho cuidado
porque iba a tener dificultades para respirar. Me tuvieron que operar para
enderezarme el tabique. Y me quedó una cicatriz en la cara por la cirugía. Pero
eso fue todo; gracia a Dios sí me recuperé bien.
Pero, del trauma, duré como 2 años sin manejar. Duré 2 años, a
pesar de ponerme el cinturón, yendo agarrada de alguien o de algo, porque a
cada frenada yo sentía que ahí iba a quedar yo.
-Sor Raquel, ¿cómo ha sido la vida en
comunidad? El amor, la amistad en esos momentos tan difíciles en que no está
mamá, papá ni los hermanos, sino las hermanas de comunidad. ¿Cómo es vivir en
comunidad? ¿Logra ese cariño asemejarse al de la familia de sangre?
¡Mucho más! La familia de sangre siempre va a ser tu familia, y
siempre la vas a amar. Pero sí se asemeja, ¡sí se asemeja! Cuando uno entra a
la comunidad lo peor es dejar a tu familia; pero cuando llegas aquí y empiezas
a relacionarte con tus hermanas, pues claro que no va a ser igual, porque en tu
casa tú te puedes enojar y le puedes aventar la puerta a tu mamá en la cara y
te metes a tu cuarto y adiós mundo. Pero aquí no le puedo aventar la puerta a
la superiora y meterme a mi cuarto, ¡yo tengo que hacerle fuente a los
problemas! En tu casa puedes huir, pero aquí no; en tu casa te pueden dejar
vivir así, pero aquí no.
Entonces sí se asemeja, pero aquí te enseñan a enfrentarte, a
decir: “¿Qué está pasando? ¿Qué sucede? Háblalo, sácalo con respeto”. Y
eso va forjando el cariño y la confianza. Y sí se asemeja el cariño porque
aquí, aunque no hay lazos sanguíneos, sí hay lazos espirituales, lazos de fe
que son inquebrantables.
-¿Se pueden abrazar, o darse un beso
en la mejilla? ¿Hay afecto también físico?
Sí, hay mucho afecto. Hay abrazos. Puedo ir con una hermana y
decirle: “¡Ay, por favor, abrázame!”, y ella me preguntará qué me pasa y me
abrazará y me dará un beso.
Hay otros detalles; por ejemplo, una hermana te puede hacer una
cartita o enviarte notitas. Es algo muy especial. Cuando yo aún no estaba en la
congregación pensaba: “Que ya sea mi cumpleaños, porque ese día yo soy especial
para alguien”. En cambio, desde que estoy aquí casi me da igual que sea mi
cumpleaños porque cada día te hacen sentir especial e importante.
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Sor Raquel atiende a personas de toda condición. Gentileza |
-¿Es usted feliz, sor Raquel?
Sí, la mera verdad es que, a pesar de todo, sí soy feliz.
-¿Qué espera sor Raquel de la vida,
qué planes o proyectos tiene de la mano de su comunidad?
Yo realmente no espero nada; desde muy niña tengo ideas muy locas,
y desde niña me comprometí a no esperar nada del futuro sino a vivir el
presente colmándolo de amor y recordando el pasado con gratitud. Porque, si yo
espero en el futuro, es como decir que voy a hacer algo en el futuro; pero, ¿y
si ya no hay vida?, ¿y si ya no hay tiempo?
Por eso yo vivo mi presente, mi hoy; y si Dios me deja seguir
mañana, pues sigo con lo que tengo y con lo que vaya dando. Por eso te digo que
yo soy una mujer bien improvisada, ¡todo me sale de improviso! Así es como lo
vivo, y me gusta.
El Santo Rosario en su vida
-Los dominicos son conocidos por la
promoción del Santo Rosario. ¿Ustedes también tienen esa advocación, esa
ascética acerca del rezo del Santo Rosario? ¿Y qué significa para usted el
Santo Rosario?
Para mí significa mucho, mucho. Incluso, cuando yo profesé, decidí
tomar como protectora a Nuestra Señora del Rosario porque el Rosario es algo
que me ayuda mucho y que me relaja mucho. Y puedo estar pensando en mil cosas,
pero el Rosario como que me aquieta. Hasta cuando lo toco y voy pasando las cuentas
en mis manos, siento que ahí está María, palpable. Es algo muy personal, pero
siempre siento que María ahí está; y aunque puedo estar pensando en un millón
de cosas y pendientes, ahí está María y me gusta mucho. Me ayuda a ver a Jesús
a través del Corazón de María.
-¿Será el Santo Rosario la mejor
medicina para el alma?
Sí. Yo creo que el Santo Rosario y los sacramentos de la
Reconciliación y la Eucaristía son tres bases importantes; los tres, si se
unen, son increíblemente fuertes para sostener una fe.
-Si fusionamos estas 3 cosas, ¿se
producen milagros?
Sí. A lo mejor no son milagros de que ves que una persona se
levantó, o se curó; pero suceden en el espíritu, y es increíble. Yo siempre he
dicho que una buena confesión es mejor que un exorcismo.
Un mensaje para los jóvenes
-Sor Raquel, ¿qué mensaje deja a los
jóvenes? Porque ciertamente usted es reflejo de la gracia de Dios y de la
alegría, del Evangelio y de ser religiosa. No está usted en la tristeza; anima
a que uno se consagre al ver su rostro y su alegría. ¿Cuál es su mensaje para
esos jóvenes que están en depresión, en constante tristeza por la vida? ¿Cómo
los ayuda para que sonrían como usted?
Siempre lo que les digo a los jóvenes que acompaño es: “Siempre
busquen lo que les hace feliz; sea aquí adentro o sea allá afuera”. Porque lo
que te hace feliz y te provoca alegría y una felicidad verdadera nunca le va a
causar daño a nadie, ni daño a ti mismo.
El corazón sabe lo que quiere; pero, entre los deseos carnales,
entre las pasiones, entre la concupiscencia del alma y del cuerpo, entre los
placeres de querer, poder y tener, se ahoga ese deseo.
Yo creo que lo importante es escuchar el corazón, porque el
corazón nunca se va a equivocar, ¡jamás! La mente se puede turbar, equivocar,
estar en crisis, tomar malas decisiones; pero el corazón no. No es que yo sea
una persona muy sentimental, sino porque lo he comprobado y lo he visto.
O sea, si tú escuchas el corazón, y el corazón te dice: “¡Hey! Esto te va a
hacer feliz”, entonces tómalo, porque el corazón no se guía por pensamientos,
se guía por instinto. Y el instinto naturalmente es lo que uno quiere, y es lo
que realmente te hace feliz.
Eso es lo que yo les digo: que se motiven a hacer lo que el
corazón les dice.
-¿Cómo escuchar en ese corazón la voz
de Dios?
Hay que hacer silencio. Hay que hacer silencio interior, silencio
exterior, y evidentemente estar tomado de la mano del Señor para poder
escuchar. Y, por supuesto, no dejar de lado la guía espiritual, que eso es
importante, ¡muy importante!
Jesús V. Picón
Fuente: Aleteia