Ignacio María Doñoro de los Ríos (Bilbao, 1964) ha sido capellán militar en misiones de paz en Bosnia, Kosovo o El Salvador, y hoy está nominado al Premio Princesa de Asturias de la Concordia por su labor educativa y de cuidados del alma y el corazón de los niños del Amazonas del Perú en el Hogar Nazaret.
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P. Ignacio María Doñoro de los Ríos. Dominio público |
Doñoro
de los Ríos se sumergió en el mal, participó del mismo y logró salvar al menos
una vida. Se hizo pasar por traficante de órganos, pagó 25 dólares
por un niño al que sus padres vendían con desesperación y
lo salvó de las garras de una muerte segura. Manuel se llamaba aquel niño, un
pequeño que subió a la furgoneta gritando con desgarro y que el padre llevó de
nuevo a la vida.
Relata,
además, que el impulso definitivo para cumplir el sueño de Hogar Nazaret se lo
dio Carme
Chacón cuando era ministra de Defensa. “Me dijo, casi me
gritó, que los sueños debían cumplirse rápido, sin demora, porque el tiempo se
iba. No
sabía que tenía una enfermedad y que ella vivía cada día sabiendo que podía ser
el último. Cuando murió, lloré desconsolado”, explica con
cariño.
¿Qué supondría para usted este Princesa de Asturias?
Comer,
significa comer porque vivimos de un crowdfunding en una página
web. Es importante poner bien la dirección, además.
Tranquilo, la pondremos. ¿La gente es
generosa?
Sí, los españoles
somos solidarios. Cuando comencé a ir a las misiones de paz con el Ejército
español vi muy de cerca cómo los soldados españoles ayudaban a la población
donde estábamos de una manera súper empática. Tanto es así, María, que los
americanos nos pidieron el manual de actuación de los españoles para trabajar
como lo hacíamos con la población y lo cierto es que ¡no teníamos ningún
protocolo! La única respuesta a aquello es que los españoles somos
tremendamente solidarios.
¿Cree
que somos más solidarios que otras nacionalidades?
Sí, sí, lo creo.
Somos un pueblo abierto al mundo, un cruce de culturas y llevamos la solidaridad
muy dentro. Pero, ¿sabes qué pasa? Que hay tantas ONGs, asociaciones, etc, que
muchas personas me comentan: “Padre, yo le mando el dinero. Pero, ¿le llega?”.
Vamos a ver, claro que llega, es que la cuenta la manejo yo, no hay ninguna
persona más. Por eso digo, el Princesa sería, y es así de fuerte, comer todos
los días. Hogar Nazaret no tiene ninguna ONG detrás, ni tampoco ninguna orden
religiosa o diócesis territorial. No tenemos nada, a pesar de que soy
sacerdote.
¿Y
por qué?
Pues no lo sé. Habría
que preguntarles a ellos. Lo cierto es que sin nada de nada, a través de un crowdfunding,
que es mendigar pero de forma moderna, es la única forma que tenemos de salir
adelante. Tenemos un gasto de 8.000 euros al mes, necesitamos esa financiación
y, además, necesitamos que el proyecto se conozca porque nadie ama lo que no
conoce.
No
hay nada de campañas de marketing detrás, entiendo. Nada de nada.
Nada. Con este premio
el mundo nos conocería, claro, no tenemos equipos de marketing, sólo un perfil de Facebook que manejo yo
mismo como puedo y cuando puedo. Hogar Nazaret acoge a los últimos de la
tierra, a los más necesitados, a los más dañados. El esfuerzo, el trabajo y la
victoria de estos niños merece la pena.
¿Están
allí hasta los 18 años?
Esto es curioso.
Nosotros somos una gran familia, en principio están allí de paso, pero no hay
día de salida o de partida, igual que en casa de una familia a un hijo no se le
echa nunca. Normalmente, ellos regresan a sus comunidades cuando están sanados,
no con aquellos que les han maltratado, pero sí con familiares a los que
aprecian.
Leo
que en Hogar Nararet sólo tienen empleadas a mujeres.
Sí, Hogar Nazaret es
una gran apuesta por la mujer y empoderamiento de la misma. Además, y en esto
somos muy estrictos, hay líneas que no se pueden cruzar, por eso tenemos
tarjetas amarillas y rojas para calificar actitudes de los niños para con sus
compañeros y cuidadoras. Cuando hay una actitud de racismo discriminación o
machismo, y perdona la palabra, asqueroso, es motivo de expulsión inmediata y
vuelven al infierno del que salieron. Es así de duro, lo sé, pero el despreciar
o maltratar a una mujer es imperdonable. Por eso digo que Hogar Nazaret es una
apuesta real por la mujer, no sólo para que crezcan físicamente, que muchas de
ellas llegan con grandes problemas, sino también para impulsar sus capacidades.
Ahora
con las niñas, ¿en qué trabajan?
Estamos trabajando,
pero con todos, en algo que va a ser una revolución absoluta. Estamos cogiendo
a niñas que han vivido lo peor, que están destrozadas, que las entregan porque
no las quiere nadie, y las vamos a formar como ingenieros agrónomos. De aquí a
dos años tendremos una escuela de ingeniería agrónoma sobre todo para las
mujeres. Imagínate lo que supondrá esto en un pueblo, supondrá, no sólo que una
niña será ingeniero, sino que será líder de su comunidad y eso es un agente de
cambio bestial.
No
he estado en esa zona de Perú, pero imagino que cambiar los esquemas en una
sociedad tan machista es muy complicado.
Cuando llegué a la
Amazonía escuché: “Mi hembrita”. A mí esto me suena a animal, me sonaba fatal
que los hombres se refiriesen así a sus parejas. Porque, además, ellos
defienden que como son “sus hembras” pueden hacer con ellas lo que quieren,
mientras ellas creen que lo normal es que deben asumir cualquier cosa porque
así es el papel de la mujer allí. De hecho, nos llegan chicas con las caras
hinchadas de palizas y golpes, así como embarazadas por violaciones. Pero,
claro, así lo han visto en sus madres o abuelas, no lo ven extraño y romper con
ese esquema es complicadísimo.
Ahora
está en España por el Princesa de Asturias, ¿cómo están ellos ahora allí?
Todos hemos pasado el
Covid, una enfermedad que en el tercer mundo ha sido terrible porque allí
simplemente te mueres, tienes que ir al mercado negro a por paracetamol. Esta
mañana me han mandado unas fotos con tortillas españolas que han hecho los
chicos, son ellos los que cocinan y hacen la limpieza de Hogar Nazaret. Todos
saben hacer de todo, yo les he enseñado a cocinar y ¡lo hacen muy bien! Date
cuenta de que allí los hombres no entran en la cocina, prefieren quedarse sin
comer, pero aquí todos cocinan. Llevan muy bien ese papel aquí, eh.
¿Ha
tenido casos de expulsión?
Pues debo decirte que
no, porque cuando las cosas se enseñan de una manera sencillo y con el ejemplo,
todo va mejor, ya que al primero que ven cocinar es a mí.
El
germen de Hogar Nazaret está en algo muy fuerte e increíble, pero cierto 100%.
Usted se hace pasar por un traficante de órganos para salvar a un niño al que
sus padres habían vendido por 25 dólares. ¿Cómo fue aquello?
Fue en El Salvador.
Me lo contaron y no pensé que fuera verdad pero lo era absolutamente. Así que
no vi más solución que hacerme pasar por un traficante, tenía que actuar muy
rápido porque ya lo habían vendido y yo, sencillamente, pagué un dólar más de
la cifra cerrada y me lo llevé.
¿Recuerda
qué sintió en ese momento?
Sí, lo recuerdo como
si fuera ahora mismo. Es que esto ocurrió hace alrededor de 30 años mientras
colaborábamos en El Salvador en misión humanitaria. Como dices, eran los
propios padres los que vendían al niño, y esto puede llamar la atención y
pensar que es un horror. Lo es, pero este es el primer error, nosotros no
juzgamos a las personas, esos padres estaban desesperados porque tenían cuatro
hijas a las que no podían alimentar y un hijo muy enfermo que iba a morir. Fue
muy duro ver a aquella criatura que no paró de chillar desde que entró en la
furgoneta.
Manuel
se llamaba, ¿verdad? ¿Vivió?
Sí, y no sólo vivió,
sino que, además, se recuperó en días. Era simpático, divertido. Trafican con
ellos porque no tienen un registro, así que registré a la familia y a Manuel
con una partida de nacimiento. Eso niño regresó con sus padres totalmente
curado. Más tarde, con los años, me mandó una carta dándome las gracias, una
carta llena de amor y agradecimiento: “Gracias a ti estoy vivo, toda la vida lo
recordaré y se lo contaré a mis hijos. Que tú fuiste la persona que se adentró
en la selva y me dio de nuevo la vida”.
¿No
tuvo miedo?
Tuve terror, María,
terror. Estábamos los dos aterrados. Cuando fuimos al médico para que lo
examinaran y le dijimos que se quitara la camiseta… La cara era de auténtico
terror. Ahí sentí que un tren, el tren de la vida, paraba delante de mí y podía
salvar la vida de las personas.
¿Aquellas
personas que quieran viajar a ayudar a Hogar Nazaret pueden ir?
¿Voluntarios?
Sí,
voluntarios. Es decir, ¿yo podría ir un mes allí a ayudar?
No, no, no. Ni de
broma, además.
¿Por
qué?
Porque yo no necesito
voluntarios, Hogar Nazaret no es un juego.
¿Usted
cree que el voluntariado es un juego?
Sí.
Es
dura esta afirmación, ¿es consciente?
Si, lo sé y que
conste en acta. Por desgracia, pensamos que vamos a ayudar, ¿no? Te pondré un
ejemplo: nosotros ayudamos a niños que están en un proceso terapéutico tremendo
de recuperación y eso mucho más complicado que hacer un reloj de última
tecnología. ¿Cómo ves que dijera que voy a tu fábrica a ayudar porque voy a
colocar unas piezas aunque no tengo idea de lo que hacéis y que lo hago gratis
y con mucho amor?
¿No
se trata de amor acaso?
No se trata sólo de
amor, María. Sino de tener capacidad de hacer algo de forma profesional, aunque
lo haga voluntariamente. Hablamos de niños que están entre la vida y la muerte.
Nadie ayudaría en un quirófano porque sí, hay que tener preparación, pasar por
la universidad. En definitiva, hay que tener una formación para sanar el
corazón.
¿Cómo
fue aquella conversación con Carme Chacón que le marcó tanto?
Fue en Kosovo,
estábamos en misión de paz, y ella anunció que las tropas españolas se
retiraban. Aquello fue un bombazo porque nadie sabía nada. El avión de vuelta
se retrasó, ella estaba tomando un café en la cafetería con más personas y al
verme entrar, y reconocer el distintivo de sacerdote que llevaba en el uniforme
militar, me cogió del brazo, me apartó del grupo y me contó muchísimas cosas de
su marido, de su hijo Miguel. La imagen, además, era estéticamente algo cómica
porque ese día hacía muchísimo frío y ella llevaban un chaquetón militar que le
estaba enorme. Parece que la estoy viendo –Hace una pequeña pausa y sonríe–.
Tenía una mirada muy especial, yo sólo la escuchaba y, de repente, me dice:
“Pero, bueno, ¿qué me ha pasado que no paro de hablar? Cuéntame tú algo de tu
vida”.
Y
le contó entonces la historia de Manuel, el niño que salvó, ¿no?
Así es. Le conté que
al jubilarme lo que quería era tener mi propia casa de rescate para niños y
poner mi experiencia a su disposición. Entonces, muy enérgica y casi de forma
inesperada me gritó: “¡Estás equivocado! Los sueños hay que hacerlos ya, el mañana
no existe, no puedes esperar”.
Hombre,
cuando tienes una enfermedad con la que vives cada día esas palabras toman todo
el sentido.
Claro, cuando te
enteras más tarde de que Carme tenía las horas contadas te das cuenta de que el
mañana no existe, existe el hoy. “¡Hazlo, hazlo, atrévete a realizar tus
sueños!”, me decía todo el tiempo.
Pero,
¿usted podía dejar el Ejército así como así e irse a montar este Hogar Nazaret?
No, claro, no era tan
sencillo y se lo dije. Me dijo que pidiera una excedencia, yo le decía que
aquello no podía hacerse, así que exclamó divertida: “¡Cómo que no! ¡Si soy la
ministra! Te voy a ayudar”. Se me saltaban las lágrimas y, la verdad, nunca más
la vi. Cuando volví a España, pedí la excedencia, me la concedieron y a los
meses de aquello falleció. Lloré desconsolado. Aquella mujer sabía
perfectamente que los sueños hay que hacerlos ya, ese espíritu está muy
presente en Hogar Nazaret. Tenemos que ser felices en el hoy, María, en el hoy,
no lo olvides.
@MaríaVillardón
Fuente: Okdiario