Llegué tarde y me senté sin ni siquiera saludar a Jesús, y algo me dijo: mira a tu izquierda...
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“Lo mismo que el Padre, que vive, me ha enviado y yo vivo por el Padre, también el que me coma vivirá por mí”
Juan 6, 57
Desde niño me he sentido maravillado por la Eucaristía. Saber que el pan y el vino se convierten en el cuerpo y la sangre de Cristo frente a mis ojos, es algo que me sobrepasa.
Por eso cuando me hablan de milagros suelo decir: “Ve a misa, allí verás el mayor de todos”. Y luego les sugiero:
“Al terminar no salgas apurado de la iglesia, quédate unos minutos en fervorosa oración y agradece a Dios por las gracias que te ha conferido. Y si puedes, antes de marcharte pasa por el oratorio donde tienen el sagrario y dile a Jesús que le quieres”.
Santos que saben sobre la Comunión
Me gusta llegar temprano a misa para tener un rato de oración previo. Este pensamiento del Padre Pío es muy cierto:
“Hijos míos, nada es demasiado a la hora de prepararnos para la santa comunión».
Luego voy al sagrario y le digo a Jesús: “Llegué. Aquí estoy, por ti y para ti”.
San Francisco de Asís, un gran enamorado de Jesús Sacramentado escribió admirado:
“Cuando el sacerdote ofrece a Jesús en el altar y lo lleva a algún lado, todas las personas deberían doblar las rodillas y rendir al Señor, AL DIOS VIVO Y VERDADERO, alabanza, gloria y devoción”.
Una lección en misa: mira a la izquierda…
Ayer, por algunos contratiempos llegué tarde a misa. Entré distraído y me senté en la banca distante, con los pensamiento en el problema que dejé atrás. ¿Te ha pasado alguna vez?
Haces lo imposible por ir temprano y llegas a misa cuando acaba de empezar. No quieres distraer y prácticamente corres a la banca. Pero olvidas persignarte al entrar a la iglesia y saludar a Jesús.
Jesús, ¡qué gran amigo eres!
Sabe darme grandes lecciones. Y vaya que esta fue una lección aprendida. Ya lo conozco. Él es así.
Miré hacia el sagrario para saludarlo. Tengo la costumbre de hacerle saber que llegué a la iglesia y voy a saludarlo. Cuando llego encuentro otras personas afuera orando. “Cuánto te aman Jesús”.
Te comentaba que estaba un poco distraído y sentí la necesidad de mirar hacia la banca de mi izquierda. Era como si Jesús me dijera: “Mira Claudio”.
En esa banca estaba de rodillas un anciano. Rezaba en silencio con tal fervor que no pude evitar unirme a su oración con la Eucaristía. Se notaba que amaba a Dios profundamente.
Toda la misa estuvo de rodillas mirando el altar, siguiendo la Eucaristía con tal amor, que sentí deseos de aprender de él y amar más a Dios.
Ese hombre sencillo me hizo sentir vergüenza por mi actitud desconsiderada con Jesús. Me recordaba con su devota actitud que debemos amar más la Eucaristía, y guardar respeto por la Casa de Dios.
Necesito ir a Misa. Mañana iré temprano para acompañar a Jesús antes de la eucaristía, en el sagrario.
Le pediré que me perdone y le diré que le quiero a ver si logro arrancarle una sonrisa de alegría. ¡Te quiero Jesús!
Claudio de Castro –
Fuente: Aleteia