Se dedicaba a la noche y discotecas, y la Eucaristía cambió su familia
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Juan Benavent. Dominio público |
Su abuela y la escuela católica:
semillas de fe
Juan
nació en Valencia, en una familia “normal” de trabajadores. Sus padres no
practicaban la fe. Toda su
educación religiosa partió de su abuela y su colegio regentado por los
dominicos. “Plantaron en mí las primeras semillas que me ayudaron a crecer en
la fe”.
“Durante
la adolescencia los padres dominicos nos modelaron con su carácter y la fe.
Pasé muy bien los exámenes, pero a partir de ahí todo empezó a torcerse”.
“Destinaron a mi padre a Barcelona por
trabajo. Yo no quería irme, y lo
afronté mal. Estudiaba mal, a ratos, y choqué mucho con él durante aquellos
5 años. Desde pequeño sabía
que existía el Señor y la Verdad. Realmente, siempre he sido buen chico. Y
rezaba. Si eres consciente de que Jesús está ahí, aunque te olvides, cuando
haces algo malo rezas”.
Con fe, pero en el mundo de la noche
Cuando
volvió a Valencia, Juan sentía
que su vida no funcionaba. “Pensaba que estaba destinado a hacer algo
grande, a triunfar en el mundo. Me miré y me dije: `Con lo guay que soy, me
estoy desaprovechando´”.
“Entonces me puse a trabajar en la noche,
primero en discotecas, de camarero, portero… Y seguía rezando y leyendo,
pero sufría y veía que mi vida no funcionaba. Pero aquellas semillas que se
plantaron cuando era pequeño, se quedaron dentro”.
Buscaba la verdad, hasta que Dios le
gritó
Mientras,
“buscaba la verdad en internet, en páginas católicas… Cuando las cosas no
están bien, buscas y buscas hasta que te tropiezas con las verdades
universales. Si crees desde pequeño, sabes que Dios está ahí y te habla. Otra cosa es que no escuches, pero
a veces incluso grita”.
“Entonces mi madre contrajo un cáncer muy
grave. Decidí opositar para la policía durante 7 años. Sacaba buenas
notas, pero al final, no superé la entrevista personal. Miras hacia atrás y me
doy cuenta de que igual habría sido un buen profesional, pero una mala
persona”.
Dejó su trabajo para cambiar de vida
“Entonces
te preguntas: '¿Por qué a mí? ¿Por qué a mi madre?', y dices: ríndete porque esto no va a más.
Pliégate a la verdad, conviértete, deja de desear lo que te ofrece el
mundo. Preocúpate de lo importante, de amar a tu madre, a tu hermana, a Dios… y
cambia de vida”.
“El
día que me hacen un contrato
fijo en la discoteca, me di de baja voluntaria y buqué otro trabajo.
Encontré el que tengo ahora,
soy guardia de seguridad en el metro de Valencia”.
“Tras
una larga enfermedad, mi
madre falleció. Cuando ves que una persona se va a ir, hablas con ella de
cómo has vivido, de cómo vas a fallecer y de que vas a dar cuentas a Dios. Ahí
empezó a cambiar la cosa, y mi mujer, Carmen me ayudó muchísimo”.
Un `sí´ a su madre: "Teníamos que
consagrarnos"
“Un
día, el diácono de nuestro pueblo nos mandó un mensaje a mí y a mi mujer: `Tu
madre te va a pedir una cosa, ¿le dices que sí?´ Teníamos que consagrarnos a María, y le dijimos que sí.
Nuestra vida empezó a cambiar”.
“Nos
hicimos más marianos, y la virgen y Jesús nos buscaron y atrajeron”. Recuerda
que “por motivo de la pandemia, estaban obligando a comulgar en la mano, pero
queríamos comulgar en la boca. Unos amigos nos invitaron al Hogar de la Madre, y a
partir de ahí, empezamos a ir a misa y comulgar todos los días. Mejoró
incluso la relación entre Carmen y yo”.
Evangelizando entre delitos y
emergencias
Sobre
vivir la fe en su trabajo, menciona que “es complicado. Se cometen delitos,
emergencias y, sin embargo, yo lo vivo con alegría intentando hacer apostolado entre mis
compañeros”.
Destaca
que “es un ambiente duro,
de gente que no conoce la fe. Los cristianos estamos obligados a comunicar
la fe, además es algo que te sale de forma natural. Y si la vives bien, la
gente te pregunta, puedes comunicarlo y hacer una labor importante en este
mundo complicado por la secularización”.
Matrimonio, aborto, eutanasia… así da la
batalla ideológica
“Tal vez mis compañeros solo oigan
hablar de la Iglesia por mí. Tenemos que esforzarnos por transmitir lo que
se nos ha transmitido a nosotros. A veces me preguntan qué es estar abierto a
la vida o por qué hay que estarlo. También por temas como el aborto o la
eutanasia. Y hay que decir la verdad. Hay que dar esa batalla ideológica”.
“La
gente”, concluye, “te va a preguntar. Y ese es el oficio del cristiano: decir lo que tienes dentro y el
ejemplo que das. No podemos
decir una cosa y hacer la contraria”.
Fuente: ReL