Fuera de control
Siempre que
llegan estos días me pregunto cuál era la diferencia entre los discípulos que
siguieron al Señor hasta la Cruz y los que huyeron atemorizados... ¿Será que le
querían más? Pienso que no. Estoy segura de que todos le querían muchísimo.
Así que le
preguntaba al Señor para encontrar una respuesta. Y Él puso mi mirada en Pedro,
con quien tantas veces me siento muy identificada, y poco a poco comencé a
vislumbrar una respuesta.
Pedro le quería
muchísimo, era pasional, siempre a su lado, fue capaz incluso de sacar la
espada hasta el punto de cortarle una oreja al criado del Sumo Sacerdote para
proteger a su Señor. Sin embargo, cuando vio que Jesús no se quería proteger,
todo lo contrario, que le mandó guardar su espada, se asustó muchísimo al ver
que el Maestro seguía otro camino que se salía del control de Pedro, le entró
el terror y salió corriendo.
Después intentó
acercarse de nuevo, quizá con la intención de ver si podía hacer algo, pero de
nuevo el miedo le invadió y terminó protegiéndose negando al Señor...
Y así poco a
poco me asaltó una respuesta: los que llegaron con Él hasta la Cruz habían
dejado el control de sus vidas en manos de Cristo, mientras que los que
salieron corriendo aún retenían este control en sus manos.
Pero allí Pedro
lo aprendió, que el control de su vida no le debía pertenecer a él, que tenía
que dejarlo en manos del Señor. Y es que ciertamente es un riesgo, porque
seguir al Señor significa vivir como un niño, feliz y confiado de Su mano, pero
esto no siempre implica un camino fácil, aunque sí un camino seguro porque vas
con Él. Y es que la debilidad de nuestra humanidad nos hace querer tenerlo todo
controlado pensando que así nos irán las cosas mejor, incluso creyendo que
podemos girar una situación a tiempo antes de que sea irreversible... pero
luego la realidad nos muestra que, cuando “tenemos” el control en nuestras
manos, acabamos con miedo ante el error o llenos de preocupaciones.
Sin embargo,
depositar en Cristo el control de nuestra vida es perder el suelo y vivir
colgados de Él, es seguirle con todas las consecuencias, es saber que la vida
tiene de todo, pero que en todo estará Él conmigo y, si está Él, nada hay que
temer.
Hoy el reto del
amor es soltar el control de tu vida en manos de Cristo. Los que sí llegaron
con Cristo hasta el final, estoy segura de que no comprendían lo que realmente
estaba sucediendo allí, pero simplemente estaban a Su lado. Deja todo en Él: tu
vida, tu familia, las personas a las que quieres, el mundo entero... y
simplemente vive estos días estando con Él, sabiendo con certeza que Él está al
mando. ¡Y nosotros tenemos la Gracia de que ya sabemos cómo acaba todo!
VIVE DE CRISTO
Fuente:
Dominicas de Lerma