“En la vida tendremos siempre cosas que hacer y tendremos excusas para dar, pero, hermanos y hermanas, hoy es tiempo de regresar a Dios”; lo afirma el Papa Francisco en su homilía en el Miércoles de Cenizas
“En la vida tendremos siempre cosas que
hacer y tendremos excusas para dar, pero, hermanos y hermanas, hoy es
tiempo de regresar a Dios”: lo afirma el Papa Francisco en su homilía en el
Miércoles de Cenizas, cuando iniciamos el camino de la Cuaresma que se abre con
las palabras del profeta Joel: «Vuélvanse a mí de todo corazón» (Jl 2,12).
La confesión: el primer paso en el
camino de regreso al Padre
“¿Cómo proceder en el camino hacia
Dios?” preguntó. Es la parábola del hijo pródigo la que guía el inicio del
camino a la casa del Padre en la homilía de Francisco, pues, mirando a este
hijo, “comprendemos que también para nosotros es tiempo de volver al Padre”.
Allí vemos que es “el perdón del Padre” el que “vuelve a ponernos en pie”. El
primer paso de nuestro regreso es “el perdón de Dios, la confesión”.
Volver con gratitud a Jesús y
presentarle nuestras heridas
Luego debemos hacer como “aquel leproso
sanado” que volvió a Jesús para agradecerle: "todos tenemos enfermedades
espirituales, solos no podemos curarlas - recuerda el Santo Padre -; todos
tenemos vicios arraigados, solos no podemos extirparlos; todos tenemos miedos
que nos paralizan, solos no podemos vencerlos". Es necesario “presentarle
nuestras heridas y decirle: ‘Jesús, estoy aquí ante Ti, con mi pecado, con mis
miserias. Tú eres el médico, Tú puedes liberarme. Sana mi corazón’”.
El Espíritu Santo hace arder las cenizas
del lamento y resignación
Pero también, enseña el Papa, “estamos
llamados a volver al Espíritu Santo”: la ceniza sobre la cabeza “nos recuerda”
que somos polvo y al polvo volveremos. Pero el Espíritu, Dador de vida, es “el
Fuego que hace resurgir nuestras cenizas”. Redescubramos – es la exhortación
del Santo Padre - el fuego de la alabanza, que hace arder las cenizas del
lamento y la resignación.
Dejarnos tomar de la mano por Aquel que
se abajó por nosotros
Porque nuestro camino no se basa en
“nuestras fuerzas”, y porque Jesús nos lo dijo claro en el Evangelio: "lo
que nos hace justos no es la justicia que practicamos ante los hombres, sino la
relación sincera con el Padre”, el comienzo del regreso a Dios “es reconocernos
necesitados de Él, necesitados de misericordia”. Pero no estamos solos, porque
nuestro viaje a Dios es posible sólo porque “antes se produjo su viaje de ida
hacia nosotros”. Nuestro viaje, entonces, consiste, “en dejarnos tomar de la
mano”. Es el camino de la humildad.
La Cuaresma es un abajamiento humilde en
nuestro interior y hacia los demás
“Hoy bajamos la cabeza para recibir las
cenizas. Cuando acabe la Cuaresma nos inclinaremos aún más para lavar los pies
de los hermanos. La cuaresma es un abajamiento humilde en nuestro interior y
hacia los demás. Es entender que la salvación no es una escalada hacia la
gloria, sino un abajamiento por amor. Es hacerse pequeños”.
Para no perder la dirección en este
camino, “pongámonos ante la cruz de Jesús”, ante “la cátedra silenciosa de
Dios”, anima el Papa Francisco. Pues “mirando cada día sus llagas”,
reconoceremos “nuestro vacío, nuestras faltas, las heridas del pecado, los
golpes que nos han hecho daño”. Ante esa Cruz, vemos "que Dios no nos
señala con el dedo": abre sus brazos de par en par.
Sus llagas están abiertas por nosotros y
en esas heridas hemos sido sanados. Besémoslas y entenderemos que justamente
ahí, en los vacíos más dolorosos de la vida, Dios nos espera con su
misericordia infinita. Porque allí, donde somos más vulnerables, donde más nos
avergonzamos, Él viene a nuestro encuentro.
“Y
ahora que Él vino a nuestro encuentro, nos invita a regresar a Él, para volver
a encontrar la alegría de ser amados.”
Vatican News