![]() |
Carlo Acutis, en Fátima, uno de los lugares más especiales para él |
Nicola Gori cuenta
que la Virgen era el otro pilar de su espiritualidad y como ejemplo queda lo
que dijo a sus padres: “¡La Virgen es la única mujer de mi vida!”.
Además, jamás faltaba a su cita diaria con el Rosario, pues decía que confiaba
en María como madre y maestra. Incluso varias veces renovó su consagración al
Inmaculado Corazón de María.
Este amor por la Virgen era recíproco pues
Ella le concedió gracias concretas. “Un día –cuenta Nicola Gori- frente
a la imagen de la Virgen de Pompeya, rezó por la conversión de una mujer,
madre de un queridísimo amigo de la familia, que no se acercaba a los
sacramentos desde hacía treinta años. Tiempo más tarde, esta mujer se confesó,
comulgó y volvió a la práctica cristiana. Carlo atribuía aquella conversión a
la intercesión de la Virgen, y estaba convencido de que al recurrir a María se
obtenían grandes gracias”.
Pero la Virgen de
Pompeya no era su única gran devoción mariana, pues Lourdes y Fátima ocupaban
también lugares muy importantes en su corazón. El ejemplo de la
pequeña Bernadette le hizo reflexionar sobre la predilección que Dios
manifiesta por los humildes y sencillos.
Incluso a los seis
años contó a sus padres que había escuchado una voz interior que decía: “el
amor propio no, pero la gloria de Dios, sí”.
Sobre Fátima, Carlo
Acutis estaba muy impresionado con las apariciones y los mensajes de la Virgen
a los tres pastorcitos, y leyendo un día junto a sus padres los diarios de Sor
Lucía quedó impactado sobre la pregunta de los niños si irían al cielo.
“Si Francisco, que
era tan bueno, tan noble y simple, tuvo que recitar tantos Rosarios para ir al
Paraíso, ¿cómo
podré merecerlo también yo, que soy tan poco santo en comparación con él?”, dijo
a sus padres el ahora beato.
Por ello, intensificó el rezo del Rosario,
no sólo por él, sino para ofrecerlo por las almas. De hecho, afirmaba que “el
Rosario es la escalera más corta para subir al cielo” y
que “muchas almas van al infierno porque no hay nadie que rece ni se sacrifique
por ellas”.
Nicola Gori también
relata detalles de las apariciones de Fátima que a Carlo le gustaba interpretar
de un modo que dejaba sorprendidos a quienes le escuchaban. Se trataba del
sentido con el que explicaba el tercer secreto, pues creía que
se podía interpretar a la luz de la Eucaristía:
“La cruz sobre el
monte puede representar también el sacrificio de Cristo que se ofrece por la
salvación de los hombres, que se celebra en cada misa; la sangre que los
ángeles bajo los brazos de la cruz vierten sobre los creyentes que suben al
monte, cansados, es la sangre que el Señor vierte sobre la humanidad junto a la
de los mártires durante la celebración eucarística, que lava y purifica los
corazones de los hombres de los pecados cometidos. Las
flechas que golpean a los fieles que suben al monte podrían ser el símbolo de
todas las dificultades que la humanidad enfrenta para merecer el Paraíso. La
figura del obispo vestido de blanco, que la Iglesia ha asociado con Juan Pablo
II, que siempre insistía sobre la importancia de la Eucaristía y que ha sido en
cierta forma un ‘mártir’, clarifica todavía más el sentido eucarístico de la
visión”.
También de Fátima
adoptó la práctica de los primeros cinco sábados de mes, que la Virgen reveló a
sor Lucía en 1925. Entonces la Virgen invitó a consolar y
reparar los ultrajes cometidos contra su Corazón Inmaculado prometiendo
que “a todos aquellos que durante cinco meses, el primer sábado, se confiesen,
reciban la santa Comunión, reciten el Rosario y me hagan compañía por quince
minutos meditando los Misterios, con la intención de ofrecerme reparaciones,
prometo asistirlos a la hora de la muerte con todas las gracias necesarias para
la salvación”.
Carlo Acutis quedó
muy marcado por el mensaje que en Fátima la Virgen dio a los pastorcitos sobre
rezar y hacer sacrificios por los pecadores y el Papa. Y lo tuvo presente hasta
el día de su muerte. Durante la enfermedad que acabó con su vida, este
adolescente quiso ofrecer todos sus sufrimientos por el Papa y por la Iglesia.
Y como vivió, murió, siempre unido a la Virgen.
María, Salud de los enfermos, ruega por nosotros
Javier
Lozano
Fuente: Cari Filii