El 6 de enero, Solemnidad de la
Epifanía del Señor, el Papa Francisco presidió la Santa Misa a las
10 de la mañana, hora local de Roma, en la Basílica de San Pedro.
En su homilía, el
Pontífice reflexionó sobre el pasaje del Evangelio según san Mateo que narra el
encuentro de los tres magos de Oriente que llegaron a Belén para adorar al Hijo
de Dios, recién nacido: «Vieron al niño con María, su madre, y cayendo de
rodillas lo adoraron» (Mt 2,11).
“Exige una cierta madurez espiritual, y es el punto de llegada de un camino interior, a veces largo. La actitud de adorar a Dios no es espontánea en nosotros. Sí, el ser humano necesita adorar, pero corre el riesgo de equivocar el objetivo. En efecto, si no adora a Dios adorará a los ídolos, y en vez de creyente se volverá idólatra”
Asimismo, el Papa
recordó que precisamente por esto resulta fundamental "que en nuestra
época dediquemos más tiempo a la adoración", tanto individual como
comunitariamente, "aprendiendo a contemplar al Señor cada vez mejor".
"Hoy, por lo
tanto, pongámonos en la escuela de los magos, para aprender de ellos algunas
enseñanzas útiles: como ellos, queremos ponernos de rodillas y adorar al
Señor", añadió el Obispo de Roma.
Levantar la vista
Profundizando sobre
la liturgia hodierna, Francisco destacó tres expresiones que pueden ayudarnos a
comprender mejor lo que significa ser adoradores del Señor: “levantar la
vista”, “ponerse en camino” y “ver”.
“La primera expresión, levantar la vista, nos la ofrece el profeta Isaías. A la comunidad de Jerusalén, que acababa de volver del exilio y estaba abatida a causa de tantas dificultades, el profeta les dirige este fuerte llamado: «Levanta la vista en torno, mira» (60,4). Es una invitación a dejar de lado el cansancio y las quejas, a salir de las limitaciones de una perspectiva estrecha, a liberarse de la dictadura del propio yo, siempre inclinado a replegarse sobre sí mismo y sus propias preocupaciones.
Para adorar al Señor es necesario ante
todo «levantar la vista», es decir, no dejarse atrapar por los fantasmas
interiores que apagan la esperanza, y no hacer de los problemas y las
dificultades el centro de nuestra existencia. Eso no significa que neguemos la
realidad, fingiendo o creyendo que todo está bien. Se trata más bien de mirar
de un modo nuevo los problemas y las angustias, sabiendo que el Señor conoce
nuestras situaciones difíciles, escucha atentamente nuestras súplicas y no es
indiferente a las lágrimas que derramamos”
Ponerse en camino
En cuanto a la
segunda expresión que nos puede ayudar, "ponerse en camino", el Papa
puntualizó que antes de poder adorar al Niño nacido en Belén, los magos
tuvieron que hacer un largo viaje siguiendo la estrella en el firmamento.
"Un viaje que implica siempre una transformación, un cambio", dijo.
“No
se llega a adorar al Señor sin pasar antes a través de la maduración interior
que nos da el ponernos en camino. Llegamos a ser adoradores del Señor mediante
un camino gradual. La experiencia nos enseña, por ejemplo, que una persona con
cincuenta años vive la adoración con un espíritu distinto respecto a cuando
tenía treinta. Quien se deja modelar por la gracia, normalmente, con el pasar
del tiempo, mejora. Como los magos, también nosotros debemos dejarnos instruir
por el camino de la vida, marcado por las inevitables dificultades del viaje.
No permitamos que los cansancios, las caídas y los fracasos nos empujen hacia
el desaliento. Por el contrario, reconociéndolos con humildad, nos deben servir
para avanzar hacia el Señor Jesús”
Ver más allá de las
apariencias
Finalmente, la
tercera expresión, "ver": El evangelista escribe «entraron
en la casa, vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo
adoraron» (Mt 2,11).
En este contexto, el
Papa explicó que la adoración "era el homenaje reservado a los soberanos,
a los grandes dignatarios. Los magos, en efecto, adoraron a Aquel que sabían
que era el rey de los judíos" (cf. Mt 2,2).
Pero,
de hecho, ¿qué fue lo que vieron?
"Vieron
a un niño pobre con su madre -continuó explicando el Santo Padre- y sin embargo
estos sabios, llegados desde países lejanos, supieron trascender aquella escena
tan humilde y corriente, reconociendo en aquel Niño la presencia de un
soberano".
Igualmente,
el Pontífice hizo hincapié en que los magos fueron capaces de «ver» más allá de
la apariencia: "Arrodillándose
ante el Niño nacido en Belén, expresaron una adoración que era sobre todo
interior: abrir los cofres que llevaban como regalo fue signo del ofrecimiento
de sus corazones".
Trascender
lo visible para poder adorar a Dios
"Para
adorar al Señor es necesario ver más allá del velo de lo visible, que
frecuentemente se revela engañoso", manifestó Francisco.
Finalmente,
el Santo Padre subrayó que este modo de “ver” que trasciende lo visible,
"hace que nosotros adoremos al Señor, a menudo escondido en las
situaciones sencillas, en las personas humildes y marginales. Se trata pues de
una mirada que, sin dejarse deslumbrar por los fuegos artificiales del
exhibicionismo, busca en cada ocasión lo que no es fugaz".
"Que
el Señor Jesús nos haga verdaderos adoradores suyos, capaces de manifestar con
la vida su designio de amor, que abraza a toda la humanidad", concluyó el
Papa.
Sofía Lobos - Ciudad del Vaticano
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