El miércoles 6 de enero, Solemnidad de la Epifanía del
Señor, es decir, "la manifestación del Hijo de Dios a todas las
gentes"; el Papa Francisco rezó la oración mariana del Ángelus desde la
Biblioteca del Palacio Apostólico del Vaticano, sin presencia de fieles a causa
de la pandemia.
En este contexto, el Pontífice subrayó que la visión de
Isaías, que presenta la liturgia de hoy (cf. 60,1-6), resuena en nuestro
tiempo más actual que nunca: «La oscuridad cubre la tierra, y espesa nube a los
pueblos» (v. 2).
Jesús es la luz para todos los pueblos
En este horizonte -dijo el Papa- el profeta anuncia la luz:
la luz dada por Dios a Jerusalén y destinada a iluminar el camino de todos los
pueblos: "Esta luz tiene la fuerza de atraer a todos, cercanos y lejanos,
todos se ponen en camino para alcanzarla (cf. v. 3). Es una visión que abre el
corazón, infunde aliento, invita a la esperanza".
El evangelista Mateo, por su parte, al relatar el episodio
de los Magos (cf. 2, 1-12), "muestra que esta luz es el Niño de
Belén, es Jesús, aunque no todos acepten su realeza", enfatizó el Santo
Padre: "Él es la estrella que apareció en el horizonte, el Mesías esperado,
Aquel a través del cual Dios realiza su reino de amor, justicia y paz. Nació no
solo para algunos, sino para todos los hombres, para todos los pueblos".
Una luz que se difunde con el anuncio del Evangelio
Al respecto, Francisco planteó dos cuestiones: «¿Cómo tiene
lugar esta “irradiación”? ¿Cómo se difunde la luz de Cristo en todo lugar y en
todo momento?».
Sin duda, no a través de los poderosos medios de los
imperios de este mundo, que siempre están buscando dominarlo -aseguró el Santo
Padre- sino a través del anuncio del Evangelio y con el mismo
"método" elegido por Dios para venir entre nosotros: "la
encarnación, es decir, hacerse prójimo del otro, encontrarlo, asumir su
realidad".
Testigos de infinita bondad
"Sólo así la luz de Dios, que es Amor, puede brillar en
quienes lo acogen y atraer a los demás", argumentó el Papa haciendo
hincapié en que la estrella es Cristo, "pero también nosotros podemos y
debemos ser la estrella, para nuestros hermanos y hermanas, como testigos de
los tesoros de infinita bondad y misericordia que el Redentor ofrece
gratuitamente a todos".
Por tanto, Francisco destacó que la condición es
"acoger esta luz en uno mismo, acogerla cada vez más".
Dejar que Cristo nos convierta
"También nosotros, como los Magos, estamos llamados a
dejarnos siempre fascinar, atraer, guiar, iluminar y convertir por Cristo: es
el camino de la fe, a través de la oración y la contemplación de las obras de
Dios, que continuamente nos llenan de alegría y de asombro siempre nuevo",
añadió.
El Papa concluyó invitando a los fieles a pedir la
protección de María sobre la Iglesia universal, "para que ella difunda en
todo el mundo el Evangelio de Cristo, Lumen gentium, luz de todos los
pueblos".
Sofía Lobos - Ciudad del Vaticano
Vatican News