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Parroquia madrileña de la Virgen de La Paloma |
Esta
es una parroquia netamente
evangelizadora, tanto en el barrio como allá donde sea necesario anunciar a
Cristo. Las decenas de sacerdotes, misioneros laicos y familias en misión que
tiene repartida La Paloma por todo el mundo así lo atestiguan.
Ahora
es La Paloma y sus feligreses los que necesitan la oración, que la
gracia que ellos han llevado regrese de vuelta en un momento tan duro. Personas
jóvenes de esta parroquia han muerto, y el edificio donde miles de personas han
descubierto la fe o en el que han hallado la caridad de la Iglesia, es ahora un
amasijo de escombros. Por ello, la comunión de los santos, algo tan bello y
único que se da en el cristianismo, es en este momento más necesaria que nunca.
Un símbolo en el Camino Neocatecumenal
A
su carácter castizo se unió esta vertiente misionera y evangelizadora cuando lo
que entonces era todavía el germen de lo que sería el Camino Neocatecumenal
empezaba a tomar forma. De
las chabolas de Vallecas, Kiko Argüello y Carmen Hernández
empezaron a llevar esta experiencia kerigmática a las parroquias.
La
Paloma fue una de estas pioneras, y en
1970 unos jovencísimos Kiko y Carmen realizaban este anuncio del Evangelio que
prendió como una mecha. Se formó una primera comunidad desde la cual
se han catequizado parroquias de Madrid, distintas zonas de España y de otros
países.
De
esta primera comunidad doce
jóvenes acabarían convirtiéndose en sacerdotes. Uno de ellos ha sido
rector del Seminario Redemptoris Mater de Madrid, otro del de Takamatsu
(Japón), y a esta comunidad pertenece también José Luis del Palacio, que tras 40
años como misionero itinerante en Perú fue nombrado obispo del Callao, también
en Perú, donde ahora es ya emérito.
De
esta misma comunidad surgieron
además otros 10 misioneros laicos itinerantes que han anunciado el
Evangelio en diversas diócesis españolas y en cinco países de América y de
Asia.
Este
germen fue creciendo y actualmente
en la parroquia de La Paloma hay 18 comunidades neocatecumenales, formada
cada una de ellas por entre 30 y 70 hermanos. Cerca de 1.000 miembros de esta
realidad eclesial con cientos de hijos, otro fruto más, conviven en esta
parroquia reuniéndose cada semana en el edificio que ahora ha quedado
devastado. David, el joven fallecido de 35 años, era precisamente una de las muchas familias numerosas que viven
su fe en ella.
Fruto
también de estas comunidades son el torrente de vocaciones que atesora.
Destacan entre ellas las
decenas de familias en misión repartidas por
cuatro continentes, catequistas misioneros itinerantes que evangelizan en
varios países y las vocaciones sacerdotales y a la vida consagrada.
La reciente vocación de Rubén, una de las víctimas
La última de ellas precisamente
fue el padre Rubén Pérez Ayala, hijo de esta parroquia, y desde que se ordenó el
pasado mes de junio vicario parroquial en ella. Esta madrugada falleció debido
a las graves heridas que sufrió por la explosión. A sus 35 años ha cumplido ya su misión, tanto en la
vida como en el sacerdocio pese a los pocos meses que pudo disfrutar del
ministerio.
Antes de su
ordenación hablaba, entre otras cosas, de la cruz. “Cuando la miro veo que es Cristo el que se ha
dejado matar por amor a mí. Aunque no siempre es fácil mirar a la
cruz. En los últimos tiempos me he encontrado con dificultades, con gente
cercana que está sufriendo mucho, y a los que la cruz se les hace muy patente”.
Pero “si te das cuenta de que Cristo está contigo en ese sufrimiento y en esa
cruz empiezas a vivirlo como el lugar de encuentro con el amor de Dios”.
En
su primera homilía como sacerdote, precisamente en la iglesia de La Paloma,
hacía una exhortación que cobra más valor aún hoy. Nos decía: “Os invito a mirar al Señor, a
confiar en Él, a no dudar de su amor, a que cuando vengan las dificultades,
cuando vengan las dudas gritemos al Señor: ¡Señor, si tú estás aquí, si has
estado siempre, si no me has abandonado, manifiéstate, ayúdame, sácame de
la angustia! Porque así experimentarás que Dios es tu tranquilidad”.
Y
añadía: "Si pienso en el futuro, pienso ¿qué será? No lo sé. A veces me da
miedo. Pero pienso: el
Señor se hace presente y eso me tranquiliza para seguir adelante".
Rubén
no murió solo. Sus padres y sus hermanos pudieron acompañarle en la UCI del
Hospital de La Paz. Su hermano Pablo, sacerdote igualmente y también otra de
las recientes vocaciones de esta parroquia, pudo impartirle la extremaunción y darle la indulgencia
plenaria.
Hace tan sólo
unos meses el padre Rubén, entonces diácono, junto al resto de sacerdotes de la
parroquia animaban a este céntrico barrio durante el confinamiento
domiciliario. Desde los balcones ya inexistentes del edificio parroquial y
comandados por su párroco, Gabriel
Benedicto, ahora también vicario de la Vicaría VI, hacían conciertos para los
vecinos, tocaban sus guitarras y con un potente altavoz exhortaban a los
vecinos a no tener miedo.
Estas
actuaciones diarias ayudaron a atraer a muchos vecinos a la parroquia y
acercarse a una Iglesia Católica que les podía parecer distante. De hecho, Rubén, Gabriel, Alejandro y el
resto de sacerdotes atrajeron la atención de medios de comunicación nacionales
e internacionales.
Fueron
un bálsamo en medio del sufrimiento. Según contaba el párroco a Catholic News, al principio atendían a la
gente desde la distancia hasta que comenzaron los conocidos aplausos sanitarios
a las 20 horas. Y estos
sacerdotes decidieron que también ahí podían hacer algo para ayudar, y
comenzaron a interpretar canciones populares y religiosas con sus altavoces.
Anunciar el Evangelio por cualquier vía
“Un
sacerdote me dijo: ‘¡Oye, tenemos que cantar!’ Y yo dije: ‘Sí. Mañana debemos
cantar’, porque fue este
sentimiento espontáneo que surgió del corazón”, contaba el padre
Gabriel Benedicto.
Pero no sólo
se quedaban ahí, sino que en ese tiempo vieron que la gente necesitaba una Palabra, que necesitaba a Dios en
medio del sufrimiento de la pandemia. Y comenzaron a retransmitir a través
de Youtube las catequesis, el rezo del Rosario y las misas diarias que se
convirtieron en auténticos fenómenos pues cada una de ellas conseguía miles de
reproducciones. La Vigilia Pascual, por ejemplo, superó las 25.000
visualizaciones.
El
párroco de La Paloma explicaba que “hay muchas personas que realmente no habían
asistido a la misa (antes) y, de diferentes maneras, ya sea a través de amigos
que les dijeron o un pariente que murió, se conectaron a la misa online para
rezar por los fallecidos. Ahora comienzan a ver misa todos los días. Creo que, en muchos sentidos, las
personas están redescubriendo esa semilla de fe que muchos de nosotros
recibimos de nuestras familias y de quienes nos rodean”.
Ahora
esta parroquia necesita de la oración de los cristianos. Esta comunidad en
salida que ha estado en primera línea de combate durante décadas ha recibido un
duro golpe, aunque con la esperanza puesta en Cristo Resucitado y mirando
constantemente hacia el cielo resurgirá de sus cenizas. Porque la Iglesia y la parroquia
no se hace con ladrillos, sino con los hijos de Dios, y de estos La Paloma anda
sobrada.