El libro de Johan Ickx, publicado en Italia por Rizzoli, se titula "Pío XII y los judíos" y es el resultado de meses de investigación entre los documentos por primera vez accesibles tras la apertura de los Archivos Vaticanos relativos al pontificado del Papa Pacelli.
El autor, director del Archivo Histórico de la Sección de Relaciones con los Estados de la Secretaría de Estado, reconstruye, a través de decenas de textos inéditos, el papel crucial desempeñado por Pío XII y su organización en el intento de salvar a miles de judíos de la persecución nazi durante la Segunda Guerra Mundial.
“Hay
que tener en cuenta que en nuestros archivos hay más de 800.000 documentos,
sólo de la Segunda Guerra Mundial. Por lo tanto, intentar relatar lo que
contienen en sólo 400 páginas fue una tarea ardua. Siguiendo al autor del
Decamerón, me di cuenta de que basta con elegir un tema y luego tratar de
contarlo a los amigos y, en este caso, mis amigos son los lectores. Intenté
llevarlos de la mano al archivo, abrir una caja, un expediente y hablarles de
los documentos que hay allí”
La llamada "leyenda negra"
afirma que el Papa Pío XII se quedó de brazos cruzados ante la persecución de
los judíos. En cambio, en su libro descubrimos a un Papa Pacelli al frente de
una ajetreada oficina que atiende cada día más peticiones de ayuda de los
perseguidos...
La "leyenda negra" relativa a
Pío XII se articula en varias direcciones. El primer punto es que durante esos
años no hizo nada, se quedó, por así decirlo, "en la ventana",
presenciando esas masacres que no habría querido ver, limitándose a ignorarlas.
Pues bien, eso no es cierto, porque la serie archivística llamada
"Judíos" que se encuentra en nuestros archivos - y que representa un
verdadero y propio unicum creo que en todo el mundo -
demuestra el cuidado diario con el que, las 24 horas del día, el Papa y las
once personas de su "buró", junto con los Nuncios y los demás
colaboradores en el extranjero, trabajaban para acudir en ayuda de los
perseguidos en toda Europa.
“Es
una serie de archivos que contiene cientos de expedientes y miles de
documentos. Cada expediente cuenta la historia de una familia o un grupo de
personas perseguidas que directamente, o a través de intermediarios, pidieron
ayuda al Papa. He contado unas 2.800 solicitudes de ayuda o intervención que se
refieren a las vicisitudes de unos 4.000 judíos entre los años 1938 y 1944”
¿Son documentos que sugieren que durante
la persecución y el exterminio promovidos por los nazis se extendió por toda
Europa la noticia de que Pío XII era la última esperanza para muchos?
“Hay
muchos ejemplos de esto en mi libro. Es realmente asombroso cómo hombres y
mujeres en peligro, en Milán, pero también en Praga o Budapest, consideraban el
único y verdadero último recurso acudir a Roma y pedir ayuda al Papa. Para los
judíos era, pues, evidente y claro que Pío XII estaba de su lado y que él y su
equipo harían todo lo posible por salvarlos”
El libro confirma que en aquellos años
el Papa se desvivió por salvar tanto a los católicos como a los judíos...
El Vaticano asume los casos tanto de
judíos como de cristianos, de muchos cristianos. Este es otro detalle que surge
de los archivos y que es poco conocido. En 1941, en todo el territorio alemán y
en todos los estados ocupados, las leyes raciales cambiaron. En lugar de tomar
la religión como criterio de persecución se adoptó un principio
"étnico", yo diría genético, basado en la sangre: cualquier persona
con un antepasado judío, hasta la tercera generación, era detenida y deportada.
“Un
ejemplo dramático publicado en el libro es la carta desesperada de una mujer
católica que, en 1943, inmediatamente después de la redada nazi en el gueto de
Roma, pidió ayuda a Pío XII. Vive cerca del Vaticano, sus hijos van al Colegio
De Merode en Plaza de España - así que es una familia muy católica - pero tiene
una abuela de origen judío. Por ello, se dio cuenta de que corría un gran
peligro y pidió al Papa que le buscara un escondite. Los documentos no nos
dicen si esta mujer fue realmente ayudada, pero es plausible que por
instrucciones de Pío XII fuera escondida en una institución religiosa como está
documentado en muchos otros casos”
¿Qué tipo de información llegaba al
Vaticano sobre lo que ocurría en los campos de concentración de Europa del Este?
La oficina coordinada por el Papa andaba
un poco a tientas en la oscuridad en las escasas noticias que llegaban de
aquellos lugares de terror. Los ingleses, los norteamericanos y la Santa Sede
intercambiaron información al respecto y esto es también un dato muy
interesante que se desprende del libro. La colaboración entre los diplomáticos
presentes en el terreno fue fructífera y se intercambiaron noticias atroces
sobre los campos de concentración.
“Cuando
llegaron a las oficinas del Vaticano las primeras pruebas del exterminio masivo
que se estaba perpetrando en aquellos lugares, los diplomáticos de la
Secretaría de Estado se quedaron asombrados al principio, les costaba creerlo.
Por ejemplo, fue necesaria una gran circunspección para cribar las noticias que
llegaban del gueto de Varsovia procedentes de "agentes del Vaticano"
o de personas anónimas que enviaban testimonios. Pero pronto se supo que,
efectivamente, se había llevado a cabo una operación para vaciarlo por
completo, deportando y matando a todos sus habitantes”
De su libro también se desprende
el modus operandi de la oficina de la Secretaría de Estado
dirigida por el Papa Pacelli. En medio del conflicto, los diplomáticos estaban
atentos a responder a las peticiones de ayuda, pero manteniéndose neutrales,
para no excluir ningún canal de comunicación...
Creo que fue esta intención de
salvaguardar la imparcialidad en el conflicto lo que llevó al Papa a no
publicar un documento de condena de las persecuciones, junto con los ingleses,
los estadounidenses y los soviéticos. No olvidemos que los soviéticos, al
comienzo de la guerra, aún eran aliados de Estados Unidos e Inglaterra. La
Santa Sede comprendió, según mi opinión, que en ese momento no podía arruinar
su reputación poniéndose al lado de los soviéticos.
“Imagínese
lo que habríamos dicho hoy si la Santa Sede hubiera colaborado con los aliados
en ese momento. No lo hizo, pero actuó, por así decirlo, de forma paralela para
ayudar a los perseguidos y presionar a los países ocupados por los nazis. Esta
imparcialidad habría sido de importancia primordial para el período de
posguerra”
Sin embargo, resulta que el Papa tenía
gran "simpatía" por los Estados Unidos, hay un capítulo dedicado a su
amistad con el presidente Roosevelt...
“Ese
es otro aspecto de la "leyenda negra" sobre Pío XII que queda
desmontado por mi libro. Durante décadas cierta propaganda nos lo presentó
incluso como el Pontífice de Hitler, pero debo decir que estos documentos nos
lo devuelven más bien como el Pontífice de Roosevelt. Tanto es así que, en
varias ocasiones, el cardenal Tardini, Secretario para los Asuntos
extraordinarios, aparece incluso irritado por la familiaridad con la que el
Presidente estadounidense se dirigía a Pacelli. Para la burocracia vaticana
esta relación tan personal era insoportable y las cartas personales de
Roosevelt a Pío XII, que escapaban a los protocolos diplomáticos habituales,
eran realmente insólitas”
Uno de los
documentos más sorprendentes entre los que figuran en el libro es una carta del
Cardenal Gasparri, fechada el 9 de febrero de 1916, en la que responde a una
petición del Comité Judío Americano de Nueva York. Una carta, según su opinión,
inspirada precisamente por Eugenio Pacelli, entonces ministro de Asuntos
Exteriores de la Secretaría de Estado...
En aquel
caso, los judíos estadounidenses pidieron al Vaticano que el Papa Benedicto XV
se pronunciara contra la persecución racial que ya había comenzado durante la
Primera Guerra Mundial. El Secretario de Estado Gasparri respondió con este
texto, autorizando explícitamente su publicación. Los periódicos de las
comunidades judías estadounidenses se hicieron eco de ella, definiéndola con
satisfacción como una verdadera y propia "encíclica".
“En el texto se define literalmente a los judíos como
"hermanos" y se afirma que sus derechos deben ser protegidos como los
de todos los pueblos. Esta fue la posición explícita de la Santa Sede cuando
Eugenio Pacelli ocupaba el cargo de Ministro de Asuntos Exteriores: los judíos
son hermanos que deben ser respetados como cualquier otro pueblo. Creo que este
es el primer documento en la historia de la Iglesia católica y de la Santa Sede
que expresa este principio y – casualmente –estas son las palabras que
encontramos en el documento Nostra Aetate del Concilio Vaticano II, publicado
en 1965. Estos son precisamente los principios que, en mi opinión, Pío XII
aplicó durante décadas en su Pontificado al enfrentarse al gran desafío del
nazismo y luego del comunismo”
El libro
relata muchas historias dramáticas, peticiones de ayuda a las que el Vaticano a
veces no logra responder...
“En una Europa en guerra, las comunicaciones eran
lentas y difíciles. Faltaban fuerzas en el terreno y había una labor de
inteligencia nazi que intentaba impedir que las peticiones de ayuda llegaran a
buen puerto. Los sentimientos de amargura e impotencia expresados en muchas
ocasiones por los miembros de la oficina de Pío XII son muy llamativos”
Uno puede ver cómo Monseñor Barbetta o Monseñor Dell'Acqua
y los demás miembros del personal, dirigidos por el Cardenal Maglione y
Tardini, trabajaron sin descanso para intentar ayudar a las personas que huían,
para trasladarlas de un extremo al otro del mundo, para tener que admitir
después que habían llegado demasiado tarde y que sus esfuerzos habían sido en
vano.
Fabio Colagrande – Ciudad del Vaticano
Vatican News