Jesús nacerá en mi hogar, le abriré la puerta y comeremos juntos.
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Fueron meses durísimos y largos;
de dolor y desasosiego, miedo, incertidumbre, tristeza y todo lo que se puede
uno imaginar. Sobre todo cuando has imaginado tu vida con una persona, a quien
le dijiste «sí» para siempre y con quien tienes una hija.
Corazón de Jesús
La vida no siempre es lo que queremos,
y por más que luchemos, hay cosas que parece que ya no se pueden resolver.
Habiendo caído en esta cuenta, hice algo que me salvó la vida: hundí mis manos
en el corazón de Jesús. Literalmente me imaginé a mí misma colocando mis manos
en su corazón. Y han estado hundidas en Él desde entonces. Le entregué toda mi
vida, mis dolores y angustias, el camino de mi vida y sobre todo, lo que estaba
viviendo.
Así, como me acabo de separar me
pregunto: ¿cómo voy a vivir esta Navidad? Con paz, agradeciendo la existencia y
sintiéndome digna ante mí misma y ante Él. Y esta vez voy a dejar que sea Jesús
bebé quien hunda sus manitas en mi corazón pues Él hace nuevas todas
las cosas. Especialmente a las personas rotas el Niño Jesús les
devuelve la dignidad, la esperanza y la paz.
Aquí estoy … Lo que quieras
La oración, la compañía, el
cariño y los consejos a distancia de enormes amigos y familia también me
salvaron de una depresión y de un callejón sin salida. Tras el confinamiento
renací como no habría podido imaginar. En la primera oportunidad que tuve me
fui a una ermita a hacer soledad y silencio y al llegar le dije: «Aquí
estoy… Lo que quieras».
Jamás llegó la depresión y ni esa
vorágine de dolor que pensé que surgiría después de la tensión por la
separación. ¡Ya había sufrido bastante! Puedo decir con certeza: «El Señor
es mi pastor; nada me puede faltar.»(Salmo 23)
La esencia de la Navidad
Al acercarse la Navidad, tampoco
vivo con angustia el qué voy a hacer. Es difícil hacer planes con la familia
dada la situación actual, así que con una paz desconcertante, porque jamás
pensé que la tendría de esta manera, me dije a mí misma que pasaría la Navidad
en presencia de la esencia de mi vida: Jesús. Porque aquel que una vez más
salva mi vida, lo hace cada día y lo sé.
Entonces, ¿por qué he de tener
angustia por no hacer una gran fiesta, por no poder encontrarme con la gente
que quiero? Es verdad que han sido tiempos duros para todos, y deseamos
vivamente reunirnos y abrazarnos. Ya lo haremos, estoy segura. Sin embargo, yo
viviré esta Navidad como una oportunidad para abrazar a Quien con frecuencia
dejo de lado en mi día a día, a Quien realmente celebra años, a Quien hace de
mi vida la mejor.
Yo voy a celebrar Navidad con
alegría y paz en el corazón, de saberme tan querida por la gente amiga e hija
de Dios. Sin vergüenza y sin temor.
Si tú no puedes pasar esta
Navidad con la gente que más quieres, si has sufrido una pérdida irreparable, tómalo
como una oportunidad para renovarte por dentro, para recuperar la esperanza y
la confianza en ti.
Acoge esta Navidad al Amor vivo,
presente, encarnado y date a Él. Ama a quien puedas, perdonando a quien lo
necesite, – empezando por ti mismo -. Recuerda que no cargamos solos nuestros
dolores y penas; basta solo abrir los ojos del interior.
Y por favor, no te sientas solo,
no lo estás, nunca. Incluso si no puedes dejar ir la tristeza, acepta
tus lágrimas con paz en el corazón. Somos seres humanos limitados y
nos solemos equivocar. La dignidad no la dan nuestras acciones correctas o
incorrectas, sino la intención sincera de nuestro corazón y nuestra opción por
el amor; ahí encuentras reconciliación y perdón. Ahí puedes, con la frente en
alto, mirarte con misericordia.
Volver a nacer
Pero no todo son rosas y
sonrisas. Bien sabemos que una separación es una ruptura del corazón, del alma
y de los sueños que requiere aprender a mirar con otros ojos, sí. Hay heridas
que aunque un día se volverán cicatrices, aún duelen.
Por el momento, con esas llagas
aún abiertas, también aprovecharé para pedirme perdón y para
perdonar a quien me ha herido, para aceptarme tal como soy, para volver a
encontrar la belleza que hay en mí – aún perdida por la inseguridad de estos
años -, para abrazar mi existencia y bendecir a Quien me la ha dado.
Esta Navidad quiero desprenderme
del pasado que pesa, acoger el presente que me sonríe y abrir los brazos al
futuro que me espera. Voy a pedirle al Niño Jesús que en lugar de regalos me
conceda el don de mirar con sus ojos para poder contemplarlo todo de una forma
nueva y reparadora.
Jesús nacerá en mi hogar esta
Navidad. Le abriré la puerta y comeremos juntos. Sé que se quedará para
siempre, por eso le pediré que me siga fortaleciendo por dentro y que nuestra
amistad no deje de crecer. Que no cese de dar gracias por los amigos que tengo,
que me permita darme a ellos incondicionalmente y que pueda seguir aprendiendo
a ser como Él. Solo así podré empezar mi vida de nuevo, esa que deseo de verdad
con tanta intensidad, una vez más.
Hace años te dije sí, y muchas cosas han pasado desde entonces;
caídas, errores, alegrías, todo aquello que vivo como ser humano. Hoy – a
sabiendas de que me volveré a equivocar, que volveré a reír y a llorar -,
sintiéndote no temo y te vuelvo a decir con confianza: sí.
¡Muy feliz Navidad!
Claudia Soberón
Fuente: Aleteia