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Yamile, junto a su higa Olga |
Su hija Olga, que la acompañó en ese sueño de
conocer Tierra Santa fue testigo de todo ello. A pesar del dolor, recuerda que
tanto ella como su madre tuvieron
durante esos días un importante encuentro con Dios. Ahora cuenta su
experiencia en El Tiempo,
publicación colombiana, país de la que madre e hija eran originarias.
Esta hija hizo una promesa a su madre cuando
estudiaba: cuando trabajase ambas viajarían por el mundo. Ya viuda Yamile y
Olga pudieron hacer algunos de estos viajes. “Estábamos en el aeropuerto
El Dorado y haciendo la fila conocimos a una joven israelita y nos hicimos muy
amigas de ella. Sin
conocernos, ella nos brindó su amistad y terminó invitándonos a Israel. Yo
veía que era muy costoso, y hacía cuentas y no me alcanzaba. Pero cuando ella
nos invitó, yo sentí en mi corazón que era el momento”, cuenta Olga.
"Dios nos regaló un viaje para
Tierra Santa"
Meses después decidió ponerse en contacto con una
agencia española y empezar desde allí una peregrinación a Tierra Santa con su
madre. “Cuando ya le iba a contar a mi mamá del viaje, yo quería ver su cara porque
sabía que ese había sido su sueño de toda la vida. Entonces nos conectamos por
videollamada con mi hermana, y le dije: ‘Dios nos regaló un viaje para Tierra
Santa’. Se quedó mirándonos y dijo: ‘Yo
pensé que me iba a morir y no iba a conocer Tierra Santa’. Ella estaba
feliz, feliz, feliz”, cuenta. Tras su primera escala en Barcelona,
finalmente el 11 de octubre de 2019 volaron hacia Israel. Su primer destino fue
Nazaret. “En el coche, mientras
íbamos llegando, con mi mamá cantábamos. Nosotras no lo creíamos, era
algo increíble”, afirma Olga.
Al día siguiente fueron a la casa donde vivieron
María, José y Jesús. Sin entender muy bien el porqué, ellas lloraban, se
abrazaban y cantaban: “porque
han llegado las bodas del Cordero”. Estaban tan exultantes madre e
hija que incluso la gente pensaba que estaban locas.
Al caer la noche fueron a cenar, y ella dijo: “Este es el mejor regalo que Dios
me ha dado, ahora ya me puedo morir”, le dijo Yamile a su hija. Luego
regresaron al hotel, hablaron y prepararon ropa blanca, pues al día siguiente
iban a Galilea y al Jordán, donde Jesús se bautizó. Estaban ansiosas.
Esa mañana Yamile se levantó a las 3 de la mañana,
entró al baño y cuando salió ya estaba vestida. “Mamá, es muy temprano, todavía no es el momento”, le
dijo Olga entre risas, le pidió que se volviera a dormir y le avisó que a las 6
de la mañana ella la despertaría. “Ella estaba feliz y me dijo: ‘No, es para
que no nos coja la tarde’ ”.
El momento final
Esa noche Olga no pudo dormir. Horas después se
despertó, le dio un beso en la frente y le dijo: ‘Ya es hora’. “Ella se
levantó, me dijo: ‘¿Qué hora es?’. Le respondí: ‘Ya van a ser las seis’. La abracé, fui a la cocina y al
regresar ella estaba desplomada en la cama. Yo pensé que estaba recochando,
porque nosotras jugábamos a que ella se tumbaba en la cama y yo la abrazaba y
levantaba, y pensé que era lo mismo. Pero yo la vi diferente y dije: ‘¡Dios, mi mamá!, yo quiero tenerla
más tiempo’. Ella tenía los ojos cerrados”.
En ese momento
Olga les escribió a sus amigos que oraran porque su mamá se había desmayado en
la cama. Estaba angustiada. “Yo empecé a gritar, fui donde la recepcionista y
ella llamó la ambulancia, que llegó muy rápido. Trataron de reanimarla, pero ella ya había partido”, explica..
Mientras la reanimaban, pedía un milagro: “Cuando me dijeron que había muerto,
me salí, me arrodillé,
miré al cielo y dije: ‘Dios, yo acepto tu voluntad, dame fuerzas y ayúdame’”.
Olga entró a una habitación distinta de donde estaba su madre, y le agradeció
por todo lo que había hecho por ella y le dijo que no entendía: “yo no entendía
si era un sueño o era real”.
Ya sólo con Dios: ¿seguir el viaje?
De inmediato llamó a sus tres hermanos para
contarles esta trágica noticia. Cada uno reaccionó de una forma diferente:
ninguno esperaba esa llamada. Olga seguía en el hotel y, a pesar de esa
tragedia, dice que “sentía
la presencia de Dios” e incluso cantaba. Expresando su solidaridad, el
resto del grupo llegó al hotel para acompañarla, ninguno fue al Jordán.
Más tarde pidió que hicieran un responso a su
madre, así que la cónsul
le ayudó a conseguir un sacerdote y unas monjas que hablaban español, y a
las pocas horas llegaron. Después, incineraron su cuerpo.
El ‘tour’ iba a continuar y ella no sabía si
seguir. “Me sentí sola y sin mi
familia, solo con Dios”, señala. “No sabía si seguir el recorrido o
devolverme, y mi familia me dijo que siguiera, entonces eso hice". Así que
decidió continuar y en el cuarto día del viaje se fueron a Tel Aviv, que está a
dos horas de Nazaret.
Al día siguiente, por petición de su familia, la cónsul gestionó una misa en la
iglesia de San Pedro en Jaffa. El sacerdote que hablaba español la celebró,
y también se la transmitieron online a su familia en Colombia.
Durante esos días también pudo rezar por su madre
en Jerusalén: “Puse las peticiones de las amigas de mi mamá (en el Muro de las
Lamentaciones), fuimos a
la tumba vacía y al monte de los Olivos, allá me senté y me quedé dormida
debajo de un árbol”. La noche antes de volar a España le llegó una caja al
hotel. “Me entregaron las
cenizas en una caja, todo estaba en hebreo y tenía la certificación
traducida. Ese fue un momento muy duro”, cuenta.
Olga adelantó su vuelta a Bogotá. Al aterrizar, un
grupo de amigos y su sobrina la estaban esperando. Descansó dos horas y se fue
a La Dorada, Caldas, donde estaban sus hermanos. Dos días después hicieron un funeral y hubo una misa en sufragio
por Yamile.
La tristeza y el dolor de esta hija al regresar sin
su madre fueron más intensos que antes, pero sabe que su madre murió feliz al haber cumplido su mayor deseo. En
medio de lágrimas, dice que su madre murió tranquila por haber estado en Tierra
Santa. Para ella, cuenta Olga, lo mejor es “depender de Dios y anhelar su
voluntad, porque solo Él llena ese vacío".
Publicado originariamente en la web de la Fundación Tierra Santa
Fuente: Fundación Tierra Santa/ReL