Emmanuelle Cueto Ramos es sacerdote. Por el COVID un cáncer no fue detectado y ahora y vive sus últimos días con fe
![]() |
Emmanuelle Cueto Ramos |
Padre, gracias por
concedernos esta entrevista para Aleteia. ¿Puede decirnos su nombre completo,
dónde y cuándo nació?
¿Cómo recibió su llamado
al sacerdocio?
Yo era monaguillo desde los 5 años y medio, o 6
años y medio más o menos. Mi casa quedaba a cien metros del templo parroquial,
y yo desde chiquito me la pasé en el templo. Yo veía al padre cómo se revestía;
y a los monaguillos, y yo quería ser monaguillo. Entonces mi mamá me metió de
monaguillo, y yo era el más pequeño, ¡era la mascota de los monaguillos!
Mi párroco tenía fama de ser un poquito enojón.
Pero en mi parroquia también había religiosas, había monjas, y tenían fama de
ser regañonas; ellas eran las encargadas de los monaguillos. Y yo era muy
travieso.
Llegó un momento, en el día de mi Primera
Comunión, que el padre le dijo a las niñas: “Levante la mano la que quiera ser
religiosa”; pero nosotros ya teníamos la figura de las religiosas como un tanto
negativa, así que cuando el padre preguntó: “¿Quién quiere ser religiosa?”,
nadie levantó la mano, porque para ser como aquéllas, pues no. Luego preguntó
el párroco: “¿Quién quiere ser sacerdote?”, y el único que levantó la mano fui
yo.
Vas
a ser cura
El padre, contento, al final de la Misa me vino
a buscar y me dijo: “¡Qué bueno que vas a ser padre!”, y yo le contesté: “Sí,
yo quiero ser padre de cuatro hijos, dos niños y dos niñas”. Pero el padre me
dijo: “Vas a ser cura”, y yo pensé: “¡Ah, te la creíste!” y no se cómo le
contesté: “Sí, yo voy a ser sacerdote”. Pero ahí quedó, porque llega uno a la
adolescencia y le pica la aguja del noviazgo, de las chicas, ¡y qué Seminario
ni qué Seminario! Se me fue la intención.
Tuve mis novias en la secundaria, y me empecé a
descarriar; fui grafitero, y tuve mi etapa de cholo. Aquí, en Perú, cholo es
una forma despectiva de decirle a los indígenas; pero en México un cholo es un
pandillero.
Así que fui pandillero; pero un sacerdote
misionero de la comunidad a la que ahora pertenezco, el padre Octavio Díaz, dio
un retiro. Yo entonces tenía una crisis de fe, por decirlo de alguna forma, ya
que mi vecino era protestante; yo trabajaba con él en unas canchas de tenis, y
un día me dijo: “Oye, ¿sabías tú que María tuvo más hijos? Y tu Biblia lo
dice”. Yo le dije que no, pero él me dijo que leyera mi Biblia.
Ya te imaginarás si yo leía la Biblia, que hasta
tardé dos horas buscándola, porque en mi casa no la leíamos, como sucede en
muchos hogares católicos. Leí Marcos capítulo 6 versículo 3, donde dice: “¿No
es este Jesús el carpintero, el hijo de María, y sus hermanos Santiago, José,
Judas y Simón?”. Y yo le dije a mi mamá: “No volveré a la iglesia, porque los
curas son mentirosos, y yo nunca he visto a un cura con la Biblia en la mano”.
Así que dejé de ir a la iglesia, hasta que mi
mejor amigo me invitó a que fuéramos a un retiro de 5 días, pero yo le dije que
no iría; entonces me dijo: “Va a ir Claudia”; y entonces yo pensé que si iba a
ir Claudia, entonces yo podía hacer la excepción y asistir también, porque, me
dije, “Claudia no puede ir solita, hay que acompañarla”. Fui al retiro, y a las
9 de la mañana iban a cerrar las puertas. Faltaban cinco minutos y ella no
llegó. Pero me quedé en el retiro.
¿Te
gustaría ser misionero?
Yo era muy travieso, y el padre Octavio Díaz me
llamó; había escuchado que la noche anterior habíamos hecho una travesura en la
casa; por eso, cuando dijo que quería hablar conmigo, tuve miedo porque yo
había dirigido la travesura. Yo pensé que me iba a sacar del retiro, porque
estábamos amenazados; nos habían dicho que si hacíamos otra travesura estábamos
fuera.
Pero él me dijo: “Quiero hacerte una pregunta:
¿Te gustaría ser misionero?”. Mi primera respuesta fue: “No”; él insistió:
“Mira, podrías ser sacerdote”; le contesté: “No, a mí me gustan las mujeres; yo
estoy bien así”. Entonces dijo: “¿Qué, el niño tiene miedo de dejar a su
mamá?”; respondí: “¿Yo mamitis? ¡No!”. Dijo: “¿Entonces el niño tiene miedo de
dejar su escuela?”, y respondí: “¡No! Yo la dejo, no importa; tengo hasta beca,
es lo de menos”. Y el sacerdote vio por donde picarme el orgullo: “El niño
tiene miedo de dejar a su novia”. Y ahí es donde me dio. Yo tenía dos novias, y
hasta dije: “Padre, la segunda me costó que me dijera que sí, y usted me pide
que la deje”.
Conclusión, me convenció en 20 minutos. Me dijo:
“Mira, vete de misionero por un año”; repliqué: “¡Un año es mucho, padre!”. Me
propuso: “Entonces seis meses, o tres meses, o vete en las vacaciones de
verano”. Y era verano, así que acepté.
Me despedí de mis amigos. Yo, como pandillero
usaba pantalones bien flojos, arete… Y cuando les dije que me iba a ir de
misionero no me creían, y decían que no iba a durar. Pero ya han pasado 17 años
desde que dije “sí” al Señor.
¿Entonces, literalmente,
Dios lo sacó a usted de las calles por medio de las misiones?
Así es. A mí se me habían ido las ganas de ser
sacerdote, y te voy a ser sincero de por qué; es una cuestión muy fuerte pero
también es una cruda realidad:
Cuando yo estaba en la secundaria, mi papá
preguntó en un Seminario cuánto costaba la colegiatura. Cuando supo cuánto era,
me dijo: “No puedo pagar esa cantidad”. Y le contesté: “Tranquilo, papá;
entonces no entro al Seminario”. Es decir, se me cerraron las puertas por la
situación económica.
¿Y
qué pasó con sus novias? ¿Recuerda cómo les dijo adiós?
Sí. Con una de ella me había peleado dos días
antes de irme, pero el último día me comuniqué y le dije: “No sé si me quieras
esperar”, y me contestó: “Sí, yo te espero”.
De mi otra novia me despedí en una ida al cine.
De ésta no volví a saber más; pero con la primera volví a tener contacto apenas
hace como un año, después de 17 años nos encontramos en el Facebook. Le pregunté:
“¿Qué ha sido de tu vida?”; me respondió: “Todavía no me caso; ¿y qué hay de
ti?”; le dije: “Soy sacerdote”, y ella me dijo: “Todavía sigo esperándote”.
Pero su familia le pidió que no me molestara.
Hacer
sus memes
Háblenos, padre, de su
faceta de influencer. Usted ha estado muy activo en redes sociales, probó
TikTok. ¿Tiene esto que ver con el Emmanuelle Cueto grafitero, ya que se trata
de una forma de expresión?
No sé si se pueda decir que yo soy un
influencer. Pero todo empezó cuando abrí mi Facebook personal, donde sólo tenía
pequeños contactos con gente cercana; hasta que un día llegué a una página que
se llama “Memes Católicos”, que dirige Jonathan Luque, de aquí de Perú; y como
en 2013 se la tumbaron, yo pensé: “¡Qué mala leche!”.
Para entonces yo manejaba un poco el Photoshop,
y se me ocurrió abrir una página de memes que se llamara “Memes Católicos
Recargado Mex”, versión mexicana. Yo pensaba: “Con llegar a mil seguidores hago
fiesta patronal y quemo castillo”.
Empecé a hacer mis memes, y yo creo que la gente
confundió, pensó que Jonathan había reabierto la página. Así que empecé a tener
muchos “likes” y seguidores. En 2013 yo fui alcanzando 30 mil seguidores, 40
mil, 50 mil, 60 mil…, y llegué a 150 mil seguidores. Ahí me quedé.
Tik Tok lo probé apenas, y en cuestión como de
un mes llegué a los 280 mil. Todo empezó con un TikTok que subí dando la
bendición; sólo decía: “¡Hey, detente antes de que sigas adelante! ¡Déjame
darte la bendición!”. Yo creo que es uno de los TikToks religiosos que tiene
más reproducciones, como 5 millones.
Los vídeos yo también los subía a mi Facebook
para la gente que no tiene TikTok. Y empecé a tener mucha viralidad con
pequeños vídeos en los que doy un texto bíblico y una pequeña reflexión. Quizá
he tenido propagación o viralidad por el carisma o don que Dios me ha dado de
la facilidad de palabra; probablemente es por eso que el Señor me ha permitido
que llegue a más personas.
Por otro lado, un grafitero es una persona que
pinta las bardas o muros de las calles. En mi etapa de grafitero me iba con
otros en las madrugadas a pintar; gastaba mi dinero en latas de pintura. Una
que otra vez me agarró la patrulla, pero luego me soltaban porque veían que no
tenía dinero para pagarles, así que antes de llevarme al Ministerio Público me
decían que me bajara de la patrulla; creo que me tenían lástima.
¿Qué
gana un grafitero con pintar? ¿Es un acto de rebeldía?
En líneas generales hay dos tipos de grafiteros:
los legales y los ilegales. Los ilegales puedes saber que lo son porque pintan
las paredes de las calles al “ahí se va”, de prisa; son los que pintan, por
ejemplo, las puertas o cortinas metálicas de los negocios, o los puentes.
En cambio, los grafitis de los legales son más
elaborados, pueden ser hasta dibujos animados. Estos grafiteros piden permiso
para rayar los muros.
Mi “crew” era de los legales, sus siglas eran
“IAG”, que significaba “Imaginación Aplicada en el Grafiti”. Cuando ves un
grafiti, al final siempre aparece el “tag” o la firma con algunas iniciales que
indican el nombre del grupo o “crew”.
Yo comencé porque vi que otros estaban rayando y
me gustó, no tanto como un acto de rebeldía sino como un rato de arte. Pero yo
no era estupendo, lo reconozco; había otros que eran geniales, ante quienes te
quitas el sombrero.
Contacto
con drogas, alcohol y riñas
¿Y qué dibujaba usted?
Mi “tag” era “like”. Yo dibujaba mi propio “tag”
pero en diferentes estilos. Yo, como grafitero legal, nunca aprendí a rellenar
caricatura, que es algo más elaborado, es de maestros.
Aunque usted era de los
legales, ¿estando en eso tuvo contacto con drogas, alcohol o riñas?
Sí, porque se juntó mi etapa de grafitero con la
de pandillero. Yo empecé a beber a los 11 años, más o menos, a escondidas; y
probé la mariguana casi a la misma edad, como por año y medio. Y había riñas
entre las pandillas, y era agarrarnos a golpes. Íbamos a las fiestas, a las
“tardeadas” que le llamaban, y había una pandilla en un lado y otra en el otro,
y se daban los enfrentamientos: era corretearlos a golpes, a pedradas, a
trancazos.
Yo, para pertenecer a mi pandilla, debía pasar
por un ritual que consiste en pelear contra otros 2 durante 21 segundos, a puño
limpio. Después de esto ya eras parte del grupo, de la banda del barrio.
Mi banda se llamaba “Tres puntos”, y usar los
lentes atrás significaba “mi barrio me respalda”. En mi etapa de pandillero sí
fui muy peleonero.
¿Y lo llegaron a
lastimar?
Sí, me “surtían” y yo “surtía”. Normalmente yo
peleaba cuando molestaban a mi hermano. Yo era el que peleaba las peleas de mi
hermano. Él es un año mayor que yo, pero yo peleaba por él.
Misioneros
Apóstoles de la Palabra
¿Qué significa para
usted monseñor Fidencio López Plaza?
Cuando en la fraternidad nos enteramos de que él
iba a ser el obispo de San Andrés Tuxtla, fue una gran alegría porque él ya
había oído hablar de nuestra comunidad. Como estamos incardinados a dicha
diócesis, el obispo de san Andrés Tuxtla siempre será el protector de los Apóstoles Misioneros de
la Palabra.
Desde que fue ordenado ya nos decían que era
como un párroco con mitra, es decir, muy cercano; no es el obispo académico,
sino un pastor con olor a oveja. Y la verdad es que lo comprobé yo. Cuando
pasaba a la casa, él mismo se paraba y te servía la taza de café. Es un obispo
que sabe sentarse y escuchar. Ha sido un obispo que nos ha sabido escuchar y
que nos ha ayudado bastante. Es un obispo a quien yo quiero muchísimo.
Cuando supimos que regresaba a Querétaro,
comentando con los padres, nos dio mucha tristeza de que nos dejara debido a la
cercanía que tuvo con nosotros. Son ustedes dichosos en Querétaro por tener a
don Fidencio de vuelta.
¿Los Misioneros
Apóstoles de la Palabra tienen presencia en Querétaro?
No. Hay seminaristas ahí, pero no tenemos casa
todavía.
Tumor
en el cráneo y sólo se atendía de COVID
Ahora cuéntenos de la
salud de usted: ¿qué ha pasado?
De un tiempo para acá, un año y medio, empecé a
sentir molestias en mi ojo derecho. Yo pensé que era por el cansancio, pues fue
en un tiempo en el que me pidieron colaborar en el Seminario como vicerrector
del Introductorio, y dar clases al mismo tiempo; y al siguiente año me pasaron
como rector del Introductorio. Era mucha la presión porque al mismo tiempo era
capellán de las religiosas de nuestra comunidad.
Pero a finales de enero de 2020 fui a Estados
Unidos, a Oklahoma, y en una de las Misas sentí que mi ojo derecho se me
cerraba, se me inflamaba. Entonces, cuando regresé, fui al hospital, me
hicieron una ecografía y me detectaron un tumor en el ojo. Me enviaron entonces
a otro hospital, al Instituto Nacional de Enfermedades Neoplásticas; ahí me
hicieron la tomografía, y salió que el tumor no sólo estaba en el ojo sino en
las zonas llamadas etmoides y esfenoides, de manera que el tumor estaba en
parte del cráneo hacia adentro, y parte del ojo.
Cuando me empezaron a atender vino la pandemia y
cerraron todos los hospitales; sólo se atendía de covid. Entonces me vi privado
de la atención, y mi ojo se empezó a inflamar demasiado, y tenía dolores
intensos, fortísimos, al grado de que tuve que ir a medicina del dolor, y sólo
me lo podían calmar con morfina.
Estuve esperando marzo, abril y mayo, y hasta
junio pude esperar a atenderme. Pero para julio yo ya había perdido la visión
del ojo derecho, y en el hospital tuve que esperar hasta el 19 de agosto.
¡Cinco meses para poder ser operado! Además tuve problemas porque no tenía
residencia peruana, y no tenía seguro peruano; pero no quise atenderme en un
hospital privado sino en el hospital de los pobres, el hospital de mis hermanos
peruanos ¡porque yo hice voto de pobreza, y cómo voy a atenderme en un hospital
de ricos, eso sería incoherencia!
Me atendieron en el mejor hospital de
especialidades, que es el Hospital Nacional Arzobispo Loayza. En el Instituto
Nacional de Enfermedades Neoplásticas me habían dicho que mi tumor era benigno
pero muy agresivo, que crecía muy rápido, y que me debía atender en el Loayza,
porque ahí atendían los casos de tumores benignos.
Entonces ahí me operaron; una primera operación
fue el 5 de septiembre, y luego me hicieron otra operación más grande, que duró
como 13 horas, donde intervinieron muchas especialidades porque el médico dijo
que el tumor ya había alcanzado una zona muy peligrosa, y que el tumor estaba
oprimiendo una vena importante, la carótida interna derecha, y, a causa de esto,
hasta la fecha la sangre no está subiendo por mi lado derecho de la cabeza; y
ya no se puede hacer nada al respecto.
Mi carótida izquierda está haciendo todo el
trabajo, está a marcha forzada para bombear sangre, está haciendo un puente
hacia la derecha. Dice el médico que no se explica cómo mi carótida izquierda
automáticamente tomó todo el trabajo. Y me hicieron una tercera cirugía,
reconstructiva.
Me dieron de alta y me dijeron que tenía que
estar en control médico, pero el doctor me dijo: “Tengo una pequeña duda, le
voy a mandar a hacer un estudio de histoquímica para descartar que su
inflamación sea por una infección”. El resultado de la prueba arrojó que el
tumor que pensábamos que era benigno resultó que era maligno.
Así que yo he sido diagnosticado con “cáncer
radio facial de tercer grado”.
Calidad
de vida
¿Qué significa que sea
de tercer grado, padre Emmanuelle?
Iba a ser ya mi primera ronda de quimioterapia y
radiaciones; pero, hablando con mis superiores, me dijeron que yo decidiera,
pero que considerara que con las radiaciones me voy a agotar y que si quería ir
a México ya no voy a poder viajar. Lo que el doctor sugiere es que me den
calidad de vida. Así que lo único que voy a recibir son cuidados paliativos.
Básicamente no hay cura para lo mío. Los médicos
dicen que a lo mejor por el modo en que evoluciona otra vez mi tumor, tengo
probablemente 7 u 8 meses de vida. Médicamente hablando. Pero, cristianamente
hablando, ¡quién sabe!, muchos años más, probablemente.
Padre, cuando usted dice
que el tumor llegó al cráneo, ¿significa que está en el cerebro?
No, está pegado a la base del hueso craneal. Mi
tumor no es suave. A mí me sacaron piezas del hueso. Y me pusieron bajo la piel
de la frente una tapadera de titanio. El hueso de mi pómulo derecho me lo comió
el tumor, así que me implantaron como una malla metálica bajo la piel.
Me duele la mandíbula porque la operación me la
movió. Tengo que atenderme esa parte de la mandíbula para, digamos,
reconstruirla. Ha sido difícil en ese sentido, porque tengo ratos muy malos, o
no duermo, o en la mañana amanezco mal, o casi no como. No sé cuándo voy a
sentirme bien o cuándo voy a sentirme mal.
Lo
ofrezco por la Iglesia y lo que está pasando
¿A quién le ofrece todo
esto, padre?
Yo lo llamo mi hermoso calvario, que el Señor me
permite ofrecerle a Él. Lo ofrezco en primer lugar por mi propia salvación; lo
he ofrecido por la consolidación de la fraternidad Apóstoles Misioneros de la
Palabra; y lo he ofrecido por la Iglesia, por lo que está pasando en la Iglesia
actualmente.
¿Qué pasa con su otro
ojo?
¿Cómo se ve la
Consagración, la Eucaristía desde la obscuridad, desde el abismo de su
calvario?
La verdad es que lloré mucho porque yo quiero
contemplarlo. Perdonen mi fragilidad humana. La gente me dice: “Sí, padre, va a
verlo con los ojos del espíritu”. Y sí, es cierto; pero también yo quisiera
verlo, el pedacito de Pan, que ya no es pan sino su Cuerpo. Ahora le digo a la
gente: “Aprovechen que ven, porque no se imaginan lo feo que es no poder ver”.
La experiencia de no poder ver lo que toco con
mis manos, al principio sí fue muy triste, de mucho sentimiento. Ahora digo:
“Pero puedes tocarlo. ¡Y tienes la dicha de comulgar, ¿qué más quieres?”.
Dios
en un lugar de Paz
¿Ha sentido el calor, el
amor de Dios en esta oscuridad?
Totalmente. Me siento abrigado, porque me es
quitado algo pero me es sustituido por algo, tengo la experiencia de paz al
celebrar la Misa. ¡El signo más grande de la presencia de Dios es la paz! “Qué
hermosos son los pies del mensajero que anuncia la paz”. Jesús dice: “Cuando
lleguen a una casa, deseen la paz”. Jesús aparece a sus discípulos diciendo:
“La paz esté con ustedes”. El signo de la presencia de Dios en un lugar es la
paz. Donde hay paz, ahí está el Señor.
Las tinieblas fueron
vencidas por Jesucristo. ¿Qué piensa sobre esto? ¿Hay la esperanza de que Dios
le dé la sorpresa de la luz?
Claro. Hay gente que me dice: “Padre, espere un
milagro”; y yo lo espero, pero voy a decirlo de una manera muy cruda, no lo
necesito. Es decir: espero y creo que Dios puede hacer un milagro, creo que
Dios puede curarme; pero no lo obligo a que lo haga.
Me acostumbro a esa dimensión de las tinieblas,
pero en sentido positivo. No de las tinieblas negativamente hablando, de
ausencia, ¡no! Esta ceguera no es ausencia para mí, es presencia. Me recuerda
mucho las palabras del cardenal Robert Sarah, prefecto de la Congregación del
Culto Divino, en su obra llamada “La fuerza del silencio”; él dice: “El
silencio no es ausencia de alguien, es presencia de alguien”.
Guardamos silencio cuando hay alguien. Entonces
yo guardo silencio porque hay Alguien, Jesucristo. En esta obscuridad de mi
ceguera física no lo puedo ver, pero lo toco, y, al recibirlo, se van a
iluminar esas tinieblas. ¡Son quitadas las tinieblas!
Si tú me quitas la Eucaristía, ya mejor mátame,
porque me quitas la vida. Había un dicho entre los primeros cristianos, que
era: no existe cristiano sin Eucaristía, y no hay Eucaristía si no hay
cristianos. Y no hay cristianos ni Eucaristía si no hay sacerdotes. El cúlmen
llega ahí, en la celebración eucarística.
Sueños
y deseos
¿Qué ha soñado usted
estos días? ¿Ha tenido sueños?
Sí, pero han sido horribles. Son sueños que
tienen que ver con la materia en que me he especializado, que es la liturgia.
Yo en el Seminario daba clases de teología litúrgica.
Yo trato de que no existan abusos litúrgicos, y
los últimos sueños que he tenido han sido de estar presente en una Eucaristía
donde el sacerdote hace abusos litúrgicos horribles, que me escandalizan. Y me
despierto exaltado, me despierto espantado. A veces pienso que es Satanás,
quien me quiere perturbar, porque si lo que más amo yo es celebrar la Misa,
Satanás sabe dónde pegarme, cómo perturbarme.
Así han sido mis últimos sueños; de tipo
litúrgico.
¿Cuáles son los abusos
litúrgicos?
Por ejemplo, ver a sacerdotes que suben a los
niños al presbiterio a rezar el Padrenuestro, agarrados de las manos, o
permitir que incluso impongan las manos durante la Consagración; sacerdotes que
no se quieren poner los ornamentos para celebrar la Misa; que se da la paz con
beso, o que están todos aplaudiendo durante la Misa; que todo es un
“despapaye”, que para dar la paz se mueven de aquí para allá. Abusos litúrgicos
de ese tipo, que se han vuelto muy comunes en la Iglesia de hoy,
desafortunadamente.
¿Ha pensado en la
santidad?
¡Cómo no! Es a lo que quiero llegar. Hice un
trato con un amigo sacerdote, el mismo que me invitó a ser misionero y que es
mi director espiritual desde hace 17 años. El trato lo hicimos cuando empecé
con el problema de mi ojo. Él me dijo, pensando en la muerte y, por tanto, en
la santidad: “Padre, hagamos un trato; si llegas al Cielo, prométeme que vas a
rezar todos los días por mí, que vas a interceder por mí ante Dios”. Yo le
contesté: “Ok, lo mismo usted: si va primero al Cielo, va a rezar por mí;
téngalo en cuenta”. Y me dijo que sí. Pero yo le advertí: “Ahora nada más
déjeme llegar al Cielo primero, porque para llegar al Cielo hay que ser
santos”.
Estoy en esa lucha; por eso lo que hago, y lo
que estoy sufriendo físicamente, lo ofrezco para que el Señor me purifique aquí
todo lo que Él quiera. Quiero llegar al Cielo directo, y el sufrimiento es el
camino más corto para ser santo.
Me ha dicho usted que también está ofreciendo
sus sufrimientos por la Iglesia. Como que últimamente hay un caos, o muchas
confusiones…
Sí, hay muchas cosas que se están destapando, y
a mí me da mucha tristeza. Casos de abusos, abusos sexuales a menores; ésa es
una parte, y lo ofrezco por ello.
Pero también hay otra cosa, que muchos
sacerdotes se están apartando de la doctrina verdadera; que están haciendo de
la teología y del Evangelio una ideología, y entonces enseñan opiniones
personales, y no lo que la Iglesia debe enseñar; hablan de los pobres, pero no
viven con los pobres sino que se sirven de los pobres.
Ofrezco mis dolores por la Iglesia que está
siendo herida por los mismos teólogos, que enseñan doctrinas contrarias al
Magisterio y al Papa. ¡Cuántos sacerdotes hay hoy en día que se oponen al santo
padre: sedevacantistas, rupturistas que no aceptan al Santo Padre, y por ellos
también los ofrezco, por los que no tienen o no quieren tener comunión con el
santo padre.
Aborto
y su ideología
¿Qué piensa de los niños
abortados?
Yo hice mi tesis de licenciatura en filosofía en
la Pontificia, y la dediqué al tema del aborto. Y la hice a través de una de
las obras de Rodrigo Guerra López, del CISAV; admiro mucho su trabajo y su
labor apostólica. Me gustó mucho un librito suyo que se llama “Afirmar a la
persona por sí misma”. Yo sigo mucho la línea del personalismo tomista.
Desgraciadamente muchos niños han sido
abortados, y esta ideología está entrando mucho en el continente americano, la
cultura de la muerte. Y pareciera ser que la Iglesia, muchas veces, pierde
fuerza, ¡no está respondiendo con la fuerza que debería responder!
¿Cómo quisiera ser
recordado? ¿Y usted por quién intercedería más? Sabemos que los santos tienen
como un protectorado. ¿Usted de quién sería el defensor, de los grafiteros?
Yo más bien me levantaría como el defensor de la
doctrina católica ortodoxa, o el defensor del culto divino. Me gustaría ser
recordado como un sacerdote muy alegre, con mucha chispa; y quiero que en mi
tumba diga así: “Amó profundamente la Eucaristía, y buscó que otros también la
amaran”.
Pero no se puede amar la Eucaristía si es mal
celebrada. Una Misa mal celebrada, al “ahí se va”, con abusos litúrgicos, es
todo menos amada. No se ama lo que se hace a la carrera, o lo que se hace al
“ahí se va”.
Quiero ser recordado como el que levantó la voz
contra aquellos abusos, contra aquellos que mutilaban el Santo Sacrificio de la
Misa, y que los corregía con cariño, no en el afán de ser el mejor, sino porque
la Misa no es nuestra, sino del Padre celestial; el Sacrificio Eterno de
Jesucristo ofrecido al Padre no nos pertenece, ¡no somos sus dueños, nos
sobrepasa! Entonces no podemos alterar algo que es un don gratuito de Dios.
La
Virgen de Guadalupe
¿Qué significa para
usted la Virgen María, la Virgen de Guadalupe? ¿Tiene inclinación por una
advocación en especial?
¿Cómo ha funcionado el
rezo del Rosario en su vida diaria? Porque sabemos que los sacerdotes son muy
tentados, muy atacados. ¿Cómo le ha servido a usted?
Uno, contra las tentaciones de la carne. Y dos,
contra la tristeza, sobre todo en la etapa de enfermedad; en el hospital estaba
rodeado de puro dolor, gente que se quejaba; entonces es fácil caer en la
depresión. Pero Dios me libró de esto porque tuve el Rosario; y también rezaba
la Coronilla, todos los días, 2 o 3 veces al día. El Rosario me sostuvo, sobre todo
en momentos de tristeza. Por eso representa para mí algo fundamental en mi
vida.
Respecto del sacramento
de la Confesión, ¿cómo podría describirse usted como confesor?
Por la experiencia personal cuando yo me
confieso, al confesar a otros trato de ser misericordioso. Cuando alguien se va
a confesar, normalmente hago primero una oración, pidiendo a Dios que le ayude
a hacer una buena confesión y obtenga el perdón y la paz.
Trato de entenderlos, de ponerme en sus zapatos.
No sirve de nada que si alguien cometió un pecado grave yo me la pase
gritándole y regañándolo, lo único que provoca es acabarlo. Procuro sentir
empatía con la persona.
Y mi experiencia ha sido gratificante. A mí me
encanta sentarme a confesar, ¿por qué?, porque he tenido la dicha de tener un
buen confesor, y no quiero que alguien se vea privado de tener también un buen
confesor. Por eso procuro ser misericordioso, como el Padre ha sido
misericordioso conmigo.
Hablar
con el Papa Francisco
Si tuviera oportunidad
de hablar con el papa Francisco, ¿qué le diría?
Le diría que me alegra que sea un Papa
americano, que no le tenga miedo a aquellos que le atacan, que siga siendo fiel
a la encomienda que el Señor le ha dado, y que sobre todo, siga siendo
misericordioso con la Iglesia; que cuando vea a un hijo suyo que ha caído, lo
vea con ojos de misericordia.
Me emocionaría escuchar su voz, y saber que me
da su bendición apostólica.
¿Usted siente estos
meses de vida como una sentencia?
Viene ya casi Navidad.
¿Cómo va a vivir esta Navidad?
Creo que la voy a vivir con mucha tranquilidad y
paz. Que Dios me regale lo que Él quiera; pero lo que yo le voy a pedir al Niño
Jesús es una noche de tranquilidad en comunión con mis hermanos; que donde yo
esté, pueda celebrar Navidad con mi familia de los Apóstoles de la Palabra, con
tranquilidad y paz.
¿Le va a pedir algo a
los Reyes Magos?
¿La madre de usted vive?
¿Qué le dice a ella?
¿A fin de año?
Depende de los médicos de aquí, y de los
papeles. Necesito que me autoricen el viaje y me entreguen el historial
clínico, porque ya me tocaba la primera ronda de radiación y quimioterapia,
pero como renuncie a ello, hay que hacer el papeleo de renuncia. Los médicos ya
me dijeron que la radiación no me va a curar nada, pero que pensaron en dármela
para que yo sintiera que me estaban haciendo algo. Pero no necesitan mentirme.
Cristo
es la esperanza
¿Está oficiando a diario
la Misa?
No todos los días: a veces concelebro, y otras
veces tengo que participar con el pueblo. Más de una vez me he tenido que salir
porque he tenido una crisis fuerte de dolor, concelebrando.
En redes sociales están
preguntando mucho por usted. Por ejemplo, en México hay mucha gente que lo
quiere. En Oklahoma y en todos los lugares donde usted ha misionado. ¿Qué
palabras les da, y qué palabras le da a México?
Cristo es la esperanza. Todo con Él, nada sin
Él. No podemos pretender que todo salga con la fuerza del ser humano; algo
hacemos, pero no llegamos a la plenitud sin Cristo.
Y por eso Cristo nos dejó su Iglesia. Puede que
con arrugas, pero es nuestra amada Iglesia. Uno ama a su mamá aun con arrugas,
aun cuando esté viejita.
Muchas gracias por tanta gente que ha orado por
mí. Son miles de personas que rezan por mí, por ejemplo en Europa: Alemania,
Italia, Portugal. Hermanos que ni me conocen, pero que rezan por mi salud.
Gracias por sus plegarias.
No olvidemos que es un orgullo pertenecer a la
Iglesia que Cristo fundó, que es la Iglesia católica. Defendamos la verdad con
amor, con caridad, pero sin renunciar a la verdad. Dice Benedicto XVI: “Caridad
en la verdad”, pero nunca renunciar a la verdad.
A mis hermanos mexicanos, que están viviendo el
caos político-social, les digo que apelemos al Evangelio: que el Evangelio
siempre sea la regla, la medida; no que el Evangelio se adapte a nosotros, sino
nosotros al Evangelio. Que nuestra vida sea así en todos los ámbitos sociales;
los empresarios sean verdaderos cristianos en su empresa, el estudiante en su
escuela, el obrero en su trabajo, la madre en el hogar o en su empleo. Ojalá
seamos capaces de influir en la sociedad, y que Dios nos bendiga a todos, y que
un día podamos compartir juntos la Eucaristía en el Cielo.
Allá podré ver, allá no habrá llanto ni dolor.
Habrá gozo y paz en el Cielo, y allá es nuestra patria, no aquí. Ése es mi
mensaje.
Jesús V.
Picón