Este lunes fallecía en Pamplona a los 67 años el sacerdote Luis de Moya, que durante casi 30 vivió tetrapléjico
![]() |
Luis de Moya era sacerdote. Foto. Universidad de Navarra |
En 1991, cuando Luis de Moya ya era sacerdote sufrió un gravísimo accidente de tráfico en el que acabó salvando la vida casi de manera milagrosa. En este siniestro sufrió la fractura de la segunda cervical, que le dañó la médula espinal y le hizo perder toda la movilidad y sensibilidad de su cuerpo, de cuello para abajo.
Y así vivió hasta este lunes, dando ejemplo del sentido del
sufrimiento y de un Dios bueno que no ha castigado a los que quedan
tetrapléjicos o postrados sin poder moverse.
Ayudar en el dolor físico y moral
En una intervención le preguntaban por la eutanasia
y cómo no apoyarla para gente que sufre mucho. Su respuesta era también un
testimonio propio, porque sabía muy bien de qué hablaba. “Ayúdale a que no
sufra, ayúdale a morir, no lo mates. Acompáñalo. Quita todo el dolor que puedas. El primero el físico, y luego
sobre todo el moral, que es el más duro, la soledad, la sensación de inutilidad
que pueda tener… enséñale que es hijo de Dios. Que lo aprenda si no lo ha
aprendido todavía, que por mucho que le pueda costar lo de ahora no va a ser
imposible porque Dios va a seguir siendo bueno. Hay muchos que han pasado
por ahí, que estamos en ello. Y que viva de esperanza, que en la vida eterna no
hay dolor”.
Esta era su
respuesta. Eutanasia no, acompañar, cuidar y amar, sí. En una entrevista
en 2013 en La Información explicaba
que “cuando un enfermo
incurable recibe el tratamiento paliativo y psicológico adecuado no pide la
eutanasia. Eso está estadísticamente comprobado y publicado”.
Pero con su característico estilo directo reconocía
que “hay gente que se niega a ser ayudada, porque le humilla tremendamente
sentirse cuidada. Bueno,
somos libres, pero hay que reconocer que quien actúa así no ejerce su libertad,
sino su soberbia. Negarse a recibir ayuda cuando es evidente que la
necesitas no tiene nada de virtud”.
"No me cambiaría por
nadie"
“Seamos claros –añadía-, en mayor o menor medida,
el hombre es un ser dependiente de otros siempre. Y así seguirá siendo. Yo sé
que soy muy dependiente. ¿Qué
es lo razonable, en mi caso? Pues aceptarlo y dejarse cuidar”.
¿Cómo vivió este sacerdote su futuro, (casi tres
décadas) paralizado de cuello para abajo. “De la manera más realista que pueda
haber: consciente de estar en las manos de Dios. Lo menos realista es vivir
como si Él no existiera, o como si nadie fuera de mí mismo pudiera ayudarme. Dios no va a consentir que me
encuentre en una situación imposible, sobrehumana o que supere mis fuerzas,
porque soy hijo suyo. Quizá me lo ponga difícil, pero nunca imposible”,
respondía.
Otra pregunta que se hacen muchos cuando ven una
situación como la de este sacerdote es “si Dios es bueno, ¿por qué permite
esto?”. Para el padre Luis de Moya la respuesta también en este caso era muy
clara: “Si realmente crees que Dios es bueno, la frase termina ahí: ‘Dios es
bueno’. Punto final. Lo que parece terrible desde nuestro punto de vista no es
tan terrible desde el punto de vista de Dios. Yo no me cambiaría por nadie, porque tengo la experiencia de lo
maravilloso que es Dios. Él consintió que me durmiera conduciendo,
pero también me ha dado ayuda humana para sobrellevar esta situación. Dios
consiente el mal, pero no nos abandona en él”.
De este modo, en
una entrevista con ReL, este sacerdote nacido en Ciudad Real en 1953
recordaba hace apenas unos meses a los políticos y aquellos que defienden la
eutanasia que “Dios no pone a sus hijos, los hombres, en situaciones
insufribles. Para cada
momento Dios nos brinda su ayuda para vivir esa situación de un modo digno en
su presencia. También en las situaciones más dolorosas que podamos
imaginar. Por otra parte, ésta es mi experiencia desde el año 1991”.
Su visita a Ramón Sampedro, cuya
historia relató Mar Adentro
Precisamente, esto mismo es lo que intentó durante años trasladar a Ramón
Sampedro, con quien habló y se escribió durante años. El caso de este
gallego tetrapléjico y que quería suicidarse dio origen a la película Mar Adentro (2004), de Alejandro Aménabar, filme
marcadamente proeutanasia y todavía hoy argumento fundamental para los que
defienden su legalización.
El padre Luis de Moya incluso fue a su casa a
visitar a Ramón Sampedro. Él mismo recordaba aquel momento: “Yo había acudido a
Galicia a dar una conferencia y aproveché para llamarle; quedamos en vernos. Nos conocíamos por cartas y por
teléfono. Le llevaba unos regalos, pero cuando llegué a su casa comprobé que me
sería imposible hablar con él. Su habitación estaba en un primer piso, al
que se accedía por una escalera estrecha en curva por donde no cabía mi silla.
Así que ni siquiera conseguí comunicarme. Ni siquiera salí de mi coche. Tampoco
pude transmitirle mis saludos, porque no había nadie en la casa. Él estaba
solo. En la película aparece acompañado siempre por otras personas. Pero en
verdad no fue así"
Sampedro –agregaba este sacerdote- “estaba convencido que no podía mejorar, quería morirse”. Pero sí podía mejorar. Luis de Moya aseguraba que “si hubiese querido hacer rehabilitación, habría podido mover los brazos, usar un teléfono, un teclado, conducir un coche... la lesión de Ramón era menos grave que la mía o la de un joven ingeniero que conocí en San Sebastián, el cual llegó a montar una empresa multinacional, con sedes hasta en la India, dando trabajo muchas personas.
Este ingeniero sabía que su lesión no le
permitiría ser jugador de baloncesto o pianista, pero sí otras muchas cosas
estupendas y útiles. Cualquier lesionado de médula espinal puede corroborar lo
que digo sobre Ramón.
Ahora que Luis ya no está aquí vale la pena
recordar lo que decía a ReL: “Cualquier situación, por favorable que sea en
esta vida, está destinada a terminar, y por tanto no es verdadera felicidad. La verdadera felicidad sólo
es posible en la otra vida, que nunca termina”.
J. Lozano
Fuente: ReL