ERA ESCLAVO DE LA VIOLENCIA. CRISTO LO MIRÓ DESDE EL SANTÍSIMO Y EN EL ROSTRO DE UN HOMBRE QUE MORÍA EN SU REGAZO
"Cuando
yo estaba por la calle, pegándome, Jesús estaba ahí, Él era a quien le pegaba y
esperaba a que yo aceptase su perdón a que yo le abriese mi corazón para que Él
entrase en mí"
Jaime Barón. Dominio público
A sus 14 años el sevillano Jaime Barón era una
persona “idealista, que gustaba mucho leer”. Así lo recuerda en un video
testimonio (ver abajo) en el cual confidencia su vínculo con una agrupación
nazi donde la violencia irracional y el consumo excesivo de alcohol eran
cotidianos.
“Mi vida se fue convirtiendo en eso, ¿no? La violencia
solucionaba todos mis problemas. Salía … y me peleaba. En el colegio tenía
problemas y los estudios los empecé a dejar. Toda esta discordia la llevé
también a mi casa. En mi cabeza había transformado a mis padres en mis
enemigos”.
La gente me miraba con miedo, con asco
A los 16 años se matriculó en un Instituto cercano al hogar
paterno, pero no iba a clases. Salía de casa y a las nueve de la mañana estaba
bebiendo su primer litro de cerveza. Al atardecer, con la conciencia obnubilada
por todo el alcohol ingerido en el día, daba rienda suelta a la violencia
peleándose con el primero que estuviere a mano.
“Mi vida se convirtió en un desastre hasta tocar fondo. Me
fui a un concierto (nazi) en Madrid. Cuando terminó yo estaba borracho como una
cuba. Acabó en pelea, una puñalada, otro no sé qué, llega la policía, me cogen
y me llevan preso. Tenía 17 años y tenían que venir mis padres. Al final me
saca un primo y me coge un autobús, de vuelta pa’ Sevilla. Recuerdo ese viaje
con la sudadera llena de sangre, oliendo a alcohol y resaca. La gente me miraba
con miedo, con pena, con asco. Me vi y dije: vaya mierda en la que he
convertido mi vida; con 17 años y estoy en una ruina de vida”.
Voluntariado en Calcuta
Algunos días después cargando el peso de saber que
pronto enfrentaría un juicio por lo ocurrido en Madrid, se topó en la calle con
el “padre Jorge”, capellán de su antiguo colegio. Sin mayores rodeos le
invitó a venirse de misiones por un mes a Calcuta, “con la Hermanas de la Madre
Teresa”, le dijo el cura. Poco sabía de qué iría el asunto, pero en ese momento
de crisis la oferta era un auténtico salvavidas. “¿Madre Teresa de Calcuta? Yo
sabía que era una mujer muy buena, pero realmente no sabía nada de ella. Pero
le dije: Vale padre, yo me voy con usted. Porque mi corazón tenía sed de algo
mayor, quería salir de Sevilla, necesitaba que me diese ese aire fresco, quería
cambio de vida, pero no sabía por dónde empezar”.
Calcuta fue un puñetazo directo a los sentidos: la humedad,
el ruido, las vacas cruzándose entre los vehículos y carritos deambulando de un
sitio a otro, olores indescriptibles en el aire, pobreza a raudales en cada
rincón. Allí, el corazón de piedra de Jaime, olvidándose de sí en el servicio,
contemplando el testimonio de las hermanas, comenzaría a dejarse tocar por la
misericordia de Dios.
Fue un proceso pleno de luces y sombras, donde hubo varios
hitos que sostuvieron su alma. Pero tres experiencias fueron esenciales: la
adoración eucarística, el rezo del rosario mientras moría en su regazo un
hombre que recogió de la calle y la voz de Dios llamándole mientras recorría un
crematorio. Las frases finales de Jaime que citamos mas adelante son
extractos de aquellos momentos, pero recomendamos pulsar el video para
conocer en voz del protagonista toda la gracia de Dios que comenzó a recibir en
su camino de conversión.
Adoración Eucarística
“Empezamos el voluntariado con las hermanas en
una casa que acogen a enfermos tanto físicos como psíquicos, de la calle, que
no tienen familia ni ná’, mayores y jóvenes (…) Por las tardes íbamos a la
adoración. A mí en el colegio me habían transmitido la fe y me habían dicho que
ese cachito de pan era Jesús. Pero para mí realmente eso era un cacho de pan,
no era Jesús, ni Dios, ni nada (…) En el corazón le preguntaba a Dios quien es,
miraba adelante a ese cachito de pan que realmente aún era un salto de fe muy
grande decir que era Jesús.
Pues esa tarde tuve una experiencia tan real,
porque no es un sentimiento, sino que experimenté que ahí estaba realmente Dios
vivo. ¡En ese cachito de pan estaba Dios! Vi toda mi vida pasar delante de mí y
como Jesús estaba en los momentos en que yo le volvía a crucificar… cuando yo
estaba por la calle, pegándome, Él estaba ahí, Él era a quien le pegaba y
esperaba a que yo aceptase su perdón a que yo le abriese mi corazón para que Él
entrase en mí a cambiarlo.”.
El rosario en la hora de la muerte
“Un día me encontré en la calle a una persona tirada en el
suelo, me acerqué, lo toco, estaba consciente pero muy frío, se estaba
muriendo. Lo cogimos, le pusimos en un taxi y lo llevamos a la casa de las
hermanas. Dentro del taxi apoyé su cabeza en mi regazo, me puse a rezar el
rosario y le iba mirando a los ojos y en su rostro vi de verdad la presencia
real de Jesús, vi los ojos de Jesús en la cruz, sus últimos minutos de vida
cuando dijo: ‘tengo sed’; y no se refería solo a la sed fisiológica, sino que
tenía sed de nuestro amor”.
Dios llama
"Me dicen: ‘Vika se ha muerto’ … Me invitaron al
crematorio, unos templos a orillas del río donde hacen sus rituales, las
cenizas las tiran al río y tal. Como un día en Calcuta es agotador acabas
reventado y así iba yo andando por la plataforma pensando… qué pereza,
encontrarme con toda la familia, todos los rituales estos; y en eso cuando iba
caminando me vino un pensamiento muy claro que me atravesó de la mente al
corazón, todo el ser, como una luz que me vino ¡fum! No eran palabras pero
sería más o menos comparable a que te digan: ‘Esto que estás haciendo es muy
bonito ¿sabes?
Estás llevando el amor de Dios a estas personas, estás
mostrándoles el amor de Dios en los últimos momentos, pero qué lindo sería que
culminases esta tarea llevando el amor de Dios a través de los sacramentos, la
presencia real de Jesús a través de la Eucaristía, su perdón a través de la
Confesión’. Claro, cuando eso me viene así me dije: ¡Uf eso es ser cura! ¡ni de
coña! Yo no quiero ser cura, yo he sido un golfo toda mi vida…”
Y en aquel momento el Hijo de Dios se encarnó y se hizo hombre en el vientre Santísimo de la Virgen María. Día grande y mil veces bendito e...
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ARTE AFRICANO DIÓCESIS DE GOKWE EN ZIMBABWE
LO HUMANO Y DIVINO
Dijo Dios: «Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza; que domine los peces del mar, las aves del cielo, los ganados y los reptiles de la tierra». Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó, varón y mujer los creó. (Génesis, 1,26-27)