Estas son las características del corazón del santo que expresa cada día amor de verdad
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¿Dónde comienza y termina el
camino de santidad? En el corazón de las personas. Tanto hoy como ayer, la santidad
es la plenitud de la caridad. Dejar entrar a Dios en nuestra vida y vivir una
experiencia profunda de amor. La santidad no se trata de ser perfectos estando
libre de defectos, sino de amar plenamente. Con la gracia, es posible caminar
hacia esa santidad.
En el atardecer de la vida, seremos juzgados en el amor”.
¿Cómo es el corazón de un santo? Describir un corazón que ama puede ser algo
muy complejo ya que vive la vida intensamente, sin límites y aspirando a lo
infinito. Aquí algunos aspectos.
UN CORAZÓN ABIERTO
Un corazón grande tiene espacio
para dejar entrar todas las preocupaciones, necesidades y sufrimientos de las
personas de nuestro tiempo. Este corazón se siente interpelado y siente una
responsabilidad amorosa de cuidar el mundo entendido como una casa común. Desde
su lugar y situación personal, adopta un estilo de vida que refleja un
compromiso responsable ante Dios, la creación y muy especialmente ante los
demás.
UN CORAZÓN PUESTO DONDE IMPORTA
Un corazón centrado en lo
importante tiene la capacidad de desprenderse de lo superficial con más
facilidad, algo que le da al alma una gran libertad para amar. No desprecia las
cosas, sino que las hace trascendentes porque reconoce la espiritualidad
presente en ellas. Ante los estímulos diarios puede con una “pobreza
espiritual” distinguir lo que es verdaderamente necesario de lo que no lo es y
administrar los bienes en su justa medida.
UN CORAZÓN SINCRONIZADO CON LA
RAZÓN Y LA VOLUNTAD
Cuando un sentimiento no tiene
raíces y no está dirigido hacia el amor, un corazón cambia con facilidad y no
va a ninguna parte. Es preciso formar la razón para actuar conforme a la
realidad. Pero eso tampoco alcanza. Hay que dejarse guiar por el amor como un
acto libre de la voluntad. Cuando uno es libre para amar y descubre aquello que
puede saciar su plenitud y lo abraza, la razón y el corazón van unidos y se
forma un criterio humano para actuar.
UN CORAZÓN QUE VALORA LA AMISTAD
La amistad es una forma de amor
que produce mucho gozo. Un corazón que es amigo predica no solo con las
palabras, sino con la vida. Es capaz de vivir con gratitud y de forma
desinteresada por los demás despertando muchos valores positivos como la
escucha, la confianza, el aliento y el servicio construyendo lazos de amor y
buscando el bien ajeno.
UN CORAZÓN QUE PERCIBE LO QUE ES
BELLO
La belleza contiene una llamada
de Dios al corazón humano para recordarle su vocación de trascendencia. La
belleza es una vía importante de evangelización, ya que hay muchas
manifestaciones de la creatividad humana que dan cauce a la tendencia natural
de buscarla y contemplarla. Es importante verla, disfrutarla y valorarla. Un
corazón que aprende a descubrir lo bello puede ayudar a encontrar y contemplar
a Dios en medio de un mundo violento.
UN CORAZÓN QUE ABRAZA EL DOLOR
El dolor es una realidad en la
vida del ser humano y nunca se puede evitar del todo. Aunque se busquen los
medios para eliminarlo, sabemos que no podemos hacerlo completamente y es
difícil ver su sentido sin Dios. Cuando el corazón participa del dolor se
identifica con Cristo y lucha por estar alegre cuando las cosas cuestan. Un
corazón que no evade la realidad del sufrimiento, es capaz de descubrir la
lección que esconde y recibir mayor consuelo.
UN CORAZÓN QUE SABE QUE ES
IMPERFECTO
La santidad no supone una vida
perfecta, sino mantener una apertura en la lucha por hacer crecer el don en uno
mismo y en los demás. El corazón tiene la humildad de saberse vulnerable y
necesitado de Dios. La santidad no es una unión constante con Dios perfecta y
consciente, sino una relación de amor que se hace vida siempre en movimiento,
creciendo y madurando, viéndose amenazada y recomenzando cada día.
UN CORAZÓN QUE PROPONE PERO QUE
NO IMPONE
No podemos pretender estar todos
de acuerdo con todo, pero sí tratarnos con afecto. Un corazón que ama no impone
su visión sino que invita y propone fomentando la unión. No busca una
uniformidad en las cosas, sino un sano pluralismo vivido con respeto para
construir puentes de solidaridad donde nadie quede excluido. El mensaje de amor
cristiano es un mensaje de esperanza para todos.
UN CORAZÓN ARREPENTIDO
Vivimos en un mundo donde el mal
se hace presente. Recuperar el sentido del pecado permite rectificar, sanar,
alejarse de aquello que nos aleja de Dios y de nuestro bien. El obrar mal, aún
por ignorancia, no deja se der un daño para la persona y la experiencia del
perdón con uno y con los demás es una oportunidad. Un corazón que se
arrepiente, es más compasivo y paciente.
UN CORAZÓN QUE AMA Y SE DEJA AMAR
La santidad es siempre cosa de
dos: la acción de Dios y la persona que se abre a la gracia. Cuando el corazón
se deja amar por Dios y se vuelca hacia el prójimo, eso se convierte en una
aventura que da pleno sentido a su vida: recibe el don de Dios para ofrecerlo
generosamente a quienes lo necesitan a través de su tiempo, recursos o
esfuerzos haciendo brillar la caridad en ellos.
Cecilia Zinicola
Fuente: Aleteia
