Juan Sobrino, bibliotecario, activó un voluntariado para atender a ancianos confinados a causa de la pandemia
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En estos años ha puesto
en marcha numerosas actividades y, efectivamente, la biblioteca ha pasado de
ser un lugar en el que los niños se limitaban a hacer los deberes escolares, a
convertirse en un punto de conexión entre personas de todas las generaciones.
En las estanterías de la
biblioteca, los libros van incluyendo en el lomo un código QR y
así el visitante puede escanear el código y ver al instante la recomendación
del bibliotuber.
Juan, que ahora tiene 49
años, vio que la labor de la biblioteca avanzaba pero quiso dar un paso más
para llegar a la población que más lo necesitaba: los ancianos. En
Soto del Real no son pocos, puesto que hay tres residencias y un centro
de día. ¿Cómo hacer para llegar a ellos?
Hacer más fácil la lectura a los mayores
Dotó la biblioteca
de libros con letra grande, audiolibros… todo lo que facilita
la lectura a los mayores. Y no solo eso: un grupo de voluntarios -de todas las
edades- visitaba mensualmente a los ancianos de las residencias.
Con la llegada de la
pandemia, la Comunidad de Madrid fue una zona especialmente azotada por el
coronavirus y se procedió al cierre de las residencias para
que los ancianos quedaran protegidos del contagio. Eso frenó en seco las
visitas. Y lo mismo ocurrió con el proyecto de lectura para los presos de la
cárcel Madrid 5, de Soto del Real.
Juan pensó entonces que había que articular un modo de seguir en contacto con los ancianos y presos. En cuanto a los presos no pudo ser, por las medidas de seguridad que se imponen en la cárcel. Pero sí había opciones con las residencias: el teléfono y las vídeollamadas fueron la clave.
Voluntarios que leen por teléfono
«Lo que veníamos
haciendo desde 2015, se ha ampliado. Hay un grupo de
voluntarios que llaman por teléfono a las personas mayores y les leen:
Delibes, García Lorca… También les proponemos acertijos, refranes, curiosidades
de etimología… Es estimulante para su memoria y para conectar con el
exterior», dice Juan.
«Si antes se hacía una
vez al mes, ahora se hace una vez por semana y a lo largo de todos los días,
porque nos adaptamos al horario de cada residencia y a las
posibilidades de voluntarios y ancianos».
«Se les da alegría y calor humano»
La videollamada y la
conversación telefónica se han convertido en un imprescindible en la vida de
los mayores: «Se crea una relación de compañía, se les da alegría y
calor humano», explica Juan. «La llamada es de unos 20 minutos en
principio, pero realmente se establece una conversación con el anciano, se
le pregunta cómo está, cómo se encuentra, y a partir de ahí cada día es
distinto».
Los abuelos esperan con
ilusión la llamada del voluntario. Y no solo eso: desde Soto del Real se
atiende ya a abuelos de otros lugares tan dispares como Cádiz o Alicante. La
lectura y la compañía interesan.
Perros que «escuchan»
Otro proyecto que ha
implementado Juan es el taller «Leyendo con mi mejor amigo».
Incluye la colaboración de perros adiestrados, que ayudan a motivar
a los mayores o a niños con dificultades. ¿Cómo lo hacen? «El perro acompaña
sentado tranquilamente, con la adiestradora a su lado, y reacciona o levanta
la pata cuando el niño o el anciano se encalla con una palabra o deja de leer.
La adiestradora se encarga de mediar para que sigan leyendo. Eso hace que se
sientan animados a hacerlo».
A los abuelos les gusta
tanto esta actividad que también en pandemia, a través de las videollamadas, se
ha podido seguir haciendo esta lectura por medio de una tableta o del móvil.
La actividad de Juan
Sobrino ha hecho que su labor reciba varios premios en los últimos años. «Es
estimulante ver que desde la biblioteca se puede mejorar la vida de las
personas», asegura.
Dolors Massot
Fuente: Aleteia