Hace unos días me llamó una
amiga. Me comentaba que me mandaba un paquete, y que en él me había metido una
macedonia de frutas. Te puedes imaginar mi cara...
Bueno, todo es de agradecer, pero
la fruta no es mi fuerte. “Bueno, al menos es fruta pelada”, me dije. Y me
quede pensando: “Mira que hay cosas y ha ido a dar con fruta...”. Al instante
concluí: “Seguro que a ella le encanta”. Pero, antes de colgar, me dijo:
-Espero que te guste, no todo es
lo que parece.
Me quede pensando en la última
frase que me había dicho, “no todo es lo que parece”, y ayer llegó el paquete.
Impaciente lo abrí y mi sorpresa con la macedonia fue que, sí, eran frutas...
¡pero de chuches! No te puedes imaginar qué risas y cómo me acordé de su frase
“no todo es lo que parece”.
Cuántas veces damos por hecho las
cosas y no damos una oportunidad a que sean distintas. Pensamos que vamos a ir
a trabajar y será igual, a la universidad y lo mismo, a comprar e igual. Y no,
en Cristo la rutina, lo monótono, no existe.
Cuando entra en nuestra vida la
rutina o se acaba la capacidad de sorpresa es porque a veces perdemos la
ilusión por la vida, porque nuestra vida no está colgada de Cristo. Él te ama y
quiere hacerte feliz.
Cuando a Jesús le vemos con sus
discípulos, siempre les sorprende con cosas nuevas, con parábolas que les
tocaban el corazón, con milagros que les dejaba con la boca abierta... Ellos
vivían en una continua sorpresa, y este asombro es el que no tenemos que perder,
o, si no, recuperar. Porque la vida no es lo que parece. Muchas veces damos por
hecho cosas y nos rendimos a la vida. Pero no, nuestro Dios te ha creado por
amor y en el amor quiere que vivas.
Hoy el reto del amor es
sorprender a esa persona que amas y hace mucho que no la sorprendes, que ella
descubra sin palabras que la amas.
VIVE DE CRISTO
Fuente: Dominicas de Lerma