Debemos
convertirnos, si aún no lo somos, en hermanos, y acostumbrarnos -el Evangelio
nos lo dice desde hace muchos siglos, pero nos encuentra casi refractarios a la
lección- a ver en otro rostro humano casi el espejo del nuestro, a ver otro yo
en los demás. El Señor ha dicho: "Ámense los unos a los otros, ámense como
a ustedes mismos". En otras palabras: también debemos transferir a los
demás ese sentimiento de personalidad que nos define, nuestro "yo";
¡Esta es la gran política humana y cristiana del mundo! Debemos acostumbrarnos
a ver en los hombres no antagonistas, ni enemigos, ni rivales, ni competidores,
sino hermanos.
Así, el Papa Pablo
VI, con ocasión de la Santa Misa de la Cuarta Jornada por la Paz,
el 1 de enero de 1971 resumió en la encíclica Populorum Progressio el concepto de que
el desarrollo (el desarrollo de todos los pueblos, indiscriminadamente) es el
nuevo nombre de la paz. Durante su pontificado, Pablo VI volvió a menudo a la
conciencia de la fraternidad universal a la luz del Evangelio y a la necesaria
puesta en común de los recursos.
Entonces hay otra
forma de comprender la hermandad. Y es el compartir el dolor: cuando todos
estamos "en el mismo barco". Como en los días de la pandemia, como en
la tragedia de una guerra que se avecina...
Nosotros, armados
únicamente con la palabra de la Verdad, más allá de las competiciones y
pasiones públicas, les hablamos en nombre de Dios, de quien toma su nombre toda
paternidad en el cielo y en la tierra (Ef. III, 15), - de Jesucristo, Nuestro
Señor, a quien todos los hombres han querido ser hermanos, - del Espíritu
Santo, el don del Dios Altísimo, fuente inagotable de amor en los corazones.
La voz de Pío XII
Así pues, el Papa
Pío XII, el 24 de agosto de 1939, cuando, precisamente en nombre de los
descendientes comunes del mismo padre, lanzó un mensaje radiofónico para evitar la guerra
que, en cambio, trastornaría a la humanidad durante cinco largos años... Y
cuando, en 1951, con ocasión de la inundación del Valle Padana, muchos fueron víctimas de una
catástrofe natural, el mismo Papa vio la belleza de la hermandad en aquellos
que habían sufrido el luto, habían perdido sus casas y necesitaban ayuda
urgente...
Y a ustedes,
queridos hijos de toda Italia, que, en una noble raza de piedad fraternal,
desde el primer hasta el último ciudadano, han estado dispuestos a ayudar a sus
desafortunados hermanos, que el paternal testimonio de nuestra admiración, de
nuestra gratitud, y al mismo tiempo la exhortación a aumentar con cada vez
mayor urgencia la ayuda.
Pero es de nuevo en
la misma mesa, es decir, al compartir la misma comida, que medimos realmente la
hermandad entre nosotros. En este sentido, "hermandad" es una
expresión concreta. Muchas veces", escribe Francisco en su tercera
encíclica, "al sumergirnos en discusiones semánticas o ideológicas,
seguimos dejando que haya hermanos y hermanas que se mueren de hambre y de sed,
sin techo ni acceso a cuidados para su salud. Hermanos que se quedan sin pan,
mientras nosotros tenemos mucho en nuestras mesas...
Debe ser, ante
todo, un pan propio, es decir, pedido en nombre de todos. El Señor",
advierte San Juan Crisóstomo a este respecto, "enseñó en el Padre Nuestro
a rezar a Dios también en nombre de los hermanos". En otras palabras,
quiere que no se eleven a Dios, suplicando en nombre de sus propios intereses,
pero también de los de su prójimo. De esta manera intenta combatir la enemistad
y reprimir la arrogancia".
La voz de Juan
XXIII
Así el Papa Juan
XXIII en su Radiomensaje para la Pascua de 1959, cuando
poblaciones enteras todavía sufrían las consecuencias de la guerra y luchaban
por retomar una vida digna afirmó: Que la invocación "danos hoy
nuestro pan de cada día" incluya en el adjetivo "nuestro"
precisamente el pensamiento de nuestros hermanos y hermanas.
La voz de Juan
Pablo II
Y fue precisamente
el pan, nuestro pan de cada día, junto con otras cosas, lo que el Papa Juan Pablo II compartió
concretamente, sentándose muchas veces a la mesa con los pobres. Aquí está, por
ejemplo, el 3 de enero de 1988 en el hospicio de Santa Marta, en medio de los
años ochenta. Llamó a los hermanos pobres, porque el primero en considerarlos
como tales fue el propio Jesús...
Y luego debemos
buscar formas de mejorar la vida porque todos somos conscientes de lo que
significa Jesucristo: Dios-hombre, Dios que se convirtió en uno de nosotros, nuestro
hermano. También sabemos que, en el fin del mundo, él será nuestro juez,
nuestro hermano. Y este juicio será sobre cómo hemos sabido ser hermanos unos
de otros. Así que siendo hermanos para los demás, para la gente diferente,
especialmente para los que sufren, para los pobres, éramos hermanos para él
también. (…)
Ver en el otro,
quienquiera que sea, realmente un miembro de la misma familia, es un camino
necesario, urgente, pero también difícil. El Papa Benedicto XVI lo hizo objeto
de una súplica a la madre de todos nosotros al final de la visita a la casa
"Don de María" de los misioneros de la caridad en el Vaticano el 4 de
enero de 2008...
Que la Virgen
María, que se ofreció a sí misma al Todopoderoso y se llenó de toda gracia y
bendición con la venida del Hijo de Dios, nos enseñe a hacer de nuestra
existencia un regalo diario a Dios Padre, en el servicio a nuestros hermanos y
hermanas y en la escucha de su palabra y su voluntad. Y como los Santos Reyes
Magos que han venido de lejos para adorar al Rey-Mesías, vayan también,
queridos hermanos y hermanas, a las calles del mundo.
La voz del Papa
Benedicto XVI
Y es el propio Papa
teólogo, Benedicto XVI, quien nos advierte contra las
fáciles ilusiones de nuestros tiempos alentadas por la tecnología... 16 de
diciembre de 2010.
...si el proceso de globalización en curso acerca a
los seres humanos entre sí, no los hace hermanos. Aquí se trata de un problema
más amplio, porque, como observó mi predecesor el Papa Pablo VI, el
subdesarrollo tiene como causa profunda la falta de fraternidad. (cf. Populorum
Progressio, n. 66)
Laura De Luca -
Ciudad del Vaticano
Vatican News