LA FE DE SANTA MARÍA
II. La obediencia de la fe.
III. Vida de fe de Santa María.
“Un sábado, Jesús
atravesaba un sembrado; sus discípulos arrancaban espigas y, frotándolas con
las manos, se comían el grano.
Unos fariseos les preguntaron: -«¿Por qué hacéis
en sábado lo que no está permitido?» Jesús les replicó: -«¿No habéis leído lo que
hizo David, cuando él y sus hombres sintieron hambre? Entró en la casa de Dios,
tomó los panes presentados, que sólo pueden comer los sacerdotes, comió él y
les dio a sus compañeros.» Y añadió: -«El Hijo del hombre es señor del
sábado» (Lucas 6,1-5).
I. Hoy, sábado, es un día
apropiado para que meditemos la vida de fe de la Virgen y le pidamos su ayuda
para crecer más y más en esta virtud teologal.
Desde
los primeros siglos, este día ha estado dedicado a honrarla. Santo Tomás señala
que dedicamos el sábado a nuestra Madre porque “conservó en ese día la fe en el
misterio de Cristo mientras Él estaba muerto” (Sobre los mandamientos, en
Escritos de Catequesis)
Muchos
cristianos procuran esmerarse este día en honrar a la Reina del Cielo: Escogen
una jaculatoria para repetírsela muchas veces en el día, hacen una visita a
alguna persona enferma, o sola, o necesitada, ofrecen una mortificación que
marca ese día mariano, acuden a rezar alguna ermita o iglesia dedicada a la
Virgen, ponen más atención en las oraciones que le dirigen: Santo Rosario,
Angelus, Regina Coeli, la Salve...
Consideremos
hoy cómo vivimos el sábado habitualmente y si tenemos detalles de cariño hacia
la Virgen.
II. El momento culminante
de la fe de María es la Anunciación: tiene realidad lo que tantas veces había
meditado en la intimidad de su corazón; “pero además es el punto de partida, de
donde inicia todo su “camino hacia Dios”, todo su camino de fe” (JUAN PABLO II,
Redemptoris Mater). De inmediato prestó su asentimiento pleno, abandonada en el
Señor: fiat mihi secundum verbum tuum, hágase en mí según tu palabra.
Ésta
es la primera consecuencia de la fe de Santa María en su vida: una plena
obediencia a los planes de Dios. Cuando miramos a nuestra Madre del Cielo vemos
nosotros si la fe nos mueve a llevar a cabo la voluntad de Dios sin poner
límites: a querer lo que Él quiere, cuando quiere y del modo que quiera.
Examinemos
cómo aceptamos las contrariedades que se oponen a los propios planes y si nos
santifican, o por el contrario, nos alejan del Señor.
III. A la Virgen no le
fueron ahorradas pruebas y dificultades, pero su fe saldría victoriosa y
fortalecida, convirtiéndose en modelo para todos nosotros.
En
el Nacimiento de su Hijo contempla las grandezas de Dios en la tierra; en los
años de Nazaret brilla en silencio la fe de la Virgen, mientras su fe se
encendía con el trato íntimo con Jesús; la fe de Santa María alcanzó su punto
culminante junto a la Cruz de Jesús.
Sin
palabras, con su sola presencia en el Calvario por designio divino (CONCILIO
VATICANO II, Lumen gentium), manifiesta que la luz de la fe alumbra con
esplendor incomparable en su corazón. Toda la vida de María fue una obediencia
a la fe.
Pidámosle
a nuestra Madre que sepamos enfocar y dirigir todos los acontecimientos con una
fe serena e inconmovible.
Textos basados en ideas de Hablar con Dios de F. Fernández Carvajal.
Fuente: Almudi.org