“Después de atravesar varias lagunas importantes en mi diálogo con Dios, por fin ha llegado a mi corazón y a mi entendimiento la manera más natural de comunicarme con Dios: decirle lo que siento, de la misma manera que se lo diría a mi padre en la tierra"
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| Estrella Morente es cantaora flamenca y de música tradicional española |
Hablar de Estrella Morente es
hablar de flamenco. Desde la cuna. Hija del cantaor Enrique Morente y la
bailaora Aurora Carbonell, esta cantante de 40 años madre de dos hijos y esposa
del torero Javier Conde tiene en la fe otro de los pilares de su vida. Y
también le vino transmitida de sus padres desde niña.
“Creo
absolutamente en el poder de la oración. Es el lenguaje directo con Dios. Los
padres necesitamos hablar con los hijos, y que ellos aprendan a hablar con
nosotros y a pedirnos lo que necesitan, lo que quieren... Si un niño le pide a
su padre unos zapatos nuevos porque los suyos están viejos, seguro que cuando
sus posibilidades se lo permitan, su padre no va a olvidar esa necesidad.
Pues más aún nuestro Padre celestial,
que nos cuida, nos protege, nos concede lo que necesitamos y siempre, siempre,
nos escucha”, explica Estrella Morente, tal y como recoge la Diócesis de Málaga.
En esta experiencia personal de la artista con la
oración afirma estar convencida, “y
lo he podido comprobar en mis propias carnes”, que “cuando uno ora con
la verdad de su corazón y con la necesidad de su espíritu, de manera directa,
se crea un vínculo y un hilo irrompible e indestructible que permite que veamos
hechas realidad cosas o situaciones que sin el poder de la oración nunca serían”.
Sus padres le
enseñaron a rezar, y durante años recitó todo aquello que aprendió pero según
crecía esa forma de rezar “no
parecía hacer su labor en mi interior”. Pero entonces aprendió a entablar
este contacto con Dios que ha cambiado su vida.
“Después de atravesar varias lagunas importantes en
mi diálogo con Dios, por fin ha llegado a mi corazón y a mi entendimiento la
manera más natural de comunicarme con Dios: decirle lo que siento, de la misma
manera que se lo diría a mi padre en la tierra.
He descubierto
que mi gozo es mayor cuando siento cada palabra que le digo, a veces en forma
de cántico, otras de grito, otras de silencio... Y Él, que todo lo recibe y
todo lo entiende, abraza mis súplicas y me hace sentir que está muy cerca, muy
presente y es entonces cuando siento que el Espíritu Santo se apodera de mi
voluntad y ya no soy yo quien dirige ese momento o mi propia vida, sino Él que
está en las alturas y es todopoderoso.
Es en ese
momento cuando me recuerda que hay alguien que vela por mí, que disculpa mis
errores y me hace ser mejor cada día. Por eso invito desde aquí a poner la mano
en nuestro corazón y orarle a nuestro Padre amado, que siempre escucha nuestras
súplicas y sabe ver la pureza de nuestro corazón.
Como él dijo en
su momento y para siempre: “Pide y se te dará”, o como dicen las escrituras:
“Deléitate en el Señor, y Él te concederá los deseos de tu corazón” (Salmos
37,4)”, concluye.
Fuente: ReL
