En
una nota, la Pontificia Academia para la Vida critica la decisión de actualizar
las "Directrices sobre la interrupción voluntaria del embarazo" en
Italia, confinando el aborto al hogar
Maternidad y vida naciente |
El
apoyo a la vida naciente y a las familias -se dice- sigue siendo el lugar de
prueba para una sociedad que sabe cómo construir su futuro con previsión.
"Ciertamente
no son estas directrices las que cambiarán las posiciones que siempre se han
enfrentado en torno a lo que sigue siendo uno de los temas más dolorosos de la
bioética”. Esta es la premisa de la nota con la que la Pontificia Academia para
la Vida se pronuncia sobre la circular emitida el 12 de agosto de 2020 por el
Ministerio de Salud italiano relativa a la actualización de las
"Directrices sobre la interrupción voluntaria del embarazo con
mifepristona y prostaglandinas".
El compromiso con la
prevención del aborto, totalmente ignorado
Para
"ayudar a aclarar el significado y los posibles riesgos de lo
ocurrido" con la opción de aplicar los cambios, la Pontificia Academia
para la Vida recuerda el contexto en el que se inscribe la ley de 22 de mayo de
1978, n. 194, la ley vigente sobre la interrupción voluntaria del embarazo. En
particular, el Dicasterio relee los artículos 1 y 2, recordando que en ellos el
Estado "reconoce el valor social de la maternidad y protege la vida humana
desde su comienzo" y, si bien admite en determinadas condiciones la
interrupción voluntaria del embarazo, niega que pueda considerarse "un
medio de control de la natalidad". Además, en lo que respecta a la función
de los centros de asesoramiento familiar, les confía la tarea de proporcionar
información, pero sobre todo la de ayudar a "superar las causas que pueden
llevar a la mujer a la interrupción de su embarazo".
Así
pues, antes de evaluar las nuevas directrices, la nota destaca lo mucho que se
ha descuidado precisamente "la parte de la Ley 194 en torno a la cual se
podía y se podría seguir buscando y alimentando una idea de civilización
compartida. Se trata del compromiso -leemos en la nota- de dar realmente a la
mujer (y a la pareja) todo el apoyo posible para evitar el aborto, superando
aquellas condiciones de incomodidad, incluso económicas, que pueden hacer de la
interrupción del embarazo un hecho más sufrido que elegido".
Por
lo tanto, en el declive de los centros de asesoramiento, el
"desentendimiento" que, según la Academia para la Vida, "en
realidad tiende a hacer que la mujer (soltera) cargue con la carga de un gesto
que deja profundas huellas en su biografía".
La elección abortiva, cada
vez más confinada a la esfera privada
En
este contexto, la nota repasa las innovaciones introducidas con las
directrices, para subrayar hasta qué punto marcan un paso en dirección al
"confinamiento en la esfera privada de un gesto de gran importancia
emocional, social y moral", alejándolo "además, con todos los
problemas que se le imputan a esta decisión, de la trama de las relaciones
sociales y la esfera de la responsabilidad común, que la Ley 194 pone
directamente en tela de juicio".
La
primera innovación introducida es, de hecho, -se explica- "la superación
de la limitación al régimen de hospitalización (que puede ser fácilmente
eludida y sustancialmente ya superada en muchos casos) hasta el final de la
trayectoria asistencial: con la administración de la droga en el hospital de
día, el momento real de expulsión del feto puede producirse cuando la mujer ha
vuelto a casa". La segunda innovación, en cambio, consiste en
"ampliar el plazo de uso de la droga de la semana 7 a la 9". Por lo
tanto, la intervención puede tener lugar en una etapa posterior del embarazo,
cuando la incertidumbre y el riesgo pueden ser mayores".
Apoyar la vida naciente es
lugar de prueba para la sociedad
"El paso que
se está dando -subraya la Pontificia Academia para la Vida- más allá de la
evaluación obviamente fundamental de los aspectos de eficacia y seguridad para
la mujer, parece ir en la dirección de un mayor confinamiento en la esfera privada
de un gesto de gran importancia emocional, social y moral”. "Permitir el
aborto en el hogar significa distanciarlo aún más, con todos los problemas de
los que esta decisión está encargada, de la trama de las relaciones sociales y
la esfera de la responsabilidad común, que la Ley 194 pone directamente en tela
de juicio. Puede ser fácil objetar -y hay razones bien fundadas para ello- que
los hospitales no son necesariamente el mejor lugar para perseguir este
objetivo de acompañamiento y apoyo y que, en cualquier caso, esta preocupación
se aplica a lo que precede a la decisión de interrumpir un embarazo. Pero
precisamente por eso -concluye la nota- es necesario no renunciar a la búsqueda
de formas y medios más adecuados para un proyecto compartido: el acompañamiento
y el apoyo a la vida naciente y concebida y a las familias siguen siendo el
lugar de prueba de una sociedad atenta y sensible que sabe construir su futuro
con sabiduría y previsión”.
Gabriella
Ceraso - Ciudad del Vaticano
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