CARIDAD VIGILANTE
II. La caridad de los primeros cristianos: el día de guardia.
III. Cómo vivir el día de guardia.
“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus
discípulos: -«Estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor.
Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora de la noche viene el
ladrón, estaría en vela y no dejarla abrir un boquete en su casa. Por eso,
estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el
Hijo del hombre.
¿Dónde hay un criado fiel y cuidadoso, a quien el amo encarga
de dar a la servidumbre la comida a sus horas? Pues, dichoso ese criado, si el
amo, al llegar, lo encuentra portándose así. Os aseguro que le confiará la
administración de todos sus bienes. Pero si el criado es un canalla y, pensando
que su amo tardará, empieza a pegar a sus compañeros, y a comer y a beber con
los borrachos, el día y la hora que menos se lo espera, llegará el amo y lo
hará pedazos, mandándolo a donde se manda a los hipócritas. Allí será el llanto
y el rechinar de dientes»” (Mateo 24,42-51).
I. Debemos estar en
guardia ante el acecho del enemigo que no descansa, y vigilantes ante la
llegada del Señor, que no sabemos cuándo tendrá lugar; ese será el momento
decisivo en el que debemos presentarnos ante Dios con las manos llenas de
frutos.
Para
el cristiano que se ha mantenido en vela, no habrá estupor ni confusión, porque
cada día habrá sido un encuentro con Dios a través de los acontecimientos más
sencillos y ordinarios. Un corazón que ama es un corazón vigilante, sobre sí
mismo y sobre los demás. Dios nos encomienda especialmente aquellos que están
unidos a nosotros por lazos de sangre, de fe, de amistad.
Vigilar
es estar alerta, rechazar el sueño de la tibieza al mismo tiempo que
procuramos, con todas las fuerzas, que quienes tenemos encomendados y más
amamos, encuentren también a Jesús.
II. Los primeros cristianos
supieron cumplir el mandamiento nuevo del Señor (Juan 13, 34), hasta tal punto
que los paganos los distinguían por el amor que se tenían y por el respeto con
que trataban a todos: Vivieron la caridad preocupándose por las necesidades de
los demás y, en tiempos difíciles, ayudando a los hermanos para que todos
fueran fieles a la fe.
También
de nosotros espera el Señor que vivamos la caridad de modo particular con
quienes tienen los mismos lazos de la fe. Puede ayudarnos el fijarnos un día
semanal en el que procuremos estar más pendientes de nuestros hermanos en la
fe, ayudándoles con una oración mayor, con más mortificación, con más muestras
de aprecio, con la corrección fraterna: es estar especialmente vigilantes como
el centinela que guarda el campamento, como el vigía que alerta ante la llegada
del enemigo.
III. El día de guardia es
una jornada para estar más vibrantes en la caridad, con el ejemplo, con muchas
obras sencillas de servicio a todos, con pequeñas mortificaciones que hagan la
vida más amable; un día para examinar si ayudamos con la corrección fraterna a
quienes lo necesitan, una jornada para acudir más frecuentemente a María,
“puerto de los que naufragan, consuelo del mundo, rescate de los cautivos,
alegría de los enfermos” (SAN ALFONSO Mª. DE LIGORIO,
Visitas
al Santísimo Sacramento, con el santo Rosario, con la oración Acordaos,
pidiéndole por quien sabemos quizá que tiene necesidad de una particular ayuda.
Textos basados en ideas de Hablar con Dios de F. Fernández Carvajal.
Fuente: Almudi.org