Mientras
la Segunda Guerra Mundial estallaba a su alrededor en Polonia, San Maximiliano
Kolbe luchó por las almas usando una imprenta y otra “arma”: la Medalla
Milagrosa
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San
Maximiliano Kolbe y la Medalla Milagrosa/
Crédito:
Dominio Público / Rodripf - Wikimedia Commons (CC BY-SA 3.0)
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“Aunque
una persona sea del peor tipo, si tan solo acepta llevar la medalla, dársela...
y luego rezar por él, y en el momento oportuno esforzarse por acercarlo a su
Madre Inmaculada, para que pueda recurrir a ella en todas las dificultades y
tentaciones”, dijo Kolbe sobre la Medalla Milagrosa.
“Esta
es verdaderamente nuestra arma celestial”, dijo el santo, describiendo la
medalla como “una bala con la que un soldado fiel golpea al enemigo, es decir,
al mal, y así rescata las almas”.
La
Medalla Milagrosa es un sacramental inspirado en la aparición mariana a Santa
Catalina Laboure en París en 1830. La Virgen María se le apareció como la
Inmaculada Concepción, estaba vestida de blanco y de pie sobre un globo con la
luz saliendo de sus manos y aplastando una serpiente bajo su pie.
“Una
voz me dijo: ‘Hay que hacer una medalla semejante a esto que estás viendo.
Todas las personas que la lleven, sentirán la protección de la Virgen’”, dijo
Santa Catalina.
Como seminarista franciscano que estudiaba
en Roma en 1917, Kolbe se sintió conmovido por la historia del papel que jugó
la Medalla Milagrosa en la conversión de Alfonso de Ratisbona.
Ratisbona
era un francmasón francés y un ateo de ascendencia judía que recibió la gracia
de la conversión mientras llevaba una Medalla Milagrosa que le entregó uno de
sus amigos católicos en Roma. La Virgen María se le apareció el 20 de enero de
1842 en una capilla lateral de la Iglesia de Sant'Andrea delle Fratte en Roma.
San
Maximiliano Kolbe eligió celebrar su primera Misa el 29 de abril de 1918 en la
capilla lateral de Sant'Andrea delle Fratte, donde la Virgen María se apareció
a Ratisbona.
Este
último fue ordenado sacerdote jesuita, y finalmente dejó la orden para mudarse
a Jerusalén en 1855, donde fundó un convento para hermanas en la Congregación
de Nuestra Señora de Sion, una congregación fundada para “testificar en la
Iglesia y en el mundo que Dios sigue siendo fiel en su amor por el pueblo judío
".
San
Maximiliano dio su vida en lugar de un compañero de prisión en Auschwitz, un hombre
que tenía esposa e hijos. Murió por una inyección de ácido carbólico (fenol) en
el campo de concentración el 14 de agosto de 1941. Los oficiales nazis
incineraron el cuerpo del santo en la fiesta de la Asunción de María.
Kolbe
es conocido por ser un evangelizador y misionero eficaz. Antes de mudarse a
Japón en 1930, hizo una peregrinación a la Capilla de la Medalla Milagrosa en
la Rue de Bac en París.
San
Juan Pablo II recordó la visita de San Maximiliano cuando oró en la capilla de
París en 1980.
“Vengo
como peregrino después de cuantos han venido a esta capilla desde hace ciento
cincuenta años, y como todo el pueblo cristiano que se apiña aquí cada día para
comunicarte su alegría, confianza y súplicas. Vengo como el Beato Maximiliano
Kolbe; antes de su viaje a Japón, hace cabalmente cincuenta años, vino aquí a
buscar tu apoyo particular para propagar lo que luego llamaría ‘La Milicia de
la Inmaculada’ y emprender su prodigiosa obra de renovación espiritual bajo tu
patrocinio, antes de dar la vida por sus hermanos”, dijo
San Juan Pablo II.
San Maximiliano formó La Milicia de la
Inmaculada en 1917 para “llevar a cada individuo con María al Sacratísimo
Corazón de Jesús”. Pidió a todos sus miembros que llevaran la Medalla Milagrosa
como signo de su total consagración a María.
“Ahora, en esta época de la Inmaculada
Concepción, la Santísima Virgen ha entregado a la humanidad la ‘Medalla
Milagrosa’. Su origen celestial ha sido probado por innumerables milagros de
curación y particularmente de conversión”, escribió Kolbe.
“La misma Inmaculada, al revelarlo,
prometió a todos los que lo usarían muchas gracias; y dado que la conversión y
la santificación son gracias divinas de Dios, la Medalla Milagrosa será uno de
los mejores medios para obtener estos dones”, dijo.
San Maximiliano también agregó a la oración
de Santa Catalina asociada con el sacramental: “Oh María, sin pecado concebida,
ruega por nosotros que recurrimos a ti”. A esto, añadió Kolbe, “y para todos
los que no recurren a ti, especialmente los enemigos de la Iglesia y los que te
recomiendan. Amén”.
Traducido
y adaptado por Diego López Marina. Publicado originalmente en Catholic News Agency.
Fuente: ACI
