Sin
pan de cada día
Hola,
buenos días, hoy Israel nos lleva al Señor. Que pases un feliz día.
El
otro día, al mediodía, cuando todas las monjas estaban sentadas a la mesa para
comer, de pronto me dijo la hermana que iba a servir el pan:
-¿Hoy
no se ha hecho el pan?
¡Se
me había olvidado por completo! Ese día me tocaba hacerlo a mí, pero no lo
tenía fichado, así que... no había pan hecho.
Al
instante, una hermana se puso a sacar pan de ayer, e incluso de otros días, a
calentarlo en el micro... otra me decía: “No te preocupes, además hoy es
viernes”; y otra: “Mira, después del pan tan rico que nos hacéis cada día, hoy
lo valoramos más...”
Cómo
me impresionó la reacción de cada una: lejos de expresar preocupación o de
hacerme ver que soy un poco desastre, todas me acogieron de una manera
sorprendente.
Aquello
me reconfortó; su perdón me hizo salir de mí misma y continuar sin quedarme
instalada en victimismos. En seguida me puse a hacerlo para que en la siguiente
comida estuviera listo.
Después,
en la oración, me daba cuenta de lo importante que es la reacción. Y me brotaba
una duda: ¿cómo hubiese reaccionado yo si hubiera sido otra a la que le hubiera
ocurrido? Quizá no tan acogedora...
Pero,
al sentir sobre mí el perdón de mis hermanas, me venía ese evangelio en que
Jesús dice “al que mucho se le perdona mucho ama”, y es cierto, porque, cuando
experimentas el perdón de los demás sobre ti, tu corazón se ensancha y te das
cuenta de que, si en otro caso quizá yo misma no hubiera reaccionado tan bien,
ahora sé que sí, que necesito ser acogedora con el otro porque conmigo lo han
hecho así, y qué bien me ha hecho.
Cuando
te sabes perdonado, te pones en el lugar del otro con más facilidad. Jesús sabe
lo que hace al perdonarnos siempre; en realidad, corta unas cadenas, liberando
nuestro corazón para poder amar al otro con Su mismo Amor. Alguien tenía que
romper esas cadenas, y esto lo hizo Jesús.
Hoy
el reto del amor es acoger con cariño al que comete un error. Cristo ha roto
tus cadenas, esas que te impiden perdonarte, esas que atan tu corazón
impidiéndote amar. En Él está la Libertad; por ello, pídele experimentar su
perdón y hará que tu vida se vuelva acogedora para los demás.
VIVE
DE CRISTO
Fuente:
Dominicas de Lerma