En la solemnidad de Pentecostés, el Papa Francisco
envía un mensaje con motivo de la Jornada Misionera Mundial, que este año se
vive en un contexto de gran sufrimiento a causa de la pandemia
Pentecostés, la venida del Espíritu Santo y el envío misionero |
"La invitación a salir de nosotros mismos por
amor a Dios y al prójimo se presenta como una oportunidad para compartir,
servir e interceder", escribe el Papa, ya que "la misión que Dios nos
confía a cada uno nos hace pasar del yo temeroso y encerrado al yo reencontrado
y renovado por el don de sí mismo".
El domingo 31 de mayo, solemnidad de
Pentecostés, el Papa Francisco publicó un
mensaje titulado “Aquí estoy, Señor, mándame” (cf. Is 6,8),
con motivo de la XCIV Jornada Misionera Mundial que se celebra el
domingo 18 de octubre de 2020, en un contexto social marcado por la
pandemia del coronavirus cuyo impacto ha causado un gran sufrimiento global.
En este sentido, el Santo Padre recuerda que este
camino misionero de toda la Iglesia "continúa a la luz de la palabra que
encontramos en el relato de la vocación del profeta Isaías: «Aquí estoy,
mándame» (Is 6,8)".
“Es la respuesta siempre nueva a la pregunta del
Señor: «¿A quién enviaré?» (ibíd.). Esta llamada viene del corazón de Dios, de
su misericordia que interpela tanto a la Iglesia como a la humanidad en la
actual crisis mundial”
En alusión a las palabras que pronunció el 27 de marzo
en la plaza de San Pedro durante la oración a Dios por el fin de la crisis
sanitaria, Francisco señala que al igual que a los discípulos del
Evangelio, "nos sorprendió una tormenta inesperada y furiosa. Nos
dimos cuenta de que estábamos en la misma barca, todos frágiles y
desorientados; pero, al mismo tiempo, importantes y necesarios, todos llamados
a remar juntos, ya que en esta barca, estamos todos".
El Papa reconoce en su mensaje que estamos realmente
asustados, desorientados y atemorizados: "El dolor y la muerte nos
hacen experimentar nuestra fragilidad humana; pero al mismo tiempo todos somos
conscientes de que compartimos un fuerte deseo de vida y de liberación del
mal".
“Y es precisamente en medio de esta situación cuando
la llamada a la misión, "la invitación a salir de nosotros mismos por amor
a Dios y al prójimo se presenta como una oportunidad para compartir, servir e
interceder", ya que "la misión que Dios nos confía a cada uno nos
hace pasar del yo temeroso y encerrado al yo reencontrado y renovado por el don
de sí mismo".
Para orientarnos en este camino misionero, que cada
bautizado está llamado a recorrer, el Pontífice señala como testimonio el
sacrificio de la cruz, "donde se cumple la misión de Jesús"
(cf. Jn 19,28-30)".
“Dios revela que su amor es para todos y cada uno de
nosotros (cf. Jn 19,26-27). Y nos pide nuestra disponibilidad personal para ser
enviados, porque Él es Amor en un movimiento perenne de misión, siempre
saliendo de sí mismo para dar vida. Por amor a los hombres, Dios Padre envió a
su Hijo Jesús (cf. Jn 3,16)”
Por otra parte, el Santo Padre hace hincapié en que
Jesús, crucificado y resucitado por nosotros, "nos atrae en su movimiento
de amor y nos envía en misión al mundo y a todos los pueblos".
“La misión, la Iglesia en salida no es un programa,
una intención que se logra mediante un esfuerzo de voluntad. Es Cristo quien
saca a la Iglesia de sí misma. En la misión de anunciar el Evangelio, te mueves
porque el Espíritu te empuja y te trae (Sin Él no podemos hacer nada, LEV-San
Pablo, 2019, 16-17). Dios siempre nos ama primero y con este amor nos encuentra
y nos llama. Nuestra vocación personal viene del hecho de que somos hijos e
hijas de Dios en la Iglesia, su familia, hermanos y hermanas en esa caridad que
Jesús nos testimonia”
En su mensaje, Francisco también señala que el motor
que impulsa al cristiano a entrar en la dinámica de la entrega de sí mismo es
el hecho de haber recibido gratuitamente la vida, un don de Dios.
“La misión es una respuesta libre y consciente a la
llamada de Dios, pero podemos percibirla solo cuando vivimos una relación
personal de amor con Jesús vivo en su Iglesia”
Es por ello que el Santo Padre nos invita a
preguntarnos:
“¿Estamos listos para recibir la presencia del
Espíritu Santo en nuestra vida, para escuchar la llamada a la misión, tanto en
la vía del matrimonio como de la virginidad consagrada o del sacerdocio
ordenado, como también en la vida ordinaria de todos los días? ¿Estamos
dispuestos a ser enviados a cualquier lugar para dar testimonio de nuestra fe
en Dios, Padre misericordioso, para proclamar el Evangelio de salvación de
Jesucristo, para compartir la vida divina del Espíritu Santo en la edificación
de la Iglesia? ¿Estamos prontos, como María, Madre de Jesús, para ponernos al
servicio de la voluntad de Dios sin condiciones (cf. Lc 1,38)?”
Al respecto, el Papa asegura que esta disponibilidad
interior es muy importante para poder responder a Dios: “Aquí estoy, Señor,
mándame” (cf. Is 6,8). "Y todo esto no en abstracto, sino
en el hoy de la Iglesia y de la historia", añade Francisco asegurando que
comprender lo que Dios nos está diciendo en estos tiempos de pandemia
"también se convierte en un desafío para la misión de la Iglesia".
“La enfermedad, el sufrimiento, el miedo, el
aislamiento nos interpelan. Nos cuestiona la pobreza de los que mueren solos,
de los desahuciados, de los que pierden sus empleos y salarios, de los que no
tienen hogar ni comida. Ahora, que tenemos la obligación de mantener la
distancia física y de permanecer en casa, estamos invitados a redescubrir que
necesitamos relaciones sociales, y también la relación comunitaria con Dios”
Asimismo, el Papa indica que la pregunta que Dios
hace: «¿A quién voy a enviar?», se renueva y espera nuestra respuesta generosa
y convencida: «¡Aquí estoy, mándame!» (Is 6,8).
"Dios continúa buscando a quién enviar al mundo y
a cada pueblo, para testimoniar su amor, su salvación del pecado y la muerte,
su liberación del mal (cf. Mt 9,35-38; Lc 10,1-12)",
escribe el Pontífice.
"La Jornada Mundial de la Misión también
significa reafirmar cómo la oración, la reflexión y la ayuda material de sus
ofrendas son oportunidades para participar activamente en la misión de Jesús en
su Iglesia", concluye Francisco pidiendo a la "Bienaventurada
Virgen María, Estrella de la evangelización y Consuelo de los afligidos,
Discípula misionera de su Hijo Jesús, que continúe intercediendo por nosotros y
sosteniéndonos".
Sofía Lobos - Ciudad del Vaticano
Vaticn
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