LA PIEDRA ANGULAR
II. La fe nos da luz
para conocer la verdadera realidad de las cosas y de los acontecimientos.
III. El cristiano tiene
su propia escala de valores frente al mundo.
“Y se puso a hablarles
en parábolas: «Un hombre plantó una viña, la rodeó de una cerca, cavó un lagar
y edificó una torre; la arrendó a unos labradores, y se ausentó. Envió un
siervo a los labradores a su debido tiempo para recibir de ellos una parte de los
frutos de la viña.
Ellos le agarraron, le
golpearon y le despacharon con las manos vacías. De nuevo les envió a otro
siervo; también a éste le descalabraron y le insultaron. Y envió a otro y a
éste le mataron; y también a otros muchos, hiriendo a unos, matando a otros.
Todavía le quedaba un hijo querido; les envió a éste, el último, diciendo:
"A mi hijo le respetarán". Pero aquellos labradores dijeron entre sí:
"Este es el heredero. Vamos, matémosle, y será nuestra la herencia."
Le agarraron, le mataron
y le echaron fuera de la viña. ¿Qué hará el dueño de la viña? Vendrá y dará
muerte a los labradores y entregará la viña a otros. ¿No habéis leído esta
Escritura: La piedra que los constructores desecharon, en piedra angular se ha
convertido; fue el Señor quien hizo esto y es
maravilloso a nuestros ojos?» Trataban de detenerle - pero tuvieron miedo a la
gente - porque habían comprendido que la parábola la había dicho por ellos. Y
dejándole, se fueron” (Marcos 12,1-12).
I. San Pedro se refiere a
veces a Jesús como la piedra que, rechazada por vosotros los constructores, ha
llegado a ser piedra angular (Hechos 4, 10-11). Jesucristo es la piedra
esencial de la iglesia, y de cada hombre: sin ella el edificio se viene abajo.
La piedra angular afecta a toda la construcción, a toda la vida: negocios,
intereses, amores, tiempo...; nada queda fuera de las exigencias de la fe en la
vida del cristiano.
Seguir
a Cristo influye en el núcleo más íntimo de la personalidad. Ser cristianos es
la característica más importante de nuestra existencia, y ha de influir
incomparablemente más en nuestra vida que el amor humano en la persona más
enamorada. Jesucristo es el centro al que hacen referencia nuestro ser y
nuestra vida. Con relación a Él queremos construir nuestra existencia.
II. Cristo determina
esencialmente el pensamiento y la vida de sus discípulos. Por eso, sería una
gran incoherencia dejar nuestra condición de cristianos a un lado a la hora de
enjuiciar una obra de arte o un programa político, en el momento de realizar un
negocio o de planear las vacaciones. Si en esos planes, en ese acontecimiento o
en esa obra no se guarda la debida subordinación a Dios, su calificación no
puede ser más que una, negativa, cualquiera que sean sus acertados valores
parciales.
El
error se presenta frecuentemente vestido con nobles ropajes de arte, de
ciencia, de libertad... Pero la fuerza de la fe ha de ser mayor: es la poderosa
luz que nos hace ver que detrás de aquella apariencia de bien hay en realidad
un mal. Cristo ha de ser la piedra angular de todo edificio. Pidamos al Señor
su gracia para vivir coherentemente nuestra vocación cristiana; así la fe no
será nunca limitación. Para tener un criterio formado, además de poner los
medios, es preciso tener una voluntad recta que quiera llevar a cabo, ante
todo, el querer de Dios.
III. El cristiano –por haber
fundamentado su vida en esa piedra angular que es Cristo- tiene su propia
personalidad, su modo de ver el mundo y los acontecimientos, y una escala de
valores bien distinta al hombre pagano que no vive la fe y tiene una concepción
puramente terrena de las cosas. Por eso, a la vez que está metido en medio de
las tareas seculares, necesita estar “metido en Dios”, a través de la oración,
de los sacramentos y de la santificación de sus quehaceres. Jesús sigue siendo
la piedra angular en todo hombre. El edificio construido a espaldas de Cristo
está levantado en falso. Hoy podemos preguntarnos: ¿La fe que profesamos
influye cada vez más en nuestra propia existencia?
Textos basados en ideas de Hablar con Dios de F. Fernández Carvajal.
Fuente: Almudi.org