Su
cuerpo se conserva todavía incorrupto en el convento carmelita de Florencia
donde vivió
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Dominio público |
Mostró
desde muy niña inclinación por la vida religiosa por lo que ingresó al convento
de las Carmelitas. Hizo sus tres votos o juramentos de pobreza, castidad y
obediencia antes que las demás novicias, porque le llegó una grave enfermedad
que la llevó casi a la muerte.
Cuando
la transportaban a la enfermería después de hacer sus tres votos, Magdalena
tuvo su primer éxtasis que le duró más de una hora. Su rostro apareció
ardiente, y deshecha en lágrimas sollozaba y repetía: "Oh amor de Dios que
no eres conocido ni amado: ¡cuán ofendido estás!". En los siguientes cuarenta
días tuvo inmensas consolaciones espirituales y recibió gracias
extraordinarias.
Desde
entonces fue creciendo sin cesar su deseo de sufrir por Cristo y por la
conversión de los pecadores. A una religiosa que le preguntaba cómo podía
soportar sus dolores sin proferir ni una sola palabra de impaciencia, le
respondió: "Pensando y meditando en los sufrimientos que Jesucristo
padeció en su santísima Pasión y muerte. Quien mira las heridas de Jesús
crucificado y medita en sus dolores, adquiere un gran valor para sufrir sin
impacientarse y todo por amor a Dios".
En
medio de su éxtasis, abrazando su crucifijo, con rostro brillante exclamaba:
"Oh Jesús mío, concédeme palabras eficaces para convencer al mundo de que
tu amor es grande y verdadero y que nuestro egoísmo es engañoso y
tramposo".
Le
aparecieron en las manos y en los pies, los estigmas o heridas de Cristo
Crucificado. Le producían dolores muy intensos, pero ella se entusiasmaba al
poder sufrir más y más por hacer que Cristo fuera más amado y más obedecido y
por obtener que más almas se salvarán.
Tres
religiosas, encargadas por el director espiritual, escribían lo que la santa
iba diciendo, especialmente durante sus éxtasis. Estas revelaciones se
publicaron en un libro titulado "Contemplaciones", el cual llegó a
ser un verdadero tratado de teología mística.
Además
de los dolores físicos le llegó lo que los santos llaman "La noche oscura
del alma". Una cantidad impresionante de tentaciones impuras, sentimientos
de tristeza y desgano espiritual, falta de confianza y de alegría. Sufría de
violentos dolores de cabeza y se paralizaba frecuentemente. La piel se le
volvía tan sensible que el más leve contacto le producía una verdadera tortura.
El
25 de mayo del año 1607, al morir quedó bella y sonrosada. Tenía apenas 41
años. Su cuerpo se conserva todavía incorrupto en el convento carmelita de
Florencia donde vivió.
Fuente: ACI