“Transmitir,
siempre, la verdad”
Misa en la Casa Santa Marta, 6 mayo 2020 © Vatican Media |
“Oremos
hoy por los hombres y mujeres que trabajan en los medios de comunicación. En
este tiempo de pandemia arriesgan mucho y el trabajo es mucho. Que el Señor los
ayude en este trabajo de transmitir, siempre, la verdad”.
Con
estas palabras pronunciadas en la Misa de la capilla de la Casa Santa Marta,
emitida en streaming por Vatican News y en la página
de Facebook de zenit y celebrada ayer, 6 de mayo de 2020,
miércoles de la IV Semana de Pascua, el Papa Francisco pidió por todos aquellos
que trabajan en los medios de comunicación.
Después,
en su homilía, el Santo Padre reflexionó sobre el Evangelio del día (Jn 12,
44-50), recordando que Jesús se presenta como la luz, la luz que ha venido al
mundo y no a condenarlo, sino a salvarlo.
Jesús, la luz del mundo
De
esta idea, explicó, deriva la misión de Jesús, que es iluminar, pues, Él es la
luz del mundo. La misión de los apóstoles también es llevar esta luz, la luz de
Jesús, porque el mundo está en la oscuridad, indica Vatican News.
El
drama de la luz de Jesús, describió Francisco, es que fue rechazado. Su pueblo
no lo acogió, amaron más las tinieblas que la luz, fueron esclavos de las
tinieblas. Este es nuestro drama también, ya que el pecado nos hace vivir en la
oscuridad y no nos apetece ver la luz porque esta nos muestra las cosas como
son, nos hace ver la verdad: la luz de Jesús nos hace ver la libertad y la
verdad.
Paso de la oscuridad a la
luz
Después,
el Papa se refirió a san Pablo, que experimentó el paso de la oscuridad a la
luz. Con el Bautismo Pablo recuperó la luz: “Tuvo esta experiencia del paso de
las tinieblas, en la que estaba, a la luz. También es nuestro pasaje, que lo
recibimos sacramentalmente en el Bautismo: por eso el bautismo fue llamado, en
los primeros siglos, ‘iluminación’, porque te daba luz”. Por ello también, en
el Bautismo se da una vela encendida a los padres porque el niño, la niña, es
iluminado: “Jesús trae la luz”.
Esta
experiencia constituye la experiencia de la conversión, el paso de la oscuridad
a la luz. Ante ello, el Pontífice plantea qué es lo que nos ciega. Y aclaró
que, efectivamente, lo que nos ciega, es el pecado, porque el pecado no tolera
la luz.
Vivir en la luz
“Los
vicios, el espíritu mundano, el orgullo” son las cosas “que enferman los ojos,
los ojos de la fe…”, que llevan “a asociarnos con otros en el mal; hay mafias
espirituales que permanecen en la oscuridad”, describió.
Estas
tres cosas, continuó el Obispo de Roma, incitan a asociarte con otros “para
permanecer a salvo en la oscuridad”. “A menudo hablamos de las mafias: es esto.
“Pero hay mafias espirituales, hay mafias domésticas”, constituyen la “búsqueda
de alguien más para cubrirse y permanecer en la oscuridad”.
“No
es fácil vivir en la luz. La luz nos hace ver tantas cosas feas dentro de
nosotros que no queremos ver: vicios, pecados… Pensamos en nuestros vicios,
pensamos en nuestro orgullo, pensamos en nuestro espíritu mundano: estas cosas
nos ciegan, nos alejan de la luz de Jesús”, apuntó.
Pero
si pensamos en estas cosas “no encontraremos un muro, no: encontraremos una salida”,
porque el propio Jesús dice que Él es la luz: “No he venido al mundo para
condenar al mundo, sino para salvarlo”, relató el Santo Padre.
Dios ha venido a salvarnos
Por
tanto, “el Señor que nos salva de la oscuridad que tenemos dentro, de la
oscuridad de la vida cotidiana, de la vida social, de la vida política, de la
vida nacional e internacional… tanta oscuridad” y “el Señor nos salva”. Pero
nos pide que “lo veamos primero; que tengamos el coraje de ver nuestra
oscuridad para que la luz del Señor entre y nos salve”.
“No
tememos al Señor es muy bueno, es amable, está cerca de nosotros. Ha venido a
salvarnos. No tengamos miedo de la luz de Jesús”, concluyó el Papa Francisco.
Comunión espiritual,
adoración y bendición
Finalmente,
el Papa terminó la celebración con la adoración y la bendición Eucarística,
invitando a todos a realizar la comunión espiritual con esta oración:
“Creo, Jesús mío, que estás
realmente presente en el Santísimo Sacramento del Altar. Te amo sobre todas las
cosas y deseo recibirte en mi alma. Pero como ahora no puedo recibirte
sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón. Como si ya te
hubiese recibido, te abrazo y me uno todo a Ti. No permitas, Señor, que jamás
me separe de Ti. Amén”.
Antes
de abandonar la Capilla dedicada al Espíritu Santo, se cantó la antífona
mariana del Regina Coeli, cantada en tiempo Pascual:
Regína caeli laetáre,
allelúia.
Quia quem merúisti
portáre, allelúia.
Resurréxit, sicut dixit,
allelúia.
Ora pro nobis Deum,
allelúia.
Larissa
I. López
Fuente:
Zenit