El 13 de mayo se
cumplieron 103 años de la canonización de santa Margarita María Alacoque. En el
Corazón de Jesús ella encontró el símbolo del amor de Cristo, que se derrama y
abre, al tiempo, un refugio para el ser humano
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Foto: María Pazos Carretero. Dominio público |
Cada viernes la santa sentiría místicamente el dolor de la llaga del
Señor. El Amor que no es amado, que no es correspondido y, peor aún, que es
ultrajado, merece una reparación. A eso dedicó su empeño con la ayuda del
jesuita Claude La Colombière.
Santa Margarita María
Alacoque (1647-1690) nació en un tiempo en que, como decía el famoso libro de
Marc Fumaroli, «Europa hablaba francés». En las fiestas del rey de Francia
sonaban las danzas de Jean Baptiste Lully (1632-1687) mientras Marc-Antoine
Charpentier componía su Te Deum, el motete más famoso de la
historia de Europa y que hoy es la sintonía de la Unión Europea de
Radiodifusión. Jacques-Benigne Bossuet (1627-1704) conmovía con sus homilías y
sus sermones los corazones de todos aquellos que lo escuchaban.
Ese fue el mundo del que
Margarita María Alacoque se alejó cuando, huérfana de padre, ingresó al
pensionado de las clarisas en 1655. Algunos años más tarde, en 1671, entraría
en religión en el convento de la Visitación de Paray-le-Monial.
Era la quinta hija de siete
hermanos. En adelante, sería la última servidora de su congregación. En un
tiempo de reyes, príncipes y esclavos, Margarita María se hizo servidora de
Cristo. El Señor lo pide todo, pero paga mejor que nadie. A ella le fue
deparada una vida de sacrificio y sufrimiento. Padeció una enfermedad que la
tuvo inmovilizada durante cuatro años y cuya curación la santa creyó milagrosa.
La destinaron a la
enfermería, donde le tocó conocer la tristeza y la incomprensión. Sin embargo,
su vida de sacrificio conmovía a las hermanas. No rehuía ni el ayuno ni la
austeridad, ni los esfuerzos. Tenía un contacto con el Señor muy especial.
Algunos recelaban de su vida interior, que incluía experiencias místicas y una
extraordinaria apertura a lo sobrenatural. A veces, olvidamos que la relación con
Cristo es, parafraseando a Frossard, una amistad que no es de la tierra.
Santa Margarita María ha
pasado a la historia por su devoción al Sagrado Corazón de Jesús, que ya era
antigua en la historia de la Iglesia. El Papa Pío XII resumió esta historia en
su encíclica Haurietis aquas (1956) sobre el culto al Sagrado
Corazón de Jesús: «Se distinguieron por haber establecido y promovido cada vez
más este culto al Corazón Sacratísimo de Jesús: san Buenaventura, san Alberto
Magno, santa Gertrudis, santa Catalina de Siena, el beato Enrique Suso, san
Pedro Canisio y san Francisco de Sales. San Juan Eudes es el autor del primer
oficio litúrgico en honor del Sagrado Corazón de Jesús, cuya fiesta solemne se
celebró por primera vez, con el beneplácito de muchos obispos de Francia, el 20
de octubre de 1672».
En efecto, como indica Luis
Cano Medina en su tesis sobre La devoción al Sagrado Corazón y a Cristo
Rey en España y su recepción por los metropolitanos españoles(1923-1931),
este culto caló muy profundamente en Francia y terminó dando el modelo de
devoción corazonista que nuestra santa representa.
En la historia de esa
devoción, destacan las llamadas grandes apariciones, que dejaron
una impronta muy profunda en el sentimiento religioso de la santa. En el
Corazón de Jesús ella encontró el símbolo del amor de Cristo, que se derrama y
abre, al tiempo, un refugio para el ser humano. Cada viernes la santa sentiría
místicamente el dolor de la llaga del Señor. El Amor que no es amado, que no es
correspondido y, peor aún, que es ultrajado, merece una reparación. A eso
dedicó la santa su empeño con la ayuda del jesuita Claude La Colombière
(1641-1682).
El 13 de mayo se cumplieron
los 100 años de la canonización de Margarita María Alacoque con la celebración
de una Eucaristía en Paray-le-Monial presidida por el obispo en la capilla de
las Apariciones y retransmitida a todo el mundo por YouTube. ¡Qué necesario es
volver el rostro al Sagrado Corazón en un tiempo en que se lo sigue ultrajando
e insultando!
El Amor sigue sin ser correspondido.
La reparación es hoy más necesaria que nunca. Por otra parte, en un tiempo
marcado por el asesinato de los inocentes en el vientre de sus madres, el
abandono de los pobres, los ancianos, los débiles; y tantas injusticias que
obligan a alzar una voz profética, ¿dónde refugiarse? En el Sagrado Corazón de
Jesús. La reparación y la necesidad de cobijo nos conducen al mismo sitio.
No hay lugar más seguro.
Ricardo Ruiz de la Serna
Fuente: Alfa y Omega