En la profundidad de la noche, monjes y monjas se levantan
porque se saben atendidos y llamados por Dios
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© Aslysun / Shutterstock |
Desde hace semanas, todos
nos hemos convertido en una especie de ermitaños, así que, ¿por qué no probar
con la oración nocturna cuando el sueño no termina de llegar?
Cuando
las noticias sobre el COVID-19 nos agobian, cuando la soledad dificulta la vida
y cuando la inquietud por nuestros seres queridos se hace cada vez más grande,
nuestro sueño puede verse afectado. Insomnio, pesadillas y despertares nocturnos
pueden perturbar nuestras noches. En esta situación, la oración
nocturna puede
resultar de gran ayuda no solo para nosotros, sino para el mundo entero.
Una hermana de Belén, que
prefiere permanecer anónima, desvela el secreto de esta particular oración.
¿Cuál
es la espiritualidad de la oración nocturna?
Jesús
pasaba las noches rezando. ¿Qué hacía? Se dejaba quemar por el
amor de su Padre. Lo recibía todo de Él y le daba todo a Él. Se mantenía en Su
presencia. La oración nocturna está impregnada de esta receptividad al amor en
la gratuidad del encuentro. El monje, ese enamorado de Dios, se levanta de
noche porque se sabe atendido y llamado personalmente por Aquel a quien ama.
Así, no teme quemar su tiempo y su sueño. Qué puede ofrecer a Aquel que no deja
de ofrecerse por amor si no es la gratuidad de un momento de encuentro
solitario.
¿Cómo rezar en el silencio de la noche?
La
monja reza sola en su celda en presencia del Dios viviente. La adoración
eucarística y la palabra viviente de Dios le ayudan a mantenerse despierta en
la oración. Este es el lugar de un encuentro incesante con el Padre, el Hijo y
el Espíritu Santo, guiado por la Virgen María, en la comunión de los ángeles y
los santos. En esta vigilia de amor, la monja está unida a las miembros de su
comunidad que rezan también en secreto. Todas forman un solo cuerpo, en el gran
Cuerpo de Cristo.
Como la monja no es una experta de la
oración, tiene que entablar una cruda batalla, como hace todo el mundo. En su
pobreza que ella intenta aceptar, debe dejarse encontrar por Dios. Y llega un
momento en que logra superar sus miserias para entrar en la gratuidad del Amor.
¿Esta oración nocturna aporta algo al mundo?
Igual que
si un niño llora en la noche su madre se levantará en seguida para ir a
consolarlo, la monja escucha los gemidos de las personas –quienes sufren o se pierden
en las alegrías pasajeras– y vela silenciosamente por el descanso de sus
hermanos. Ella sabe que debe dejarse amar por todos los que rechazan el amor de
Dios. Que desde el fondo de sus fracasos y sus impotencias ella debe ofrecer su
confianza y su esperanza por quienes dudan y desesperan. Ella está ahí para
gritar por quienes ya no tienen fuerza, para llorar con quienes lloran solos en
el silencio de la noche.
¿Esta oración es una penitencia?
En
su pobreza y su sufrimiento, en presencia de su Dios, la
monja conoce una dicha que el mundo ignora. Como un vigilante escudriña el día,
ella vigila la aurora del regreso de Cristo, que enjugará todas las lágrimas de
nuestros ojos. Su vigilia nocturna anuncia la Resurrección y la victoria de la
vida sobre la muerte. En nombre de toda la Iglesia y de todas las personas,
ella espera el regreso de Aquel que viene: “¡Maranatha,
ven, Señor Jesús!”.
Samuel Pruvot
Fuente:
Aleteia