Murió el día de san José, patrono de los sacerdotes,
diciendo: “No tengan miedo, porque estamos todos en manos de Dios”
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Poco antes de partir de este mundo, levantó las
manos al cielo en exultación, como si hubiese marcado un gol. Un gesto de valor
y de aliento a los demás, nacido de una lección de vida que él siempre repetía
en el Centro Don Orione de Bérgamo, la ciudad más afectada en Italia por esta
pandemia:
“El hombre tiene dos manos porque, mientras
una trabaja, la otra sirve para desgranar las cuentas del rosario”.
Infectado por
coronavirus, el padre Cirillo Longo pasó las últimas horas de su vida terrena
animando a los profesionales sanitarios que le atendían.
Partió para
el cielo en pleno día de san José, el 19 de marzo, un día después de cumplir 95
años de edad.
Su mensaje continúa
resonando en el corazón de quienes le conocieron. En sus últimos días, era él
quien consolaba a los que debían consolarle a él, y decía al equipo del
hospital:
“No tengan miedo, porque estamos todos en
manos de Dios”.
Una vida entre sufrimientos y milagros
El Padre Cirillo nació en Saletto, Padua,
el 18 de marzo de 1925. Tenía 78 años de profesión religiosa y 67 de
sacerdocio.
Pertenecía a la provincia
religiosa “Madre de la Divina Providencia”, de los padres orionitas. Entró en
la congregación el 23 de octubre de 1937, en Tortona, norte de Italia, de manos
del mismo Luigi Orione, el santo fundador
de la congregación.
El casi centenario sacerdote fue
testigo de los milagros del fundador cuando, en plena Segunda Guerra Mundial,
en los momentos desesperados de hambre y de miedo, una oración recitada con fe
ardiente y con el amor filial de todos los seminaristas era suficiente para
recibir una ayuda inesperada, enviada del cielo, por medio de los soldados.
El calvario final de Cirillo
comenzó el 12 de marzo. Los ocho días siguientes estuvieron llenos de oración
y sufrimiento, físico, pero sobre todo de no poder ya comunicarse con los
amigos ni responder a los mensajes enviados de todos los
continentes: sacerdotes, religiosas, familiares y muchas personas sencillas,
familias, niños, jóvenes, colaboradores de las muchas estructuras que él fundó
y dirigió.
“Recen mucho; vienen tiempos difíciles”
En la noche del 17 de marzo, en una rápida
llamada telefónica, dijo a un conocido:
“Nos vemos en el Paraíso… Recen el rosario…
Manden un abrazo para todos”.
En otra llamada, el mismo día de
su muerte, volvió a decir:
“Recen mucho; vienen tiempos difíciles; recen el rosario”.
Gelsomino del Guercio
Fuente: Aleteia